Richard Páez Monzón: Nunca se pierde, se aprende
Fecha de recepción: 31/12/2000
Fecha de aceptación:
31/12/2000
Las vueltas de la vida, esas que tildan de misteriosas, hicieron que un médico colgara a ratos la bata blanca, sin despojarse por ello del halo del científico, y vestido con pantalones cortos y zapatos deportivos, invadiera los campos verdes para inyectar optimismo, constancia y ambición a la selección venezolana de fútbol, aquejada para entonces por el miedo y la inseguridad. Los logros alcanzados indican que el diagnóstico y el tratamiento fueron acertados. El espíritu de los venezolanos lo agradece.
El balón como norte y la medicina por rumbo
Cuando llegaba junto con casi una veintena de jóvenes, muchos le esperaban ya con expectación y veían como, uno tras otro, descendían del autobús, que tras recorrer buena parte de la urbe caraqueña traía a la oncena de fútbol nacional y a su mentor: Richard Páez Monzón.
Quienes allí se encontraban, por una u otra razón, sabían quién era, especialmente porque, de un tiempo a esta parte, es común para los venezolanos verlo en la televisión, en la prensa o escucharlo en la radio, ya sea para hablar de la selección o para promocionar algún producto. Sin embargo, no muchos sabrían que Richard Páez, es médico, egresado de la Universidad de Los Andes (ULA), en Mérida, Venezuela, con postgrado en traumatología en la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Entonces, de frente a las extensa llanura verde del Estadio Olímpico de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Richard Páez, venezolano, nacido en Mérida, el 31 de diciembre de 1953, lleva el uniforme vinotinto con imponencia. Su voz grave, esa misma que delata su procedencia andina, va acompañada de un brillo en los ojos, nada extraño en quien se define como un soñador.
El encuentro se realizó no con la calma necesaria, sino con la prisa que el momento exigía. Preguntas iban y respuestas venían al tiempo que el equipo se disponía a entrenar para próximas citas. La primera contra Estados Unidos, cuyo resultado no fue el deseado, y la otra contra Jamaica, donde los dos tantos nacionales se tradujeron en celebración colectiva. De este modo, se obtuvo la cuarta victoria consecutiva en casa y sin recibir gol alguno de los adversarios.
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