Enero-Marzo 2021 85
ISSN 1317-987X
 
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Psiquiatría
Transferencia. La dialectica de lo intrapsiquico versus lo intersubjetivo

La transferencia como situación interpersonal

El planteamiento freudiano definió a la Tr. como un fenómeno universal, no producido por el análisis y esencialmente intrapsíquico en la mente del paciente por efecto exclusivo de sus patrones infantiles, mientras el analista es un observador no participante en el fenómeno que sólo lo interpreta, pues si participa o tiene Contratr. o es porque ha tenido un análisis insuficiente. Lo que sucede, como antes señalé, es que Freud no hizo una revisión de la teoría de la Tr. a la luz de los conceptos de la segunda tópica o de la segunda teoría de la angustia, como tampoco de la teoría de la Contratr., por lo tanto prevaleció el concepto topográfico de inconsciente de la primera tópica, que considera a este como una serie de procesos y fenómenos que están allí en la mente del analizado, con características de atemporalidad, de fuerzas y energías pulsionales en busca de satisfacción y descarga, y al que el analista se acerca – a través de sus manifestaciones, entre ellas la Tr. – para descubrirlo y develárselo al paciente.

Sullivan

En Estados Unidos, Sullivan, considerado el padre de la psiquiatría interpersonal, planteó reemplazar el modelo de determinismo “intrapsíquico” freudiano con su propio modelo “interpersonal” y describió al terapeuta como un “observador participante”. Siguiendo esta línea, en los últimos años, especialmente en Estados Unidos, han surgido varios modelos, por ejemplo, el constructivista, el interpersonal, el relacional y el intersubjetivo (31), que han venido insistiendo en que la Tr. - así como muchas de las manifestaciones inconscientes - son fenómenos interpersonales. Sin embargo, ya Freud en las Lecturas Introductorias (1916-17) habló del “objeto nuevo” (el analista) que llevaba hacia fuera de la Tr, por tanto consideran que la senda que lleva hacia el objeto nuevo debe llevar invariablemente al reconocimiento de que el sujeto es un observador participante e intérprete guiado por sus sentimientos y teorías (11). Por tanto, para aquellos que piensen que el interpersonalismo es una cosa nueva, debemos recordar que la corriente interpersonalista se apoya en los desarrollos de esas primeras tres o cuatro décadas del siglo XX. Fundamentalmente en las teorías de Sullivan, Balint, Winnicott, Kohut y tiene antecedentes en los escritos de Heimann, Bion, Rosenfeld y otros de las escuela de las relaciones objetales, como hemos venido mostrando y como seguiremos viendo a continuación. Gabbard señala que el Modelo Constructivista, derivado de Gill y su colega Hoffman tiene dos elementos fundamentales: 1) La percepción transferencial del paciente sobre su analista está basada en cierto grado en la conducta real de éste. 2) Se considera que la participación personal del analista en el proceso tiene un efecto continuo en lo que el paciente entiende sobre sí mismo y sobre el paciente en la interacción. Lo intrapsíquico e interpersonal, aunque reconocidos como separados por los constructivistas, están irrevocablemente interrelacionados y son difícilmente separables. Sin embargo, en opinión de Gabbard (que comparto), los constructivistas han puesto un énfasis exagerado en la situación actual entre paciente y analista, mientras han subestimado el impacto acumulativo de una vida con determinado tipo de interacciones con objetos, así como las fantasías intrapsíquicas relacionadas con dichas interacciones. Estas experiencias y los significados de sus relaciones ya están en el paciente antes de ir al analista, de modo que los significados intrapsíquicos son alterados hasta cierto punto, pero no radicalmente reescritos de nuevo a causa de la subjetividad del analista (28). Entre quienes defienden el Modelo Intersubjetivista están Stolorow, Atwood, Orange, Fosshage y Lachmann. En general, consideran que la mente fundamentalmente se esfuerza en buscar una conexión relacional y una comunicación, más que en la descarga y en la gratificación de pulsiones. Para ellos el cambio más importante, como