Febrero-Abril 2000 3
ISSN 1317-987X
 
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Opinión
Un desarrollo para todos. Hacia una política de ciencia y tecnología en América Latina

Ciencia, tecnología y desarrollo

Pero seamos pragmáticos, coloquemos a la ciencia y a la tecnología dentro de los principales contextos en los cuales se mueve: la economía y el desarrollo.

Los economistas de Colombia, explican que a fines de 1990, el producto interno bruto por habitante de América Latina se había reducido en 10% con respecto a 1981, con un fuerte deterioro de las condiciones de vida de amplios sectores de la población. La crisis planteada ha sido el resultado de tres factores principales: I) Los choques externos, como la crisis de la deuda, y las modificaciones en los términos de intercambio; II) La crisis de la estructura de las economías internas, sobre todo la excesiva dependencia en ciertos productos básicos, que ha contribuido a una debilidad fiscal y a la denominada inserción "pasiva" de Latinoamérica en la economía internacional, y III) los graves desaciertos cometidos en la conducción de las políticas económicas domésticas (Fuentes, Jaramillo, 1991).

Existe entonces consenso en América Latina acerca de los principales desafíos que deberá enfrentar el desarrollo económico y social de la región durante los años noventa:

  1. Volver a crecer y hacerlo con equidad
  2. Elevar los niveles de ahorro interno y externo
  3. Reinsertarse en la economía mundial.

Dentro del esfuerzo de modernización para mejorar la competividad latinoamerica en el concierto mundial, es fundamental preocuparse por tener una base tecnológica que la respalde, rehuyendo la tendencia, que con facilidad se impone, de presumir que la adecuación tecnológica equivale a la simple adquisición de bienes de capital, o de productos de la tecnología extranjera. Hoy más que nunca, América Latina tiene en cuenta que la compra, transferencia, implantación, asimilación, desagregación y creación de la tecnología, requiere una base sólida de conocimientos fundamentales en las disciplinas científicas sobre las cuales está construido el saber tecnológico (Fuentes, Jaramillo, 1991).

Si la modernización económica requiere de la tecnología, ésta a su vez necesita del apoyo de una sólida base científica, de una capa social suficientemente fuerte en el manejo del conocimiento para poder apropiarse rápidamente de las innovaciones científicas o generar y recuperar la senda perdida del crecimiento y el desarrollo.

América Latina no es ajena a las profundas transformaciones que están ocurriendo en el mundo tanto en el campo científico, económico y social, como en el tecnológico. Y así como estamos haciendo ingentes esfuerzos por transformar nuestra realidad económica y social y poder insertarnos con equidad en las nuevas corrientes del desarrollo mundial, no podemos dejar de participar en el nuevo mercado que se impone: el del conocimiento, el del producto de la investigación. En esta nueva competencia internacional aparece, cada vez más, el saber, el conocimiento, como el recurso que define todas las ventajas en el nuevo ordenamiento de las naciones. No cabe duda que, dada la manera en que se está conformando el mundo, el principal recurso con que se contará en el futuro será el del conocimiento. Las sociedades que lo posean tendrán todas las ventajas comparativas y aquellas que no lo tengan se rezagarán cada vez más en la ardua competencia instaurada.

Para poder competir, para poder adquirir siquiera un mínimo desarrollo político, económico y social, es necesario ser dueño del saber, es indispensable que la ciencia pase a convertirse en parte integrante de nuestro pensar y hacer, de nuestra cultura. Porque como decía Stephen Gould "La Ciencia no es sólo parte integral de la cultura sino tal vez la fase más importante, creativa y brillante de esa aventura fantástica de la sociedad que es el pensamiento".

Al repasar rápidamente la realidad latinoamericana se encuentra que hasta ahora las actividades científicas y tecnológicas se caracterizan principalmente por: I) Una baja asignación de recursos por parte de la sociedad, lo que conlleva a que su participación en el contexto mundial sea realmente marginal; II) que el financiamiento principalmente se desvía del Estado; iii) que la orientación hacia actividades de investigación básica y aplicada, poco involucran el proceso de innovación tecnológica; y IV) por una falta de un ambiente favorable para que las empresas del sector productivo destinen recursos a investigación y desarrollo.

Igualmente, hay que indicar que debido a la crisis económica de América Latina durante la década anterior, los recursos para la investigación y desarrollo disminuyeron, o por lo menos, no mantuvieron un ritmo de crecimiento sostenido. Y si a lo anterior se agrega la baja participación de las industrias en estos gastos, es claro que la región va en contravía de la teoría interpretativa de los ciclos económicos. Según ésta, es durante los períodos recesivos y de crisis que los países y las empresas refuerzan, en lugar de disminuir, el esfuerzo tecnológico necesario para adaptarse a las circunstancias cambiantes. Es precisamente este argumento el que está llevando a los países en desarrollo a transformar su situaciòn desfavorable, a colocar el problema de la ciencia y la tecnología en la agenda prioritaria del desarrollo y el crecimiento, y a señalarle al mundo industrializado que a pesar de la crisis y las dificultades por las que atravesamos, los fondos de inversión para actividades científicas y tecnológicas en la región, son parte sustancial de la supervivencia del continente.

