Psiquiatría
Validez, mitos y falsas creencias sobre el psicoanálisis
Fecha de recepción: 17/10/2007
Fecha de aceptación:
17/10/2007
Introducción
Cuando se me ofreció dictar un curso sobre psicoterapia psicoanalítica y psicoanálisis a residentes de postgrado de psiquiatría y psicología clínica, pensé que antes de comenzar a estudiar los conceptos básicos era conveniente aclarar la validez del método y algunas de las dudas y falsedades que se escuchan con más frecuencia, tanto entre los legos como entre profesionales de la salud mental. Por tanto, este artículo está destinado principalmente a los que se inician en el conocimiento de esta disciplina y no pretende ser una revisión exhaustiva de la epistemología del psicoanálisis.
Me referiré al psicoanálisis tal como repetidamente lo definía Freud: método de investigación, teoría de la personalidad y terapéutica, aunque la Sinopsis de Psiquiatría de Kaplan y Sadock (1) lo define como una teoría de la personalidad, un método de investigación y una disciplina científica.
Antes de discutir las que considero falsedades, haré un breve repaso de las que considero las causas de los ataques y cuestionamientos al psicoanálisis, con una breve referencia a las razones específicas en España.
Origen de las críticas al psicoanálisis
De manera esquemática y un tanto arbitraria, dividiré las fuentes de crítica o ataque al psicoanálisis en dos grupos que comentaré brevemente pues estudiarlas trasciende el propósito de éste trabajo.
El primer grupo lo constituyen las cuatro que considero más importantes y que han acompañado al psicoanálisis a través de toda su historia:
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El rechazo proveniente de motivaciones inconscientes, debido a la herida narcisista que produce el psicoanálisis al mostrar aspectos reprimidos, tanto sexuales como agresivos, por los que el ser humano no es totalmente consciente y dueño de sus actos.
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La proveniente de la ya antigua dualidad cartesiana mente-cuerpo y de la histórica rivalidad entre los llamados organicistas y los psicologicistas.
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La genuina crítica a los errores metodológicos del psicoanálisis y al abuso de las teorías clínicas, técnicas y metapsicológicas, siendo estas últimas las más vulnerables.
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El conocimiento insuficiente de la epistemología en general y del psicoanálisis en particular, pues una mentira repetida muchas veces termina por ser creída y esto el lo que ha pasado con ciertos tópicos anti-psicoanalíticos. Muchas de las críticas provienen de un escaso o nulo conocimiento del tema. En cambio aquellos quetienen un conocimiento amplio del psicoanálisis son mucho más objetivos y desapasionados en su crítica, como sucede con Lázaro Sánchez, profesor de Historia y Teoría de la Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, a quien citaré varias veces en el transcurso de este artículo.
El segundo grupo lo constituyen las críticas que se fueron añadiendo con el paso del tiempo, entre las cuales enumeraría las siguientes:
- Alcances terapéuticos variables e inciertos que dependen de las diversas patologías y pacientes; lo que también sucede en otras psicoterapias o farmacoterapias, a diferencia de los más rápidos o más tangibles resultados de algunas especialidades médicas, aunque no todas.
- Publicaciones y conferencias psicoanalíticas (o pseudo-psicoanalíticas) extremadamente especulativas, con inapropiado manejo de la metapsicología, de la clínica o con una tendencia a mezclarlas con filosofía, poesía, imaginación y cualquier otra cosa que parezca profunda o que por metafórica, sugiera algo aunque no se sepa a ciencia cierta qué cosa es. Y en este punto no me refiero a los aportes que desde la filosofía, la lingüística, la antropología, la epistemología, etc. se han hecho al psicoanálisis y viceversa, sino a aquellos escritores que como decía Nietzsche ?enturbian sus aguas para que parezcan profundasí. Con lo cual lo que se ha conseguido es un innecesario distanciamiento de otras disciplinas o que se tache a los psicoanalistas de crípticos, confusos, cuando no de poco serios.
