Las
infecciones por protozoarios intestinales son las de mayor prevalencia en el
mundo, pudiendo encontrarse entre 40-70% en los países subdesarrollados, principalmente
debido a las deficientes condiciones higiénico-sanitarias y bajo nivel
sociocultural (1-3). El género Balantidium (Claparede y Lachmann, 1858)(2), incluye a protozoarios ciliados observados en el intestino de
ranas, jabalíes, ovejas, caballos, bovinos, aves, peces, tortugas, cucarachas y
otros. En el hombre este ciliado fue descrito por Malmsten en 1957, quien lo observó y describió en dos pacientes
con disentería aguda, denominándolo Paramecium
coli por su parecido al ciliado de
vida libre. Leukart en 1861, describió un ciliado idéntico en el cerdo y Stein
en 1863, pensó que el ciliado descrito por Leukart y el descrito por Malmsten
en el humano, eran morfológicamente idénticos, por lo cual los designó como Balantidium coli (2-6). En
el cerdo, fueron descritas dos especies,
B. coli y B. suis, por Mc Donald en 1922, las cuales según sus observaciones,
diferían en forma, tamaño, características del citostoma y macronúcleo, lo cual
fue considerado posteriormente por otros autores como una misma especie y que
tales variaciones dependían de la cantidad de almidón ingerido del medio por el
ciliado (4). Hasta ahora, B. coli es el único protozoario ciliado que se ha encontrado
infectando al hombre, principalmente en el intestino grueso y su transmisión es por vía oro-fecal a partir de
las heces del hospedador infectado (1-3,5). Se ha
propuesto que las especies B. suis de los cerdos y B. struthionis de avestruz
son sinónimos de B. coli, pero aunque se ha encontrado un
polimorfismo genético en aislados de cerdo y del avestruz, su relevancia taxonómica no ha sido establecida (7,8). Entre los factores
descritos que favorecen la balantidiosis
en humanos se encuentran: el contacto
estrecho entre cerdos y humanos, la
disposición inadecuada de las heces, contaminación de
las fuentes de agua potable y de los cultivos de
vegetales con heces humanas y de animales, así como las
condiciones climáticas en las regiones tropicales y subtropicales (1-3,5). La
balantidiasis tiene una distribución cosmopolita y las prevalencias reportadas
a escala mundial son tan variables que oscilan entre 0- 28% en el hombre, siendo
más frecuente en el cerdo con prevalencias entre 33- 94,76%, por lo cual se
considera que éste es la principal fuente de infección para el hombre (5,9-13).
Los
resultados de los estudios donde se asocia la prevalencia de balantidiosis
humana con la actividad laboral o contacto estrecho con cerdos, son
controversiales, ya que hay lugares como Nueva Guinea, donde la tasa de
infección entre los trabajadores de granjas porcinas alcanza un 28% y en otros
como Canadá y Estados Unidos, donde las condiciones climáticas son extremas, la
infección humana por este protozoario es poco frecuente. En otras regiones como
Egipto, la exposición del hombre a los cerdos y la prevalencia de balantidiasis
humana son bajas (1,3,5,9-11). La poca prevalencia en el hombre se
ha tratado de investigar realizando estudios de infección cruzada,
encontrándose que el humano es refractario a la infección por aislados
provenientes de cerdos (5,11,14,15). Por otra parte, en lugares donde no hay
contacto con cerdos, como instituciones al cuidado de enfermos mentales,
prisiones y orfanatos, se han registrado brotes de balantidiasis en los cuales
la transmisión ha sido asociada con el hacinamiento y deficientes condiciones
higiénicas (16-19). En
cuanto a la patogenicidad del protozoario, algunos casos se han asociado con la
coexistencia de una flora bacteriana patógena o potencialmente patógena, como
factor que puede influir en la susceptibilidad del individuo y del curso de la
infección. Este parásito muestra baja virulencia y la enfermedad parece ser un
problema mayor en países en desarrollo, pudiendo ser un patógeno oportunista en
individuos inmunosuprimidos que viven en ambientes urbanos, donde los cerdos no
son la fuente de infección (5,20).
La
balantidiasis puede tener tres presentaciones clínicas: Infección asintomática,
como ocurre en el cerdo, donde el hospedador se comporta como un reservorio del
protozoario; infección crónica donde se alternan periodos de diarrea con
constipación, síntomas abdominales no específicos y dolor abdominal secundario
a la invasión del intestino grueso por trofozoítos y la balantidiasis
fulminante, que se presenta como una disentería similar a la ocasionada por Entamoeba histolytica, donde se producen
lesiones en el intestino, que son evidenciadas a través de la presencia de
sangre y moco en las heces (1,3,5,21). Existen escasos reportes de infección
balantidiana extraintestinal, los cuales ocurren como un proceso secundario a
una balantidiasis colónica, pudiendo mencionarse casos de peritonitis,
uretritis, cistitis y vaginitis inflamatoria en mujeres, abscesos
hepáticos, lesiones pulmonares (22-28) y un caso fatal reportado en
Venezuela, donde ocurrió perforación de apéndice y peritonitis, con presencia
de parásitos alrededor de los vasos sanguíneos del pulmón (29). Los
estudios relacionados con la prevalencia de B.
coli tanto en humanos como en cerdos son escasos, tanto a escala mundial
como en Venezuela, por lo tanto en este trabajo se planteó, investigar la
presencia de Balantidium spp en
cerdos de granja y criados domésticamente y correlacionar su hallazgo con la
posible infección en las personas que los crían.