constructo motivacional central en el psicoanálisis, ha sido el cambio de la pulsión al afecto. Según Deprati “representan la perspectiva más radical ya que sostienen que todo es co-construido de modo recíproco entre paciente y terapeuta, siendo la subjetividad de cada uno, elemento activo en la configuración del encuentro analítico tanto en su forma como en su contenido. Plantean que el psicoanálisis se ocupa de la intersubjetividad forjada a igual título por analista y paciente y, por lo tanto, lo central es detectar cómo ambos construyen en el intercambio esta situación única, dejando de lado el concepto de transferencia en el sentido psicoanalítico clásico. La relación y lo que en ella sucede desde el nivel manifiesto, queda convertida en el centro del trabajo terapéutico y el analista es simplemente un igual en el encuentro, abandonando todo estudio sobre el inconsciente, sobre el conflicto intrapsíquico, el superyó y los mecanismos de defensa” (32). Sin embargo, los intersubjetivistas aceptan que la Tr. es una repetición de la forma en que se organizaron las experiencias tempranas con los objetos originales, que se actualiza como modo de organizar la experiencia con el analista, pero también piensan que la Tr. puede ser motivada por necesidades de completar el desarrollo. Deprati señala que la posición de los intersubjetivistas se corresponde con el paradigma de la postmodernidad, que en el psicoanálisis se manifiesta en la propuesta de que la realidad es relativa y no hay observación ni verdad objetiva. Piensa que el énfasis en la intersubjeticvidad, aunque enriquece la perspectiva clínica, también empobrece la comprensión del funcionamiento del psiquismo. Similarmente piensa Bleichmar, quien dice: “El gran déficit de los intersubjetivistas más radicales (Stolorow, Atwood, Orange), es el creciente desinterés por la descripción del funcionamiento del psiquismo, de las fuerzas que operan dentro de él, del conflicto intrapsíquico, de las resistencias, de la estructura del inconsciente, del superyó inconsciente... No existe un inconsciente real que está ahí al cual es posible ir aproximándose, por más imperfectas que sean las teorías del analista o su visión de él. Bajo la tesis válida de que a la realidad se accede mediante discursos, dado que estos son ineludiblemente subjetivos, se abandona todo intento de ir conociendo progresivamente esa realidad. Posición nihilista, hermeneuticista extrema...”. Bleichmar (33). Para Bleichmar el aporte más significativo de las corrientes de los llamados relacionalistas y los intersubjetivistas, tal vez sea el examen de la situación terapéutica como una construcción entre el paciente y el analista. La relación terapéutica es entendida como un encuentro entre las transferencias del paciente y del terapeuta, no siendo la transferencia algo que el paciente trae al análisis y que se despliega espontáneamente ante la mirada de un terapeuta observador, no importando quien sea éste o cómo se comporte. En cambio Abend tiene una visión más integradora. Al referirse a las lecturas interpersonales versus intrapsíquicas de la transferencia señala: “me parece que existe un desplazamiento del verdadero sentido de las diferencias, pues incluso Freud consideraba que lo intrapsíquico tenía una dimensión interpersonal. Igualmente, cualquier intento de comprender como las experiencias interpersonales son asimiladas por la mente, es también una teoría intrapsíquica. De este modo, los pensadores integradores como Kernberg, Loewald, Modell, al igual que Winnicott y otros anteriores, no han tenido problemas en atender en la Tr., tanto las vicisitudes de los deseos instintivos, como las consecuencias de las tempranas relaciones de objeto. Por eso en mi modo de ver, lo que es más significativo en relación a las diferencias entre escuelas es lo que tiene que ver con la específica naturaleza de las interpretaciones del contenido del material transferencial, y con las diferentes maneras de asumir lo que se oculta tras las observaciones de los modos regresivos de funcionamiento del yo”. Abend (34). En estos temas no es fácil mantener una postura sin contradicciones. Por ejemplo, Stolorow