Abril-Junio 2009 38
ISSN 1317-987X
 
Buscar




Artículos
 




Psiquiatría
Transferencia. La dialectica de lo intrapsiquico versus lo intersubjetivo

Aspectos neurobiologicos y cognitivos de la transferencia

Eric Kandel, premio Nóbel de Medicina del 2000, ha señalado la importancia de que las neurociencias y el psicoanálisis se enriquezcan mutuamente y en tal sentido ha subrayado la importancia de los recientes hallazgos sobre la memoria. En base a los estudios con pacientes amnésicos se ha determinado la existencia de dos tipos de memoria: la declarativa o explícita, y la procesal (`procedural´) o implícita. La declarativa puede ser consciente, inconsciente o preconsciente; sin embargo, es conscientizable, verbalizable (por tanto simbólica) y permite el conocimiento autobiográfico, desarrollándose entre el tercer y el quinto año de vida, a causa del desarrollo incompleto del hipocampo. La memoria procesal es inconsciente (no puede ser recordada), tiene que ver con aprendizaje de habilidades motoras y perceptivas (como por ejemplo, aprender a manejar) y es la primera que se adquiere. Por otra parte, Kandel ha propuesto un “inconsciente procesal” que se corresponde con la memoria procesal (39,40).

E. Kandel

Por estas razones, un investigador de la Universidad de Colorado, Clyman señala – al igual que lo hace Kandel – que la amnesia infantil es, al menos parcialmente, producto de la inmadurez de la memoria declarativa, mientras que desde la temprana infancia la memoria procesal puede codificar expectativas transferenciales y proveer de continuidad al funcionamiento emocional. En otras palabras, su tesis es que la memoria procesal subyace al desarrollo de la Tr. y las defensas. En tal sentido, Clyman señaló que a pesar de que el inconsciente procesal no posee un conocimiento simbólico y no puede expresarse directamente en lenguaje, el programa procesal podría traducirse en un lenguaje declarativo. Dice: “El conocimiento declarativo puede ser recordado; el conocimiento procesal sólo puede ser puesto en actos (enacted)... Lo procesal puede organizar cómo pensamos, aunque los mecanismos procesales permanezcan fuera de la conciencia. Esto es tan cierto mientras manejamos un carro o, como espero demostrar, cuando estamos desenvolviéndonos en una relación emocional o en nuestro mundo intrapsíquico de objetos internalizados.... Los procesos cognitivos organizan la forma en que pensamos, mientras los procesos emocionales organizan la forma en que sentimos y respondemos a las situaciones emocionales”. (41). Deduzco de los planteamientos de Kandel y Clyman que la memoria procesal y sus mecanismos darían cuenta de aspectos del inconsciente, en particular de la llamada represión primaria, o sea, aquello que nunca fue consciente; de lo que en análisis consideramos la información no verbal o preverbal; de la compulsión de repetición; de los rasgos de carácter, etc. En tal sentido, la memoria procesal explicaría lo que Freud (1914) describió en Recordar, Repetir y Reelaborar, cuando señaló que la persona repite en vez de recordar y que se tiene una compulsión a ello. Igualmente, mucho de lo no recordado no se debería a la resistencia, sino a los mecanismos procesales que sólo permiten la actuación y no el recuerdo, lo que es lo mismo que decir que se recuerda repitiendo actuaciones. Es por ello que Clyman define a la Tr. como “la actuación de los procesos emocionales aprendidos en la infancia” y plantea que aunque estas actuaciones ocasionalmente están basadas en procesos controlados operando sobre informaciones declarativas inconscientes, más comúnmente son manifestaciones de las emociones organizadas de manera procesal. Bleichmar (33), ateniéndose a los descubrimientos de las neurociencias, plantea que el interés del psicoanálisis se ha centrado sobre el inconsciente reprimido, pero se ha desconocido otros tipos de procesamiento inconsciente entre los cuales debemos considerar al inconsciente originario por identificación con las figuras significativas, y al inconsciente originario de las interacciones, que no es el resultado de la represión por razones afectivas, sino porque se organizó en forma de procedimientos automatizados de cómo relacionarse con el otro y con el mundo, a través de la memoria procesal o implícita y que no se constituye exclusivamente en la infancia, sino que continúa a todo lo largo de la vida. Como vemos, no sólo el inconsciente reprimido entraría a formar parte de la Tr., sino que también lo haría el originado en interacciones no reprimidas de la infancia y de las sucesivas interacciones (incluyendo la analítica), el identificatorio, sus combinaciones, transformaciones etc. De allí que los “intersubjetivistas” consideran que los “enactment” que se realizan en la relación analítica permiten comprender los modos de relación que han sido conservados en la memoria procesal. En síntesis, se podría decir que la Tr. es determinada tanto por la memoria declarativa como por la procesal y que este sería el aspecto intrapsíquico de la misma que conduce a la compulsión de repetir en la relación analítica. Pero por otra parte, en esta relación existe la posibilidad de cambiar estos patrones de repetición por medio del insight y de los efectos de la propia relación cuando ésta, en vez de reproducirlos, conduce a la instauración de nuevos mecanismos declarativos y procesales. O sea, que en la propia relación analítica se producen nuevas memorias que también generan o modulan mecanismos procesales que inciden sobre la Tr. y, para bien o para mal, la modifican. Considero que los aportes cognitivos y de las neurociencias, apoyan las explicaciones psicoanalíticas de la Tr. como un fenómeno intrapsíquico de repetición de patrones infantiles, tanto declarativos como procesales. Pero también apoyan la explicación de la Tr. como fenómeno interactivo. Tanto lo declarativo influye sobre lo procesal (ya sea desde “dentro” -insight -, como desde “afuera” -interpretación del analista-) como lo procesal influye sobre lo declarativo (ya sea desde “dentro” -mundo intrapsíquico-, como desde “afuera” -relación analítica no verbal-).

