Julio-Septiembre 2003 16
ISSN 1317-987X
 
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In Memoriam
 


Dr. Félix Pifano Capdevielle
(1912-2003)





Un Maestro de excepción: Doctor Félix Pifano Capdevielle(1912-2003)
Fecha de recepción: 31/12/2000
Fecha de aceptación:
31/12/2000

El pasado 01 de agosto falleció el Dr. Félix Pifano Capdevielle, a los 91 años de edad. Tras una ejemplar trayectoria en el aula, el laboratorio y el campo, deja un aporte invalorable a la ciencia venezolana. Siempre será recordado su importante papel en la creación y desarrollo del Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela, el cual lleva su nombre. Como investigador, su esfuerzo fue registrado en más de 200 trabajos científicos sobre enfermedades endémicas venezolanas y latinoamericanas. Como docente, formó a más de 16 mil médicos, incluyendo a 13 ministros de Sanidad y 2 de Educación. Por eso, siempre será un modelo a seguir para los científicos y profesionales de la salud. El presente documento contiene el Panegírico al Doctor Félix Pifano, presentado por el Dr. Rafael Muci-Mendoza, en el Acto de Homenaje Póstumo, realizado el pasado sábado 23 de agosto de 2003, en la sede de la Federación Médica Venezolana, Auditórium Dr. Pedro Pérez Velásquez. Caracas, Venezuela.




Introducción
Consciente de un gran compromiso, vengo hoy como uno más de sus numerosos alumnos a rendir público homenaje a quien nos privilegió con su amistad y con sus sabias enseñanzas. Pese a que esperaba su muerte en cualquier momento por los tantos años que hacían peso sobre su frágil humanidad, confieso que me consternó por lo sorpresiva e inesperada. Así pues, que he quedado otra vez huérfano de padre al irse mi entrañable amigo y mi reverenciado Maestro. Debido a ello, esta nota luctuosa tomará un tono inevitablemente personal por lo que de antemano, presento excusas a la audiencia.

Le conocí personalmente durante mi tránsito en 1959 por su querida Cátedra de Medicina Tropical. Ocurrió desde la distancia en el Auditorium, aunque ya esperaba con impaciente deleite llegar hasta él al través de las referencias de mi madre, que no sé cómo, pero bien le conocía, y de mi hermano Fidias Elías quien me llevaba algunos años de ventaja en la carrera médica y siempre me hablaba de él con genuino recogimiento y orgullo. Me impresionó aquel hombre de pequeña estatura, cabeza inclinada hacia un flanco, hablar pausado y tranquilo, que se paseaba por el entarimado de un lado al otro mientras pensaba y hablaba de sus verdades en el lenguje isócrono del tinajero de su infancia, de sus experiencias personales siempre frescas, de su pasión por la verdad, evitando regurgitar saberes de otros mundos. No era aquel un lenguaje insincero, libresco e invivido, era la suma de muchos años de esfuerzo y estudio: trabajos de campo, observación microscópica, búsqueda minuciosa, compromiso con el compromiso, lúcido pensar. No era la estridencia del político mendaz ni la embuste agazapada del ignorante que en su desespero cree engañar. Eran verdades sencillas que nos guiaban indefectiblemente hacia su senda: la rectitud, el decoro, la obligación autoimpuesta, la verticalidad sin dobleces, roturas o enmiendas. Este es el camino, parecía decirnos: “Avizoren el final y síganlo con prontitud y sin demora, ¡qué el tren de la vida no espera!”. Su hablar acompasado pero vibrante, nos permitía entonces intuir la magnitud de la figura que teníamos enfrente.

Aunque siempre cercano en mi corazón, le perdí de vista por muchos años; sin embargo, me alegraba siempre al conocer de sus lauros y merecidos homenajes, particularmente el de haber ostentado dos veces el Premio Nacional de Ciencia y contar dos promociones médicas con su nombre. Pero como todo en la vida, llegó un momento en que los años le pesaron y antiguas y dolorosas dolencias físicas ganaron terreno en su endeble economía y le forzaron a retirarse del todo de la vida pública. En esos momentos, tan difíciles como debieron ser para alguien inquieto y trabajador infatigable como él, sentí el deseo de acompañarle, él me lo permitió y así comenzó una nueva relación personal e intelectual con la que me honró hasta sus últimos días. En el otoño de mi vida, volvía yo de nuevo a ser su alumno, oyéndole con interés y veneración, y dándole gracias a Dios por la graciosa concesión de ese privilegio.



Introducción
Primeros años cobijados por la provincia
Un provinciano en la capital
De vuelta al terruño
Para enseñar y ser enseñado
En exilio voluntario
“Dador feliz”
Huella indeleble
Referencias

NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





Instituto de Medicina Tropical - Facultad de Medicina - Universidad Central de Venezuela.
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