y Atwood critican a Sullivan, el padre del psicoanálisis interpersonal, por oscilar entre la perspectiva intersubjetiva o mantenerse fuera de la transacción interpersonal y presumir que se hacían observaciones objetivas susceptibles de “validación por consenso”. Cuestionan lo que este autor denominó “distorsión paratáxica”, que es un proceso por el cual la historia personal de una persona deforma las experiencias con otros. Sin embargo, dos páginas después se defienden de las críticas sobre su exagerado énfasis en lo interpersonal señalando que “una persona entra en cualquier situación con un conjunto establecido de de principios ordenadores que son la contribución del sujeto al sistema intersubjetivo, pero es el contexto el que determina cuáles de entre la serie de estos principios serán llamados a organizar la experiencia” (35). Ellos llaman “inconsciente prerreflexivo” a aquel que se forma en el sistema de regulación mutua niño – cuidadores, a causa de las transacciones recurrentes que dan como resultado el establecimiento de principios invariantes que organizan las experiencias de modo inconsciente. O sea, que está constituido por principios organizadores que no fueron antes conscientes y luego reprimidos, o lo que es lo mismo, que no son producto de una actividad defensiva (a diferencia del inconsciente dinámico que si está formado por represión, pero según ellos, de los estados afectivos y no de las pulsiones). Considero que se refieren al inconsciente constituido por lo que Eric Kandel denomina “memoria implícita o procesal”, que es pre-verbal. Entonces, yo diría que los principios invariantes son el aporte inconsciente intrapsíquico, aunque ellos insistan en erradicar lo que llaman “el mito de la mente aislada” y lo que intentan destacar es la prioridad del contexto sobre lo intrapsíquico. A mi modo de ver termina siendo como el asunto de determinar si es primero el huevo o la gallina, pues si el otro para mí es mi contexto, yo soy el contexto para el otro, de modo que tanto las invariantes intrapsíquicas del paciente como las del terapeuta crearan el contexto y este a su vez determinará qué principios invariantes de uno y otro son activados y así sucesivamente. Cabría preguntarse si lo que ellos llaman inconsciente prerreflexivo no es lo que va conformando la personalidad, la mente, del individuo, por tanto aunque no exista una “mente aislada”, no podemos desterrar la existencia de una “mente” que pre-existe a la relación con el analista y se despliega en la relación (aunque reconocemos que no esté “aislada” de la de éste). Su combate al “mito de la mente aislada” es tan radical que acusan incluso a Mitchell de que en su trabajo muestra “restos de la mente aislada”, a pesar de que señalan que es uno de los que se ha dedicado a “exorcizar” este mito. Y es que probablemente no sea exorcizable puesto que la relación se produce entre dos mentes, cada una con su propia subjetividad, que confluyen en la relación intersubjetiva. Aún así, ellos lo reconocen implícitamente, puesto que señalan que la organización de la experiencia está co-determinada por ambos miembros de la pareja psicoanalítica, “en las cambiantes relaciones figura-fondo entre lo que nosotros hemos denominado la dimensión de selfobject y la dimensión repetitiva de la transferencia. [Selfobject es un término de Kohut que designa a aquel objeto que, vivido intrapsiquicamenete suministra la vivencia de cohesión del self] En la dimensión selfobject el paciente anhela que el analista le suministre experiencias de selfobject que estuvieron ausentes o fueron insuficientes durante los años de formación. En la dimensión repetitiva, que es fuente de conflicto y resistencia, el paciente espera y teme la repetición de fracaso en el desarrollo. Estas dos dimensiones oscilan continuamente…” (ibid 35). En estas líneas podemos ver cierta similitud con lo que Racker planteaba sobre las “identificaciones concordantes” (con el yo y el ello) y las “identificaciones complementarias” (con los objetos y el superyó) y también hay un eco de lo que este autor señaló respecto a la transferencia de la resistencia versus la transferencia de lo resistido (36).