Al concluir el decenio de los ochenta, como se ha visto, se le plantean a América Latina retos importantes para reorientar sus políticas de desarrollo científico y tecnológico, vinculándolas a las nuevas estrategias de desarrollo socio-económico de la región y al impacto de los cambios que están ocurriendo en la economía mundial.

Pero, ¿cómo implementar esto?

La construcción de tradiciones científicas en los países en desarrollo

Si ciertamente el desarrollo de la ciencia obedece a tradiciones, el componente individual juega un papel crítico. La ciencia es el producto de una acumulación prolongada de resultados de observación, experimentación y creación analítica, en un construir y derribar incesante. No sólo es acumulación de resultados de conocimiento renovado sobre algún fenómeno o hecho. Es también de procedimientos, actitudes y lenguajes, en fin, es un conjunto que conforma una manera específica de entender y vivir la vida natural y social, distinta y peculiar frente a la forma artística o religiosa. Es una tradición construida dentro de unos marcos culturales e institucionales que la han hecho posible y le han imprimido el sello de sus inquietudes y esperanzas.

Con ello quiero decir que la ciencia es un producto que se gesta y desarrolla a través de procesos relativamente prolongados. Precisa de un cúmulo de actitudes y disposiciones, tanto en los individuos, como en las instituciones y grupos, para que sea posible. Es un producto histórico.

En países de América Latina, como Colombia, la creación de estas condiciones para la conformación de tradiciones de conocimiento científico, ha sido tardía. Por una parte, la formación superior estaba restringida, hasta las primeras décadas de este siglo, a una pequeña élite. Pero más aún, tanto la formación universitaria como el pensamiento de las élites y los gobernantes eran herederos del pensamiento escolástico y dogmático que había imperado en los tiempos coloniales. Pensamiento marcado por la insularidad y el parroquialismo. Pocos y aislados fueron los seguidores de los movimientos empiristas.

El espíritu de La Ilustración tuvo escasos oídos receptivos que se volcaran hacia la creación de tradiciones de investigación científica.

No se dio tampoco en las políticas de Estado un interés persistente y significativo en construir condiciones indispensables para el desarrollo de científicos: creación de centros de formación superior y de escuelas de pensamiento, apoyo de grupos o individuos en investigación, dotación de laboratorios, bibliotecas, seguimiento de los avances científicos en el mundo.

La creación de todas las condiciones, tanto de las actitudes y las destrezas como de los requerimientos de apoyo básico, se han venido, es cierto, dando en las últimas décadas. Pero el salto cultural de una herencia semántica a una actitud pragmática, toma tiempo en asentarse y dar fruto. Y dado ya frutos, si bien todavía no en las magnitudes que la producción mundial requeriría. Pero se incurriría en un grave error de apreciación, dictado por el etnocentrismo y no por las condiciones objetivas de los países en desarrollo, al menospreciar o peor aún desestimular la creación científica en ellos. La ciencia, los resultados de la ciencia, no pueden convertirse en privilegios de iniciados, inalcanzables para quien no puede pagar su alto precio.

Si nuestra tradición es aún incipiente, persistamos en formar actitudes sistemáticas, en crear escuelas de pensamiento y grupos de trabajo de largo plazo. Persistamos en apoyar la construcción de tradiciones científicas en nuestros países.

El desarrollo y el compromiso individual

Las dimensiones objetivas del desarrollo y su contrario, han sido desagregadas en multitud de indicadores, impresionantes unos, dramáticos los otros, como lo vimos anteriormente.

Deseo referirme a los aspectos subjetivos e individuales. El desarrollo es también, y no pretendo en ello ser original, una actitud del individuo. En el campo de la investigación científica esta actitud se expresa entre otros, en pasividad, en derrotismo, aislamiento e inmediratismo en el trabajo.

La pasividad lleva a aceptar la dependencia científica y tecnológica y el derrotismo a tomar como una situación sin remedio la velocidad de producción de conocimientos en los países desarrollados. La ausencia de escuelas de pensamiento y la relativa debilidad de los centros académicos, crea un investigador solitario, que no cuenta con la necesaria confrontación y crítica dentro del país y en el campo internacional.

Por otra parte, se vive presa del afán de cada día. La falta de desarrollo ha conducido a que el esfuerzo prolongado y persistente del trabajo científico no sea comprendido ni por el Estado y las instituciones, ni por la mayoría de académicos. Se quisiera que los resultados marcharan al ritmo de los problemas apremiantes, que no dan espera y que casi hacen percibir dentro de lo común, a la ciencia como un lujo imposible para estos países.

El desarrollo es también una actitud de decisíón para mejorar, que es preciso cultivar en nuestros investigadores y en nuetros conciudadanos. Para ella no son suficientes, aunque quizás si necesarias, las decisiones oficiales. La creación científica no se realiza sólo como resultado de políticas oficiales. Es indispensable una actitud que no se derrota a sí misma, inconforme y sistemática, pero imaginativa y con osadía.

Quiero confiarles como podemos hacer ciencia, del más alto nivel y de la mayor trascendencia. Déjenme contarles brevemente la historia de mi delirio: El desarrollo de la primera vacuna hecha en la historia químicamente, la vacuna contra la malaria.

Introducción
Ciencia, tecnología y desarrollo
Hacia la búsqueda de soluciones en la lucha contra la Malaria
Conclusiones

NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





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