El riesgo de malformaciones congénita es, en
general, de aproximadamente un 2% de los nacimientos(1), mientras
que el porcentaje de las malformaciones del sistema nervioso central es del
2,66 por mil(2), estas comprenden un tercio de todas las
malformaciones congénitas identificadas en el periodo perinatal. Son las malformaciones
congénitas más frecuentes en humanos, y se pueden
presentar a nivel de piel, cráneo o en el propio encéfalo, pero aún se sabe muy poco acerca de su etiología.
El encefalocele procede del griego egkephalos: cerebro y Kelé:
hernia.
Es un defecto en el cierre del neuroporo rostral, que se produce durante las
tres primeras semanas de vida post-conceptiva, se caracterizada por la
protrusión y herniación del contenido intracraneal a través de un defecto óseo
del cráneo, más allá de sus límites
normales; a través de uno de sus huesos o más raramente, a través de agujeros o
grietas normales en el cráneo. Se encuentra incluido dentro los
trastornos de fusión de las estructuras de la línea media dorsal del tubo
neural primitivo, proceso que ocurre debido
a la falta de separación del ectodermo superficial del neuroectodermo, lo que
determina un defecto mesodérmico en la calota, permitiendo la herniación de las
meninges o de las meninges y el encéfalo, con
una cubierta del saco que varía desde una delgada capa meníngea a una bien
formada con piel y cabello a través del defecto óseo (1,2).
La etiopatogenia de esta anomalía es aún desconocida, es probable que los
agentes teratógenos que están involucrados, actúen sobre el cierre primitivo
del tubo neural. Sin
embargo se reconoce la participación de múltiples procesos durante la
neurulacion, de orden bioquímico, genético,
metabólico, nutricional y ambiental como las exposiciones maternas a solventes,
radiaciones, gases anestésicos, contaminación del agua con nitratos,
trialometanos. Además del consumo de algunos fármacos durante el embarazo, como
el ácido valproico, insulina, salicilatos, valproato de sodio y drogas
antineoplásicas (3). Por otro lado existen malformaciones aisladas,
que un pequeño porcentaje forman parte de algún síndrome cromosómico como, la
trisomía 13, 18 y 20, deleccion 13q, q21, q24, monosomia X, duplicación q21 y
entre otros (3).
Esto tiene una incidencia de un caso
por cada 5000 a 10000 nacidos vivos (3,4), con
predominio del sexo femenino
(4), localizándose en un 75% en la región occipital (4,5), en 10%
en la región parietal y en 15 % en la región anterior. 5).
Los encefaloceles occipitales son más
frecuentes en fetos femeninos que en masculinos a diferencia de los parietales
y sincipitiales que son más frecuentes en varones. En la mayoría de los casos
son grandes y por lo tanto su diagnóstico es obvio, los tamaños pueden variar encontrándose
que 16 % son superiores a 20 cm, 12 % miden entre 10 y 15 cm, 30 % entre 5 y 10
cm y 28 % son menores de 5 cm. La microcefalia se registra entre el 9 % y 24 %
de los casos. La hidrocefalia puede encontrarse entre el 20 % y 65 % de los
casos como consecuencia de la estenosis del acueducto o malformación de Chiari
tipo III. Generalmente se observa el cuerpo calloso pero puede estar ausente (5,6). El nivel del encefalocele es
importante para predecir su asociación con otras anomalías neurológicas. En el
encefalocele occipital superior no se nota otra anormalidad neurológica. En el
bajo, se observa concomitancia de anormalidades cerebelosas y del tronco
cerebral como lo es el síndrome de Meckel-Gruber (6).
Un tercio
de los casos son diagnosticados durante el periodo prenatal por medio del
estudio ultrasonografico que constituye un método útil para la evaluación del
sistema nervioso central del feto, debiendo demostrarse los defectos del tubo
neural (posible
en un 80%). Este diagnóstico no puede
realizarse antes de las diez semanas
de gestación por la
falta de osificación de la
calota craneana lo que impide evaluar la presencia del defecto
óseo, hay casos en que solo presentan líquido, o con contenido denso si
presenta masa encefálica en su interior. Se realiza el diagnóstico clínico al
momento del examen físico y puede complementarse en el recién nacido con
radiografía de cráneo, tomografía axial computarizada y resonancia nuclear
magnética (7). Es de suma importancia la
determinación de alfa-fetoproteína y acetilcolinesterasa en el suero materno y
líquido amniótico, sus niveles elevados apuntan al diagnóstico de un defecto
del tubo neural. El pronóstico es variable, hay que tener en cuenta, por
un lado: tamaño, localización y tipo de tejido cerebral herniado; por otro:
número, tipo y severidad de las malformaciones asociadas, por tanto los encefaloceles asociados a
hidrocefalia tienen un
60% de mortalidad (7).