El
carcinoma epidermoide de piel es la segunda neoplasia más frecuente en esta
zona representando un 20% de los casos de cáncer de piel no melanoma, siendo el
80% restante contituído por los carcinomas basocelulares. Su incidencia ha
aumentado de forma considerable en los últimos 20 años a nivel mundial y los
datos epidemiológicos revelan que persistirá el incremento durante la próxima
década(1,2). Este aumento en la incidencia se ha planteado de
etiología multifactorial y abarca desde mejoras en la detección de la
enfermedad, así como una población más longeva, hasta el mayor uso de los
sistemas de bronceado artificial, entre otros factores de riesgo asociados a
esta patología se incluyen: exposición a los rayos ultra violeta, a
carcinógenos químicos como arsénico e hidrocarburos, a radiaciones ionizantes,
infección por virus del papiloma humano, lesiones preexistentes con procesos
inflamatorios crónicos, trastornos genéticos como el albinismo o el xeroderma
pigmentoso, estados de inmunosupresión ya sea por infección por VIH o inducidos
en pacientes posterior a trasplantes, particularmente en este caso tienen una
evolución más agresiva con mayor tendencia a recidivar y hacer metástasis(1,3,4).
En
la mayoría de los casos estas tumoraciones están localizadas y pueden ser
extirpadas mediante cirugía, así como por medio de procedimientos locales
dermatológicos, presentando posterior a su resección una supervivencia global
superior al 90% a los 5 años y una mortalidad del 1%(2,5).
No obstante se ha descrito un subgrupo de carcinomas epidermoides cutáneos
denominados de alto riesgo, con un comportamiento biológico más agresivo
mostrando gran tendencia a la recidiva local, diseminación linfática o invasión
de órganos locales y a distancia, la cual ha sido descrita por diferentes
autores entre un 15% y 38%, si bien el riesgo de metástasis para los de bajo
riesgo no supera el 5%(6).
A
partir de la séptima edición de la clasificación TNM del American Joint
Committe on Cancer (AJCC) se incluyeron los carcinomas cutáneos no melanomas,
en vista que las clasificaciones anteriores no eran adecuadas para estadificar
pacientes con carcinoma epidermoide, mejorando de esta forma su pronóstico y
manejo. Se tomaron en cuenta para ello ciertos factores considerados de alto
riesgo para recidivas y metástasis como son el tamaño tumoral mayor de 2 cm, la
profundidad de invasión superior a 2 mm, nivel de Clark IV o superior,
localización en pabellón auricular, mucosa labial, el grado de diferenciación y
el tipo histológico desmoplásico o adenoescamosos. En el caso de aquellos
tumores que presenten 2 o más criterios de riesgo pasaría a tener un T superior
del que le corresponde y en consecuencia su pronóstico sería peor (7).
El
manejo terapéutico en este tipo de tumores resulta de vital importancia para disminuir
las probabilidades de recaída, es de
primera elección para ello la cirugía convencional con márgenes de entre 6 a 10
mm y en el caso de tumores recurrentes se recomienda el uso de la cirugía
micrográfica de Mohs. Para pacientes con riesgo quirúrgico relevante o tumores
inoperables la radioterapia constituye una opción terapéutica aunque con resultados
inferiores a la opción quirúrgica (8).