Entrevista al doctor José Francisco y la profesora Consuelo Ramos: Historia de la pediatría en Venezuela (2da parte)
La enfermedad social: el reto del presente
La dedicación de figuras como Pastor Oropeza, Gustavo H. Machado, Ernesto
Vizcarrondo, Espíritu Santo Mendoza, Lya Imber, Guillermo Hernández
Zozaya, Simón Gómez Malaret - considerados padres de la pediatría
moderna venezolana -, aunado al trabajo emprendido por quienes siguieron sus
huellas, entre ellos Gabriel Barrera Moncada, Francisco Castellanos, Hernán
Quintero Uzcátegui y muchos otros “pupilos”, terminó
dando sus frutos, pues desde mediados del siglo XX, el escenario infantil
del país se había vuelto totalmente distinto al de la Venezuela
atrasada y rural del siglo XIX y de los tiempos del dictador Juan Vicente
Gómez (1908 – 1935).
Las enfermedades
que eran “cotidianas” para los niños venezolanos: gastroenteritis,
necatoriasis, paludismo, tuberculosis, viruela y demás dolencias, comenzaron
a ser progresivamente controladas y erradicadas del territorio nacional, por
lo cual dejaron de causar los altos índices de mortalidad de antaño,
muchas de ellas debido también a las vacunas y al uso de antibióticos
y otros medicamentos modernos. De hecho, el pediatra y profesor universitario
José Francisco, señaló al respecto que en la actualidad,
las cifras oficiales de mortalidad infantil están alrededor de 17 muertes
por cada mil nacimientos. Si se compara con las estadísticas de los años
treinta, las cuales presentaban cifras de 120 a 140 fallecimientos por cada
mil nacimientos, puede apreciarse la dimensión de los progresos realizados
en esta particular materia.
La atmósfera
política y social reinante en el país y en el mundo, también
contribuyó a trasformar aquella situación. Para el año
1946 la Organización de la Naciones Unidas (ONU) había creado
el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF); en 1959, los Derechos
del Niño habían sido declarados (también por la ONU) y
1979 fue decretado como el Año Internacional del Niño. Por su
parte en Venezuela, se respiraban aires de progreso y desarrollo. Se estaban
construyendo modernas autopistas, grandes complejos habitacionales de carácter
popular, universidades, hospitales y centros comerciales, entre otros desarrollos
urbanísticos.
Este proceso
de crecimiento acelerado – sobre todo en las principales ciudades del
país, tales como Caracas, Maracaibo (Occidente de Venezuela), Valencia
y Maracay (centro-norte de Venezuela) –, junto con la condición
de país monoproductor generó a su vez un proceso de urbanización
caótico e improvisado, denominado “Disturbanización”
por el investigador norteamericano Derrick Jelliffe, lo cual dejó como
secuela el surgimiento de voluminosas poblaciones marginales con condiciones
de vida paupérrimas, el colapso de los servicios públicos, hacinamiento
humano, la escasez de empleos, el incremento de la violencia interpersonal especialmente
intrafamiliar e infantil y por tanto de los índices delictivos, aumento
en los niveles de contaminación y aparición de un nuevo tipo de
patología compleja y multicausal: la enfermedad social moderna. Es decir,
elementos tan fundamentales para el bienestar físico y mental del niño,
como la familia, la escuela, el medio ambiente y los servicios de salud dejaron
de funcionar como deberían, haciendo que los problemas relacionados con
el cuidado de la niñez (y posteriormente la adolescencia) dejaran de
ser exclusivamente sanitarias. Al menos así lo cree el doctor Francisco:
“Es
verdad, casi desaparecieron el paludismo, la difteria, la tuberculosis prácticamente
dejó de ser un dolor de cabeza, se erradicó la viruela, el sarampión
y la poliomielitis están bajo control, hoy día el 95% de los casos
de diarrea pueden ser controlables a través de la rehidratación
oral, el tétanos disminuyó a menos de diez muertes anuales…En
fin, el panorama epidemiológico venezolano cambió, pero surgieron
entonces los problemas de la disolución y violencia familiar, del abuso
infantil, el consumo y tráfico de drogas desde edades muy tempranas,
todo paradójicamente, nadando en inconmensurables recursos económicos
que han sido y son mal administrados (…). Hay patologías recurrentes
como la desnutrición moderada y grave que había disminuido considerablemente
en los años 70 e inicios de los 80. Lamentablemente vemos de nuevo, en
la última década, la existencia de niños hinchados por
el hambre, que si sobreviven, tendrán lesiones cerebrales definitivas
que les impedirá insertarse con éxito en trabajos especializados.
