Una de las formas de cómo Ildemaro Torres tuvo la oportunidad de mantener el paralelismo de lecturas humanísticas y científicas fue a través del escritor Argenis Rodríguez. Él atendía una librería que estaba ubicada en el Centro Simón Bolívar llamada "Pensamiento Vivo" y sabía que Torres estudiaba medicina. Su tiempo era límitado, por lo que cuando lo veía hojeando un libro le podía decir "saca tiempo de donde no tengas para leértelo" cuando era muy bueno.

¿Cómo distribuir ese tiempo tan ocupado de un médico con el disfrute de actividades en el ámbito de las artes?

Creo en la distribución del tiempo a partir de una jerarquización de los compromisos o de los intereses que uno tenga. Desde que yo era estudiante de medicina, tuve que modificar mis hábitos de sueño. Entonces o uno se hacía madrugador o noctámbulo. Luego, al final de la carrera nos veíamos en la obligación de trabajar en puestos de emergencia a cualquier hora. Eso hizo en mí una especie de noctámbulo que me complace ser.

¿Lo es todavía?

Definitivamente sí. Cuando digo que duermo tan pocas horas, lo digo como si no estuviera hablando como un hecho heroico ni exponiéndome como un hombre sacrificado por la literatura y la ciencia. No, en lo absoluto. Sencillamente ese es el tiempo que duermo y muy bien.

¿La pasión por lo humorístico le comenzó como una simple afición?

Me comenzó como una derivación natural, con la cual más atrás en el tiempo, tiene que ver con las lecturas de Aquiles Nazoa y la degustación del humor de Job Pim. Inclusive, fue un mecanismo más intuitivo que racional, por eso uso la palabra suerte la cual no soy muy dado a usar.

¿Entonces no cree en la suerte?

Por lo menos creo más en el trabajo.

¿Cómo fue su incursión en la caricatura?

Me he dado cuenta de que de haber seguido haciéndolo, nunca habría pasado de ser un dibujante de ideas primarias. Como digo cuando me han entrevistado por los libros de Zapata y el humorismo gráfico, lamento no ser humorista porque me gustaría ser un creador del humor, pero en realidad lo que soy es un degustador del humor.

Por extensión, me fui a ser una especie de estudioso del asunto, de allí mi amistad con Rus, con Rogelio Naranjo de México, Roberto Fontanarrosa, Hermenegildo Sabat. Tengo una amistad muy linda con cada uno de ellos y siempre me envían cosas con dedicatorias hermosas. Yo represento entre ellos un curioso ejemplar, un médico a quien le gusta eso.

¿Y el Ildemaro Torres científico?

El haber conocido la obra de Job Pim y Aquiles Nazoa, que ha sido un humor que nadie puede calificar de elitesco sino de popular sin caer en lo procaz, ordinario y grueso, me llevó a buscar una explicación más dentro de la lógica, entonces pienso que cada día es y tiene que ser más compatible la formación científica de alguien con la humanística. Es decir, un hombre de hoy no puede permitirse la ignorancia de esa otra mitad y conformarse con la que él tiene u ocupa.

¿Se refiere usted a que la explicación psicológica que divide al cerebro en dos: en el hemisferio derecho, la parte humanística del ser y el lado izquierdo, el cual se refiere al desarrollo racional humano debe ser más tomada en cuenta por los científicos?

Un científico de hoy no puede permitirse ignorar a los hombres de letras del mundo, sobre todo cuando tenemos los conocimientos de los demás a la mano. Pero la razón de fondo de la cual yo parto, como mi condición esencial de universitario, es buscar abarcar cuanto más pueda en el campo de conocimientos. Esta es una forma, incluso, de retribución agradecida a la institución que tanto nos da.