A pesar de que cree más en el trabajo que en la suerte, dice poseer algo de ésta última cuando habla de las oportunidades que tuvo para desarrollarse en lo que él quería. Algo paradójico entonces. Considera como parte esencial y definitiva en su vida su condición de universitario, el haber comenzado a leer y a descubrir cosas a temprana edad. Un tanto afortunado. Noctámbulo por excelencia y, gracias a eso, aprovecha todas esas horas para leer.

Job Pim y Aquiles Nazoa ejercieron la influencia más poderosa entre todo ese mar de autores. De ellos deriva también su pasión por el dibujo y la literatura humorística, a pesar de que piensa que es algo intrínseco en él. Más intuitivo que racional tal vez.

Capaz de mandar al demonio a quien intente reprimirle sus ideales a cambio de un empleo, así como lo hizo recién llegado de Chile, luego del derrocamiento de Allende. Se considera agnóstico y por eso, cree que todos los seres humanos tienen el derecho al disfrute de la vida. La mesa de su casa es redonda, es decir, no hay cabecera. Las decisiones se hacen en conjunto y nadie obliga a hacer nada a nadie. Podría decirse entonces que su hogar podría ser el falansterio que propuso alguna vez Charles Fourier.

Es Ildemaro Torres. Hombre pausado, pero de sólido y exquisito hablar. Nació en Cumaná hace 63 años. Es médico egresado de la Universidad Central de Venezuela, Doctor en Filosofía de la Universidad de Birmingham de Inglaterra, profesor fundador de la Escuela de Medicina de la Universidad de Oriente y profesor titular en la Facultad de Medicina en la UCV.

Por otro lado, fue Director de Cultura de la Universidad Central de Venezuela y presidente tanto de la Fundación Cinemateca Nacional como del desaparecido Fondo de Fomento Cinematográfico (FONCINE). También fue miembro principal del Consejo Directivo de la Fundación Celarg.

Entre un sin fin de artículos e investigaciones en el área médica, tiene en su haber tres libros, dos de ellos considerados joyas del humorismo gráfico en Venezuela: un ensayo biográfico del caricaturista venezolano más conocido como lo es Zapata y un análisis de la evolución del género humor gráfico en Venezuela. Además cuenta con dos ensayos testimoniales: "Chile, de Allende a la Junta Militar", el cual relata, sin ánimos de héroe como él mismo lo dice, las experiencias vividas en uno de los procesos más sangrientos vivido por un país latinoamericano y "Ernesto Cardenal en Solentiname", crónica que relata el regreso de este personaje a su país de origen: Nicaragua.