Esto sin referirnos a la llamada “hambre oculta”, denominación
que se ha dado a las carencias de micronutrientes como el hierro (anemia y limitación
para el aprendizaje), yodo, (retardo mental), ácido fólico (malformaciones
congénitas), entre otras”.
Los especialistas
José Francisco y Consuelo Ramos aclararon que la realidad del presente
no sólo afecta a las clases sociales menos pudientes. Los grupos socio-económicos
con mayores recursos también han experimentado deformaciones en su manera
de vivir, lo cual redunda en efectos negativos para estos niños y jóvenes.
“Cuando una madre levanta a un niño a las
cinco de la mañana en los Altos Mirandinos (alrededores de Caracas),
por ejemplo, y lo coloca medio dormido en un carro para dejarlo a las siete
de la mañana en una guardería ubicada en la capital y que, después
de todo el día en la guardería, lleguen los padres a las seis
de la tarde a buscarlo, para que llegue a su casa como a las nueve de la noche
– si no llueve ni se tranca el tráfico – y que pongan al
niño a hacer su tarea, si la tiene, para que después al día
siguiente lo vuelvan a despertar a la misma hora…Eso es maltrato. Enviar
a un niño a una guardería antes de los tres años es un
maltrato, aunque sea por razones de trabajo; esto será un atenuante pero
está muy lejos de lo ideal. Sin embargo, se acepta como algo completamente
“normal”, porque el papá y la mamá trabajan, y ambos
tienen que hacer uno o dos postgrados para seguir empleados…Pero…
¿Y quién se ocupa del niño?”, reflexionó,
el doctor Francisco.
Las realidades
de ambos extremos son la base en la cual se apoyan para señalar que el
reto presentado a los pediatras de hoy es, si se quiere, mucho más exigente
y difícil de cumplir, que el de sus predecesores, pues cuando se trata
de enfermedades como paludismo, sarampión, viruela, etc., las soluciones
suelen ser puntuales; pudiendo ser ejecutadas con políticas sanitarias
dirigidas hacia un determinado objetivo y con el uso del tratamiento médico
adecuado para cada caso. Pero, para que se resuelvan problemas como el desempleo,
el mal funcionamiento de las escuelas, hospitales, ignorancia, subdesarrollo
cultural, la desintegración del núcleo familiar, madres adolescentes
en número superior a ciento veinte mil anuales, hogares monoparentales
sin apoyo, los efectos de la violencia, la drogadicción y la violencia,
entre otros, no existe “política puntual” ni vacuna que valga.
Es un problema mucho más complejo.
“(…)La pediatría actual tiene que enfrentarse
a esta nueva patología que tiene un importante componente social, económico
y político; pero sobre todo económico – social y donde lo
biológico sigue jugando un papel, pero no tanto como los años
en los cuales no había vacunas ni antibióticos. Si uno quisiera
hacerse una idea sobre lo que está pasando con los niños en Venezuela,
uno ni siquiera tiene que subir a un barrio a ver los millones de niños
y adolescentes que viven en los ranchos y no están estudiando, o entrar
en un apartamento, o acercarse a las escuelas. Uno camina por las calles de
Caracas (…) y ve, cada día, más niños en la calle,
cuyo futuro es incierto, muy probablemente la cárcel o el cementerio
(…).
Este panorama
complejo conforma una situación mixta, de país desarrollado y
subdesarrollado, que amerita acciones ingeniosas Así que la solución
de los problemas y la superación de los retos de hoy día para
niños y adolescentes, van más allá de la estrategias sanitarias
tradicionales; es indispensable la existencia de una voluntad política-colectiva,
suficientemente decidida a formular planes que sean posibles, sostenibles en
un mediano y largo plazo y cuya finalidad fundamental sea hacer del bienestar
general de los niños y adolescentes del país el verdadero protagonista.
En palabras del doctor José Francisco “No
se trata sólo de un problema de pobreza económica. Es mas bien,
un grave problema social, educativo, económico y cultural de todo el
país, que necesita esfuerzos sostenidos, sistemáticos, organizados.
No espasmódicos, ni planes de momento. Tendrían que ser planes,
basados en la productividad, equidad y pertinencia social con participación
de todos los sectores, con una óptica biopsicosocial, a mediano y largo
plazo que en 10, 20 ó 30 años logre transformar el país
y resolver esos problemas y además genere un cambio de mentalidad tanto
en dirigentes como en dirigidos”. |