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Acceso Abierto ¿Quién debe pagar por el libre acceso a la información?
El movimiento llamado de "Acceso
Abierto" comenzó oficialmente con la Iniciativa de Budapest, en diciembre de
2001, fue convocada una conferencia por la Free Online Scholarship, ahora
conocida como la Open Society Institute, una fundación filantrópica creada por George
Soros, la cual aprobó la declaración de Budapest sobre Acceso Abierto o de
Libre Acceso. Vale la pena transcribir el comienzo de la declaración "Una vieja tradición y una nueva tecnología
convergen para hacer posible un bien público sin precedente. La vieja tradición
es el deseo de los científicos y académicos por publicar los frutos de su
investigación en revistas académicas sin tener que pagar por ello, tan solo por
el gusto de indagar y por el conocimiento. La nueva tecnología es Internet. El
bien público que hacen posible es la distribución electrónica en la red
de redes de literatura periódica revisada por pares completamente gratuita y
sin restricciones de acceso por todos los científicos, académicos, maestros,
estudiantes y otras mentes curiosas. Retirar las barreras de acceso a esta
literatura acelerará la investigación, enriquecerá la educación, compartirá el
aprendizaje de los ricos con los pobres y el de los pobres con el de los ricos,
hará esta literatura tan útil como sea posible y sentará los cimientos para
unir a la humanidad en una conversación intelectual común y búsqueda del
conocimiento."(1) Como
puede verse claramente la declaración contempla un aspecto frecuentemente ignorado,
y es el derecho de los investigadores a publicar los frutos de su trabajo,
previamente revisado por pares, sin tener que pagar por ello. Los adherentes al
Acceso Abierto han venido utilizando esquemas de financiamiento que pudieran
resumirse en dos tipos básicos: Financiamiento institucional por parte de los
patrocinantes de las revistas, como es generalmente el caso de las
universidades, o en el caso de los grandes portales, por los cargos a los
propios autores, quienes deben pagar para poder publicar sus trabajos en ellos
o alternativamente sus instituciones deben hacerlo. Es fácil ver que este
esquema puede ser generador de inequidades en el acceso, donde quienes sean
mejor financiados estarán en mejores condiciones de ser vistos, lo cual
contradice el espíritu de la Iniciativa de Budapest. La actividad editorial
tiene un costo que debe ser asumido por alguien, no pensamos que este costo
debe recaer sobre los autores, especialmente en nuestros países, donde los
financiamientos a la investigación son más bien precarios. Si pensamos que la
ciencia es parte de la cultura, que un país debe velar por su legado cultural y
que prácticamente la totalidad de las investigaciones son financiadas con
dineros públicos, es lógico pensar que el estado debe ser el encargado de
garantizar tanto el derecho de acceso, el cual es un aspecto particular del
derecho de acceso a la información en general, consagrado este como derecho
constitucional, así como el derecho de los autores a ser publicados sin cargo
en las publicaciones que les parezcan las más adecuadas. Lo anterior implica la
necesidad de una verdadera política de financiamiento de las revistas en escala
nacional por parte del estado, y no una política de "desnutrición sostenida",
donde las revistas no mueren pero tampoco florecen. La presencia creciente de
internet y de mejores comunicaciones, lo
cual ha abaratado los costos editoriales, hacen factible que podamos alcanzar
los buenos deseos plasmados en la Iniciativa de Budapest. Esperemos que así sea
y trabajemos por ello.
1-http://www.opensocietyfoundations.org/openaccess/translations/spanish-translation Revisado diciembre 2012
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