En octubre del a?o 1971, se dio en Maracaibo, Venezuela, el VIII Congreso Latinoamericano de Patología. Un ginecálogo (Jorge N?gel) y un patélogo (Elio Casale), ambos venezolanos que ejercían en Caracas, demostraron en un trabajo libre la presencia de part?culas virales en unas lesiones del cuello uterino que aparecían como manchas rosadas; para ello habían utilizado el microscopio electr?nico (ME).

 

 Jos? Trinidad N??ez Montiel era un ginecálogo reconocido como colposcopista en Suecia y en Argentina, donde para la época iba a hablar en los congresos sobre ?mosaicos? y ?recuadrados?, unos términos esotéricos para casi todos los ginecálogos venezolanos (en esos tiempos ni los norteamericanos le daban mucha importancia al colposcopio como arma diagnística). JT N??ez Montiel s?, él era capaz de demostrar -utilizando una pinza que abría todo el canal endocervical y usando lugol- dínde estaban los focos de displasia en los sitios más recánditos del cuello uterino. Cuando Nu?ez Montiel escuch? lo que decían Nagel y Casale en el VIII Congreso de la SLAP, inmediatamente pens? que podíamos, con la ayuda del colposcopio y de un microscopio electr?nico (ME), resolver el problema del origen del cáncer cervical.

 

Dr. Jos? T. N??ez	Dr. Jorge Nagel	Dr. Elio Casale Ochoa

 

Ya habíamos examinado muestras del c?rvix, mirado las tricomonas y su efecto sobre el epitelio cervical, habíamos tomado muestras de casos de tricomoniasis con el ME y estábamos pensando en comunicar nuestros hallazgos en unos trabajos que serían publicados unos a?os más tarde (1, 2, 3, 4). Sabíamos que los virus del Papiloma Humano producían las verrugas en la piel y los condilomas en las mucosas, los cuales evidentemente eran verdaderos tumores. Aquellos crecimientos con apariencia de coliflor, los condilomas genitales, eran tumores ginecológicos que se veñan en mujeres de escasos recursos, y el cáncer y la pobreza nos parecía que iban juntos.

 

Tan pronto termin? el Congreso de la SLAP del a?o 1971, nos dimos a la tarea de tomar biopsias y de buscar hasta detectar las part?culas del VPH en el cuello uterino. Vimos los virus en exudados, en el n?cleo de muchas cálulas y destacamos características ultraestructurales que no se conocían ya que las muestras histológicas tan solo mostraban cambios que eran para aquel tiempo muchas veces interpretados como áreas con sobrecarga glucogúnica. Entenderíamos -con la sencilla tinción con el reactivo de Schiff- que no era glic?geno lo que modificaba el epitelio exocervical. Era dif?cil convencer a mis colegas patélogos de que los halos coilocóticos en los cortes histológicos no eran gluc?geno. Cuando N??ez Montiel les hablaba de los virus, sencillamente se reñan, pues para la época, nadie nos creña. (Ver las at?pias coilocóticas en la Figura 1).

 

Fig. 1. At?pias coilocóticas

 Dos a?os despu?s, en el siguiente IX Congreso Latinoamericano de Patología (1973) present? en un par de trabajos libres nuestros resultados. Fue en septiembre en M?rida, en la pen?nsula mexicana de Yucatán. Al final de la presentación de ambos trabajos, el Dr. Javier Arias Stella que había estado presente se me acerc? para decirme que seguramente yo no tenía idea de la importancia de lo que acababa de mostrarles, pero que era algo crucial.