La introducción de un nuevo fármaco desde el concepto inicial
(descubrimiento de fármaco de novo) es un proceso lento y costoso, se estima
que tarda de 10 a 17 años y un costo por encima de mil millones de dólares.
Además, del diseño y la producción, se hace necesaria una evaluación preclínica
que es un proceso que permite concluir con la investigación básica, que
involucra desde la determinación de impurezas, estabilidad, absorción,
distribución, metabolismo, excreción y toxicidad (ADMETox) de la molécula en
estudio.
Un paso clave en el desarrollo de fármacos es probar a través de ensayos
clínicos la seguridad y eficacia en humanos que normalmente comprende cuatro
fases. La fase I (3-18 meses), se evalúa la seguridad, tolerabilidad,
farmacocinética, y efectos farmacológicos medidos en un grupo reducido de voluntarios
sanos. La fase II con un tiempo de duración estimado de (1-3 años), evalúa la
efectividad, efectos colaterales y otros aspectos de seguridad, además, se
clarifica la dosis en cientos de pacientes. La fase III permite conocer la
eficacia y efectos adversos por períodos de tratamiento prolongado en varios
cientos de pacientes en hospitales y clínicas, si la molécula supera estos
estudios, se envía a los entes reguladores para su aprobación, el tiempo
estimado se calcula entre 4 meses y 9 años. La fase IV es el período en el que
el que la nueva molécula va al mercado.
Las estadísticas indican que por cada 5000 a 10000 moléculas
sintetizadas sólo una llega al mercado.
El reposicionamiento de drogas también conocida como (reutilización,
reperfilado, cambio de uso terapéutico, cambio de indicación, entre otros), se
define como una estrategia para identificar nuevas aplicaciones para
medicamentos aprobados o que son candidatos a medicamentos para uso clínico en
una patología en particular. Es una estrategia que se hace cada vez más común,
la gran ventaja de este enfoque es que la farmacocinética, farmacodinámica y
los perfiles de toxicidad de las drogas ya han sido establecidos, lo cual
reduce el tiempo y costo significativamente. Casi todas las drogas usadas en la
terapia tienen el potencial de abordar más de un blanco, esto ha sido
determinado gracias a los avances en la genómica, proteómica, la
bioinformática, entre otras herramientas científicas.
Existen muchos ejemplos de reposicionamiento plasmados en la literatura,
entre ellos podemos mencionar: la cloroquina, diclofenaco, talidomida,
metformina, vardenafilo, aspirina, etc. (Fig. 1).
Por ejemplo, la cloroquina su uso primario es como antimalárico, uso
potencial contra la amebiasis, artritis, lupus y tratamiento de cáncer de
páncreas y mamas; el diclofenaco uso primerio analgésicoantipirético, uso
potencial tratamiento de gliomas, cáncer de piel; la talidomida uso primario
nauseas matutinas en mujeres embarazadas, uso potencial tratamiento de cáncer
de próstata, linfoma, leucemia; la metformina uso primario diabetes tipo II,
uso potencial tratamiento de cáncer de próstata, mama, pulmón, endometrio,
vejiga; el vardenafilo uso primerio tratamiento de desórdenes cardiovasculares,
uso potencial disfunción eréctil, gliomas; la aspirina uso primario
analgésicoantipirético, uso potencial inhibidor de la agregación plaquetaria,
prevención del carcinoma colorrectal.
Motivado a esas bondades que presenta esta herramienta a la comunidad
científica que trabaja en el área, se abren oportunidades de financiamiento por
entes reguladores como la Administración de alimentos y drogas de Estados
Unidos de Norte América, la Agencia Europea del Medicamento, entre otros
agentes reguladores.
Es entonces que, desde hace quince (15) años en la
Unidad de Síntesis de Medicamentos emprendimos varios proyectos dirigidos a
emplear el reposicionamiento acompañado de la hibridación de moléculas
para la búsqueda de viejas y nuevas entidades químicas destinadas al tratamiento
de tres patologías que son de gran importancia a nivel mundial, regional y
local, como lo son la malaria, leishmania y cáncer.
Como moléculas modelos hemos usado la cloroquina y el metronidazol, los
estudios nos han permitido desarrollar cambios sutiles en el auxoforo de cada
molécula, generándose resultados muy prometedores en las nuevas moléculas que
las hace candidatas a un potencial uso para el tratamiento de las patologías
antes mencionadas.
Para la cloroquina se han alcanzado modificaciones en la posición 4 de
la cloroquina, donde el átomo de azufre ha jugado un papel importante en
potenciar tanto el efecto antimalárico como anticáncer (Fig. 2).2,3
Para el metronidazol, estas modificaciones han alcanzado un efecto potenciador de la actividad leishmanicida (Fig. 3).3