La masa en el cuello representa un motivo común de consulta. Frecuentemente se asocian con procesos infecciosos que se resuelven en pocas semanas. Sin embargo, el diagnóstico diferencial puede ser complejo y se relacionan con causas inflamatorias, congénitas y neoplásicas (1).
Se definen como bultos anormales en el cuello, aquellas mayores de 1,5 cms, firmes y fijas. Cuando crecen de manera progresiva se vinculan con lesiones neoplásicas. El retardo en el diagnostico puede condicionar un incremento de la morbilidad y mortalidad. La extirpación de una masa cervical en un adulto, sin las investigaciones necesarias para la identificación de un tumor primario es inapropiada (2).
La intrincada anatomía del cuello determina que el médico tratante confronte una amplia variedad de posibilidades. La comprensión de la ubicación de sus estructuras anatómicas es esencial para el diagnóstico diferencial de la masa cervical (3).
Una exhaustiva historia clínica y un cuidadoso examen físico pueden logran discernir las posibles causas. Datos específicos del interrogatorio y la exploración física ayudan a reducir las posibles causas, orientando en el tipo de exámenes paraclínicos a solicitar. La edad del paciente y la ubicación de la masa en el cuello poseen un valor predictivo sobre la etiología. Algunas patologías como las tiroideas y las de la cola de la parótida son constantes en su localización, poseen signos clínicos patognomónicos y estudios paraclínicos específicos como la punción con aguja fina (4).
La decisión quirúrgica viene motivada por la presencia de un diagnostico indeterminado con los estudios paraclínicos realizados, la sospecha de patología neoplásica maligna y para precisar la histología de las enfermedades linfoproliferativas. Las patologías congénitas, las litiasis y las neoplasias benignas son de resolución quirúrgica (1-5).