- La mala praxis, pues aunque charlatanes o malos profesionales los hay en toda ciencia, esto por sí sólo no suele ser suficiente para dañar la reputación de una disciplina. Sin embargo, existe un creciente número de personas que un buen día, después de leer un par de artículos e ir a tres conferencias deciden ejercer de psicoanalistas. Éste intrusismo es más difícil que suceda en otras profesiones y fue al que Freud llamó psicoanálisis silvestre, previniéndonos del riesgo que implicaba para los pacientes y la profesión. Lamentablemente las regulaciones relativas a la formación y ejercicio del psicoanálisis en distintos países son variables, insuficientes o inadecuadas, por lo que proliferan diversos grupos que contribuyen al descrédito. Tal como dice Lázaro Sánchez (2) ?? hay sociedades privadas de muy distintas características y envergadura ? desde las de carácter internacional hasta las que forman cuatro colegas en un piso alquilado - cada una de las cuales se considera a sí misma una institución psicoanalítica válida para la formación, la acreditación y la práctica clínica (y descalifica generalmente a las demás)?.
- Los casos de seria psicopatología personal entre profesionales de la salud mental se usan para argumentar que ello prueba que el método es inadecuado pues no ha podido ?curar? al propio profesional. Así, con frecuencia se oye decir que todos los psiquiatras o los psicoanalistas son élocos? y de este modo los presentan en muchas películas.
¿De donde procede un tópico tan manido? Por una parte, se debe a que en no pocas ocasiones la motivación inconsciente para elegir una profesión relacionada a la salud mental está vinculada a la presencia de psicopatología personal o familiar, en un intento de comprenderla y repararla. Por otra parte, se debe a que el trabajo con trastornos mentales tiene efectos tóxicos, por así decirlo, sobre la propia salud mental del profesional y esto es aún más notorio cuando en éste hay patología significativa previa o cuando no cuenta con un adecuado proceso psicoterapéutico personal que le permita procesar estos ?tóxicos? sin ser excesivamente afectado por ellos. Pero en buena medida también se debe al atávico temor a la enfermedad mental, al temor a su contagio y a su desplazamiento sobre quienes trabajan con ella.
Además de lo antes planteado, en España el rechazo al psicoanálisis tiene su propia historia y vale la pena sintetizar la revisión histórica de la psicoterapia que hace Demetrio Barcia (3). Según él, la primera causa del rechazo en España se debe a que antes de 1920 filósofos como Ortega y Gasset y psiquiatras como Fernández Sanz fueron muy críticos con el psicoanálisis y dejaron una influencia importante en sus seguidores de las siguientes décadas. Entre ellos Rodríguez Lafora, Sanchís Banús, Mira y López, Vallejo Nájera y Prados Such, que aunque aceptaron algunos aportes del psicoanálisis, prácticamente se mantuvieron distantes. No fue sino hasta 1930 que regresó de formarse en Berlín el primer psicoanalista español, Ángel Garma, pero no logró la aceptación de los psiquiatras contemporáneos y además emigró a Argentina durante la Guerra Civil.
La segunda razón de la no aceptación del psicoanálisis en España fue que los psiquiatras eran neuropsiquiatras y se movían entre ambas disciplinas, dentro de una órbita organicista reforzada por la influencia de Ramón y Cajal, de quienes fueron discípulos directos la mayoría de los de esa época. No es sino en la post-guerra que se crean las cátedras universitarias de psiquiatría y cuando comienza realmente ésta.
Después del año 39, al terminar la Guerra Civil, la orientación psicoterapéutica se mantuvo dentro de la tradición antropológico ? existencial, propia de las concepciones filosóficas imperantes.
Considero que la situación política de la España de Franco tampoco fue favorable para las ideas psicoanalíticas. En tal sentido, Barcia cita a Glick: ?A pesar de una acomodación general con los modelos previos de polarización sociopolítica (con los liberales tendientes a favorecer y los conservadores a cuestionar las ideas freudianas) la oposición católica fue relativamente suave?.
En el apartado siguiente me referiré a la posición de López Ibor y Laín Entralgo.
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