Una modificación importante a esta técnica consiste en la PCR tiempo real (PCR-RT), donde se puede monitorear la amplificación durante su desarrollo, permitiendo de esa forma la cuantificación del material genético. Otra gran ventaja aportada por la PCR-RT es la posibilidad de automatización de las pruebas (ya que elimina la necesidad de análisis posterior mediante
electroforesis en geles de agarosa, por ejemplo), permitiendo así el procesamiento de un gran número de muestras (1).
La PCR-RT fue desarrollada para el SARS-CoV2, casi al final de la epidemia, en 2003 (2), por lo que fue de poca utilidad para la misma. Posteriormente su uso se ha masificado, siendo usado por primera vez para el diagnóstico de una pandemia en Venezuela para la de H1N1pd del 2009 (PAHO). En el caso de la epidemia de Ebola en 2014, se pudo correlacionar la carga viral con la evolución de la enfermedad (4). El ejemplo emblemático de la utilidad de la medición de la carga viral lo constituye sin duda la infección por VIH-1, donde existe una clara correlación entre esa carga y la velocidad de progresión a SIDA (5).
Existe una variación a la PCR, la técnica LAMP (Amplificación isotérmica mediada por Bucle, por sus siglas en inglés), menos conocida pero que fue usada también para el diagnóstico molecular de SARS-CoV-2, causante de la COVID-19 (6), con posibilidad de adaptación a prueba de campo (7). Esta es la prueba que se usó hasta el 2022, en el aeropuerto más importante de Venezuela, Maiquetía, para la identificación de viajeros con COVID-19 retornantes al país y que n por métodos complementarios, nos permitió la rápida identificación de la entrada de la variante viral Omicron (8). En cuanto a la carga viral, ésta no tiene el mismo valor pronóstico para SARS- CoV-2 como lo tiene para VIH-1 (9).