Abril-Junio 2009 38
ISSN 1317-987X
 
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Conferencia
 





Darwinianas: Relevancia de Darwin en nuestro universo de ideas.

Las primeras confrontaciones

Figura 1. Una reunion de la Royal Society. El mazo utilizado en la mesa fue una donación del propio rey Carlos II. 
 
El entorno respetuoso y la tradición que poco a poco estableció la Royal Society fue el mejor propulsor del pensamiento científico. Pero en el fondo, dejaba de lado el problema del enfrentamiento con otro tipo de pensamiento, no basado en las evidencias y en la observación sistemática de los hechos, que es el pensamiento basado en el área de la fe, y por supuesto, el pensamiento religioso.  En ese entorno creció el joven Darwin. Observó, recolectó especímenes, y realizó muchas anotaciones durante su famoso viaje a borde del HMS Beagle. A su regreso a Londres consultó a un buen número de científicos expertos quienes le dieron luces sobre algunos de sus hallazgos, le asesoraron sobre las clasificaciones de sus aves y plantas. Con todo el cúmulo de conocimientos y reflexiones basadas en sus observaciones, fue poco a poco construyendo, perfeccionando los argumentos de su teoría, y dándose cuenta de la trascendencia de sus hallazgos.
Figura 2. HMS Beagle.
 
Casado ya con su esposa, una practicante fervorosa de su religión, y padre de una familia tradicional, debió debatirse entre su propia religiosidad y la evidencia derivada de sus datos: todo contradecía la idea de la creación como lo plantea la Biblia; el ser humano era resultado de la evolución natural de las especies y no producto de la creación instantánea del modelo final por un ser supremo.
Figura 3. Charles Darwin y su esposa Emma Wedgewood
 
Darwin probablemente se resistió a publicar sus resultados por largo tiempo. Por veinte años desde su regreso del famoso viaje a bordo del HMS Beagle revisó sus datos, y una y otra vez reflexionó sobre sus resultados. A pesar de haber publicado diversos ensayos y libros que eran bien aceptados por la comunidad científica, no se decidía a completar su trabajo sobre el origen de las especies, hasta que finalmente en 1859 debió apurar su publicación ante la posibilidad que Alfred Wallace publicara sus propios trabajos y sus conclusiones muy cercanas a las de Darwin. Aquejado de dolencias y achaques ya por años[1], podemos pensar que muchos de sus síntomas (angustias, náuseas, flatulencias, palpitaciones, etc.) resultaban o reflejaban sus conflictos internos. Había sido un chico criado en una tradición religiosa unitaria y luego anglicana. Estudiante mediocre y aficionado a pasar días enteros de cacería y cabalgando, tuvo que abandonar sus estudios de medicina y fue aconsejado por su padre, a pesar de ser un librepensador, para que iniciara estudios y se preparara como clérigo[2]. Se había casado con una prima que era convencida practicante. Por los resultados de sus observaciones se daba cuenta que la explicación lógica de las conclusiones, implicaba una visión del hombre y del mundo muy contraria a la que su religión le había enseñado. Con Emma, su prima y luego esposa, había sido muy abierto y franco al plantearle sus dudas y posición aún antes de casarse, sin hacer caso a las sugerencias de su padre sobre la conveniencia de mantener sus dudas en secreto (quizás como había hecho él mismo). Emma decidió aceptar el compromiso aunque le escribió en ese entonces, y por siempre le hizo saber su tristeza por sentir que en el aspecto más importante de su vida (la religión), sus concepciones los mantuvieran tan separados. Emma le escribió muchas cartas a lo largo de sus vidas pidiéndole que mantuviera la puerta abierta a la fe. Charles atesoraba esas cartas y las guardaba con pesar. En una de ellas llegó a escribir que cuando hubiera muerto, Emma debía saber cuántas veces la había besado y llorado al leerla.
Figura 4. Emma, Annie y Charles Darwin.
 
El fallecimiento de su pequeña Annie a los diez años (en 1851) llevó a Emma a reforzar su fe mientras que Charles, desgarrado, cerró la puerta que tanto le había pedido Emma que mantuviese abierta. Aún así siguió trabajando y padeciendo por sus dolencias, postergando la publicación de esa gran obra que pensaba que pasaría de las mil páginas antes de estar completa.
Figura 5. Darwin en 1880
 
Cualquiera de las fotografías conocidas de Darwin muestran a un hombre con gesto de dolor, apesadumbrado y severo, quizás prematuramente envejecido. A pesar de la solidez de su formidable trabajo, tendió a permanecer relativamente aislado de las discusiones, controversias y de la misma gloria que su obra le pudo brindar en vida.

[1] Sufría de múltiples síntomas digestivos, palpitaciones, fatigabilidad, angustias y fobias. Nunca tuvo un diagnóstico claro y hasta se ha llegado a especular que sufrió de mal de Chagas después de ser “atacado” por vinchucas (chipos) en su paso por Argentina.

[2] Darwin pronto abandonó el camino de la formación como Country Parson, o clérigo de una iglesia parroquial independiente de las tradicionales organizaciones superiores.

 
 
Darwinianas: Relevancia de Darwin en nuestro universo de ideas.
Introducción
Las primeras confrontaciones
Confrontaciones externas y resistencias a los cambios.
Nuevas líneas del darwinismo y evolucionismo.
Comunicación y globalización.
Referencias

NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





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