La transferencia como función yoica estructurativa

Algunos analistas han considerado a la Tr. no tanto como repetición de patrones, sino como función yoica; como funciones organizativas de la experiencia, basadas en esquemas primarios; y como modos de estructurar la experiencia y crear sentido. Me refiero, en este orden, a Bird, Fosshage y Ogden. Veamos algunas de sus ideas. Bird había planteado que la Tr. era una función mental universal, por tanto un mecanismo yóico para lidiar con los impulsos: el mecanismo anti-represivo por excelencia. De esta forma, según él, la Tr. es universal y no creada por el análisis, como tampoco podrá ser “resuelta” o concluida como idealmente esperaba Freud. Pero además, esto lo llevó a considerar que la Tr. del analista estará siempre presente en el análisis (26) Uno de los intersubjetivistas, Fosshage, plantea que al modelo clásico de la Tr. como desplazamiento se ha agregado otro que él denomina “modelo organizacional”. Para él, no es que se ha producido un cambio de énfasis en aspectos de la Tr., sino que lo que se ha desarrollado en un nuevo modelo. Por tanto, Fosshage define la Tr. como esquemas o patrones primarios de organización por medio de los cuales el analizando construye y asimila las experiencias de la relación analítica. Estos esquemas son activados y no transferidos, y pueden ser activados internamente o externamente (por el analista u otros). Por tanto, para Fosshage la conceptualización de la Tr. como una actividad organizativa anula la dicotomía entre percepciones realistas y distorsionadas y, por ello, anula el uso de las mismas para diferenciar entre Tr. y no Tr. Pero, además, considera que estos mismos argumentos se aplican a la falsa dicotomía entre Contratr. y no Contratr., puesto que se ha enfatizado en que la Contratr. son las reacciones a la Tr.. En cambio, el paciente y el analista co-determinan la Contratr. y la Tr. (37). Ogden, apoyado en sus conocimientos de Klein, Bion y Winnicott, llega a conclusiones parecidas en algunos aspectos. En este sentido señala que “la matriz” de la Tr. refleja el interjuego de los modos fundamentales de estructurar la experiencia. Para él, toda experiencia humana, incluyendo la experiencia Tr.-Contratr., puede ser pensada como el resultado del interjuego dialéctico de tres modos de crear y organizar el significado psicológico. Cada uno de estos modos están asociados con una de las tres organizaciones psicológicas fundamentales – posición depresiva, posición esquizo-paranoide y posición autístico-contigua (esta última planteada por él en publicaciones anteriores) (38). Es interesante el concepto de Contratr. que utiliza Ogden: “No visualizo a la transferencia ni a la contratransferencia como entidades separadas que surgen como respuesta de una a la otra, sino que más bien, entiendo estos términos para referirme a los aspectos de una totalidad intersubjetiva única experimentada separada (e individualmente) por el analista y el analizando”. Como vemos, es tentador el uso de esta definición del “tercero analítico” y de Tr. - Contratr. que utiliza Ogden porque nos simplifica ciertas diferenciaciones. Me refiero al planteamiento categórico que hacen otros analistas, como Etchegoyen, según los que la Contratr. siempre debe ser la respuesta a la Tr. del paciente porque de no serlo estaríamos ante la Tr. del analista (que en realidad es el uso que le dio Freud al concepto de Contratr.), lo cual no diferenciaría en nada a la relación analítica de cualquier otra. Entonces, la definición intersubjetivista de Ogden reformula el problema ya que la transferencia-contratransferencia es creada y evoluciona dinámicamente por la participación de ambos miembros. Este es el típico paradigma intersubjetivo. Evidentemente es muchas veces difícil saber cuánto de la Contratr. es una respuesta del analista a la Tr. de su paciente y cuánto es producto de sus propios conflictos personales y de su Tr. ante este. Sin embargo, la importancia de esto no sólo es teoríca sino técnica pues las interpretaciones serán diferentes en uno y otro caso. Tengo que decir que aunque me resulta tentativa la proposición intersubjetiva, también puede resultar en una simplificación que evita dilucidar un problema crucial tanto teórico como técnico.


Transferencia. La dialectica de lo intrapsiquico versus lo intersubjetivo
Introducción
El pensamiento dialéctico como patrón cognitivo básico
La transferencia como repetición en la obra de Freud
Dialéctica de transferencia y contratransferencia al terminar la II guerra mundial
La transferencia como situación interpersonal
Aspectos neurobiologicos y cognitivos de la transferencia
Referencias

NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





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