CONCLUSIONES

Ante la “tesis” de que la Tr. es una producción intrapsíquica o la “antítesis” de que es una creación intersubjetiva e interpersonal (dialéctica que considero producto del patrón cognitivo básico a pensar en términos dicotómicos), sostengo la “síntesis” de que la Tr. no sólo es repetición de patrones o modelos, sino una actividad organizativa, una función yóica estructurativa y una forma de crear sentido. Es un mecanismo mental esencial y necesario que contiene elementos inconscientes repetitivos de la historia personal (intrapsíquicos, aunque originados en las relaciones objetales), pero que también adquiere elementos del contexto extrapsíquico o interpersonal actual, de manera que estos dos grupos de elementos se retroalimentan e interactúan. Estoy en parte de acuerdo con aquellos que se han desprendido del modelo arqueológico freudiano y que no consideran que el inconsciente sea un espacio en el que se encuentran reprimidos los contenidos de forma inmutable, listos para ser encontrados. Contenidos reprimidos `reales´ que han permanecido atemporalmente inmodificados, hasta que el análisis los desentierra a través de una repetición estereotipada en la Tr., que reproduce casi exactamente como una vez fue la relación o la realidad histórica. Sin embargo, también existe una tendencia a la repetición – independientemente, como dijera Lagache, de que la consideremos ligada a la pulsión de muerte (necesidad de repetición) o al intento de repetir para elaborar (repetición de la necesidad) - y ésta parece corresponder a esos contenidos reprimidos (10). Es indudable que existen patrones que buscan su expresión y repetición en la Tr. y que unas veces son más fijos e inmutables que otras, pero también es cierto que no son vasijas arqueológicas que están allí tal cual como una vez estuvieron, sino que se han modificado con los años y se siguen modificando en la relación analítica. Incluso la vasija del arqueólogo también se ha modificado con el paso de los años. Por tanto, la Tr. repite pero también innova; reedita la película pero también filma nuevas versiones. Si no fuera así, ¿cómo podría el análisis conducir a cambios? Aunque el símil puede ser un tanto burdo, retomaré el mito de la caverna. Consideremos que la persona solía ver repetirse las mismas sombras a través del tiempo; cuando después sale de la caverna y comienza a ver nuevos objetos tenderá a explicárselos en función de las sombras conocidas. Sobre el analista proyectará las sombras conocidas de su historia y pretenderá tratarlo como si fuera una de estas sombras – por ejemplo, la de la madre – y este se lo interpretará como la Tr.. Este sería el aspecto arqueológico o intrapsíquico de la Tr. Pero resulta que el analista no es una nueva pared sobre la que el paciente meramente proyecta las sombras de sus recuerdos, sino que además es un nuevo objeto fuera de la caverna que puede (o no) adoptar actitudes, conductas, posturas que en efecto se parecen y recuerdan a las sombras de la caverna, con lo cual inducirá proyecciones de las mismas sobre él. En este caso, a pesar de que el analista ha evocado las sombras intrapsíquicas del recuerdo de su paciente, lo ha hecho por medio de una relación que puede evocar una sombras más que otras, con lo cual interviene en el desarrollo de la Tr. y este sería el aspecto interpersonal, intersubjetivo y actual de la misma.


Pero la cosa no acaba aquí, pues el analista no sólo evoca sombras del pasado cavernario, sino que además se presenta como un objeto nuevo cuyas sombras no se habían proyectado antes sobre dicha pared. A su vez, este nuevo objeto puede ser visto de manera más o menos realista o más o menos deformada, pero a esta nueva relación y a este nuevo objeto, ya no sabemos si denominarlo Tr., puesto que no corresponde - al menos no completamente - a una proyección de las sombras intrapsíquicas. El modelo clásico, positivista, sostiene que la interacción subjetiva sólo forma una capa manifiesta de las expresiones psíquicas y que la verdadera fuente motivacional subyace en lo intrapsíquico. Veamos qué nos dice Dunn al respecto: “Referirse al debate positivista/intersubjetivista como una tipología de una persona versus dos personas, oscurece la rica complejidad teórica intrínseca de estas perspectivas contrastantes. Una lectura cuidadosa revelará que ambos modelos requieren actitudes filosóficas y principios clínicos que pertenecen a uno u otro campo. El esquema clásico no elimina, conceptualmente, la interdependencia entre las subjetividades del par analítico o la necesidad de una sintonía afectiva desde “dentro” del marco referencial del paciente, ni el enfoque intersubjetivo borra totalmente las prescripciones técnicas que ubican al analista como observador objetivo del sujeto” (42). Culmino con este párrafo de Dunn que sintetiza mi idea sobre la posible síntesis resultante de la dialéctica que venimos tratando.




Continua: Referencias

Transferencia. La dialectica de lo intrapsiquico versus lo intersubjetivo
Introducción
El pensamiento dialéctico como patrón cognitivo básico
La transferencia como repetición en la obra de Freud
Dialéctica de transferencia y contratransferencia al terminar la II guerra mundial
La transferencia como situación interpersonal
Aspectos neurobiologicos y cognitivos de la transferencia
Referencias

NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





Instituto de Medicina Tropical - Facultad de Medicina - Universidad Central de Venezuela.
Elaborado por el Centro de Análisis de Imágenes Biomédicas Computarizadas CAIBCO,
caibco@ucv.ve
Este portal ha sido desarrollado gracias al apoyo del Fonacit