La insulina es una hormona
polipeptídica anabólica de 51 aminoácidos, secretada por las células β de los
islotes de Langerhans, la cual consta de dos cadenas polipeptídicas
designadas A y B conectadas por enlaces
disulfuro. Una de las funciones primarias de la hormona es la de incrementar la toma de glucosa desde la sangre por los tejidos
muscular y adiposo, y la reducción de la producción hepática de glucosa lo cual
en su conjunto se traduce en la regulación de la homeostasis de la glucosa y en
la prevención de la diabetes mellitus (1). La diabetes se
caracteriza por una disminución de la tolerancia a la glucosa como resultado de
una deficiencia relativa de la producción de insulina o una falta de
sensibilidad a la hormona o a una combinación de ambas, lo cual trae como
consecuencia hiperglicemia y esta última generalmente se asocia con
complicaciones tales como enfermedad vascular, en particular coronariopatía,
enfermedad vascular cerebral, retinopatía, nefropatía y neuropatía (2).
En 1890 se demostró que la
pancreatectomía condiciona el desarrollo de diabetes (3). Schafer en
1916 (4), especuló sobre la
existencia de una hormona antidiabética producida por los islotes pancreáticos
la cual designó como “insulina”; poco después se
demostró que la ligadura del conducto pancreático conduce a la destrucción del
páncreas exocrino y solo se produce diabetes si los islotes de Langerhans son
destruidos también(5). Posteriormente los trabajos de Banting, Best,
Collip y MacCleod(6) condujeron al descubrimiento de la insulina la
cual no solo controla la homeostasis de la glucosa sino también participa en la
regulación del metabolismo intermediario de lípidos y proteínas, en la síntesis
de ARN y ADN y en el crecimiento y diferenciación celular.
En el presente trabajo
pasaremos revista a las características estructurales de la insulina, al
mecanismo de su síntesis y maduración, a los aspectos relacionados con su
secreción, depuración y degradación.