Julio-Septiembre 2003 16
ISSN 1317-987X
 
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Personajes
 





Jacinto Convit: el lado humano de la medicina

Frutos del trabajo tenaz

Quien ha vivido para la ciencia con la intensidad que Convit lo ha hecho, tiene mucho que contar. Afortunadamente, tiene buena memoria. En ocasiones deja fluir la conversación y, rato después, luego de escarbar entre los recovecos de su mente, saca a relucir detalles de preguntas hechas con anterioridad. Sin embargo, pese a los saltos constantes de una época a otra, Convit se mantiene atento a todo cuanto ocurre a su alrededor.

En septiembre de 1938 recibió el título de Bachiller en Filosofía, y enseguida presenta la tesis “Fracturas de la Columna Vertebral” que le hizo merecedor del título de Doctor en Ciencias Médicas.

En aquel tiempo, el tratamiento contra la lepra consistía en el uso del aceite que se extraía de un árbol asiático llamado chamulgra. Con la colaboración de un químico danés de nombre Jorge Jorgesën, refinó el líquido y pudo atender a más pacientes.

Al proseguir con la investigación se toparon con un trabajo de un médico misionero inglés de apellido Miur, que había descubierto un producto compuesto de sulfa y el diamin llamado difenil sulfona (DDS). Entonces, buscaron la forma de conseguir varios kilos de estos componentes; y con la ayuda de un farmaceuta de origen polaco prepararon tabletas que le suministraban a los pacientes, relata el galeno. Al cabo de un año la mejoría era notoria.

“Era una maravilla, porque no había otra cosa. Entonces nos presentamos en el Ministerio de Sanidad. Iniciamos un programa de lucha antileprosa. Fuimos convenciendo a todo el mundo. Comenzó a cambiar el panorama. No tuvimos sino que meter un poco el corazón. Entrenamos a médicos para que se trasladaran a los hospitales rurales. Parecía un milagro, una película bonita”, narra.2

Todo este escenario, alentador sin duda, daba cuenta de que era y es posible humanizar el sufrimiento de la gente, quien, como sostiene Convit, espera que la sociedad en su conjunto actúe. Para reforzar sus ideas, cita al escritor alemán Goethe: “Ser humano es un deber”.

El paso siguiente fue reclutar al equipo con el que trabajaría en los centros asistenciales. Así se estructuró una red formada por estudiantes próximos a graduarse y médicos ya graduados. Algunos de ellos eran extranjeros. “…Les hablaba de la altísima tasa de infección que existía en el país, del riesgo que corríamos. No fue un trabajo difícil reunir varios grupos de muchachos. Quien tuviera dos dedos de frente, sabía que había que hacer algo. Un médico, un hombre de ciencias, no puede quedarse encerrado en cuatro paredes. Tiene que salir a la calle y ver cuáles son las necesidades de la gente.” 2

En 1946, Convit es nombrado Médico de los Servicios Antileprosos en Venezuela y junto a su equipo diagnostican 18 mil leprosos en todo el país, tras lo que organizan 24 centros de atención. Ya en 1949 había uno o dos servicios de dermatología sanitaria en cada estado de la nación. Ante tales logros, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) mostró interés y envío a su personal a entrenarse a Venezuela de la mano de Convit, quien insistía en que los pacientes debían ser vistos como portadores de una enfermedad igual a las demás, y, por ende, sentían, sufrían y padecían como cualquier otro enfermo lo hacía.

La inoculación del bacilo de la lepra en armadillos (cachicamos) permitió obtener el Micro Bacterium Leprae de Armadillo que en adición a la BCG (vacuna de la tuberculosis) dio origen a la vacuna contra aquel flagelo. En 1998 la tasa de enfermos de lepra se había reducido a 0.6 casos por cada 10 mil habitantes.

Luego de controlar la Lepra y otras enfermedades endémicas, Convit se plantea el reto de crear un centro de investigaciones científicas. Así, nació el Instituto de Dermatología, que posteriormente se llamó Instituto de Biomedicina de Caracas (IBC), el cual dirige desde 1972, y es desde el 2 de julio de 1973 la sede del Centro Internacional de Investigación y Adiestramiento sobre Lepra y Enfermedades afines de la Organización Panamericana y Mundial de la Salud. Allí, después de mucho esfuerzo conjunto y continuo, surgió la vacuna contra la lepra, que sirvió de base para la vacuna contra la Leishmaniasis.

En el caso de la Leishmaniasis Cutánea Localizada (LCL), la utilización del mismo modelo de vacuna de la lepra permitía inmunizar a los pacientes que mostraban deficiencias en la respuesta específica ante el parásito. En 1987 se publicó un primer trabajo, en el cual se comparan a dos grupos de pacientes: unos tratados con tres inyecciones de la vacuna antilepra y otro con 20 inyecciones de antimoniato de meglumina (Glucantime), que era el tratamiento estándar de la enfermedad. Al cabo de 32 semanas, 94% de ambas muestras se habían curado, al tiempo que se observaron efectos secundarios en 5,8% del primer grupo y 52,4% del segundo. De esta forma, la inmunoterapia se presentaba como una herramienta para tratar la LCL a costos y riesgos bajos, por lo que podía aplicarse en servicios asistenciales sin ameritar la supervisión de especialistas.

Más tarde, en 1992, la Organización Mundial de la Salud (O.M.S) y el Banco Mundial efectuaron una reunión internacional de vacunas contra la Leishmaniasis en la población de Sanare, en el occidente de Venezuela. Allí se reunieron expertos en la materia como K. Bahar, David Sacks, Fabio Zicker, Richard Locksley y José Antonio O’Daly (inmunólogo de John Hopkins University, de Estados Unidos, e investigador del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas) y Convit, por Venezuela. Tras la presentación de las propuestas de todos los investigadores, se concluyó que el protocolo realizado por Convit y su equipo reúne todos los requisitos - en cuanto a diseño, aplicación y desarrollo general - para la posterior evaluación de la vacuna.

No obstante, se sugirió la utilización de test cutáneos de conversión después del suministro de cada dosis de vacuna. También se hizo énfasis en la necesidad de contar con “consentimiento informado” del paciente.

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NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





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