El ascenso peligroso de la anticiencia
Desde el mismo momento que nació la ciencia, hace un poco más de 400 años, apareció la anticiencia. Con el tiempo, la construcción, alcance y manipulación de mentiras sobre la comunidad científica han estado bajo la influencia de la política, religión, sociedad, economía, entre otros. Algunos de estos relatos persisten aún después de ser comprobados científicamente como falsos.
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto significativo en la sociedad y la percepción de la ciencia, con un aumento importante de la anticiencia. Las personas con opiniones anticientíficas no aceptan la ciencia como un método objetivo que pueda generar conocimiento universal. Es decir, quienes adoptan posturas anticientíficas cuestionan la validez y la objetividad de los métodos científicos y pueden manifestar rechazo hacia ideas científicas establecidas, como el cambio climático y la evolución.
Además, la pseudociencia es también anticiencia al utilizar métodos pocos robustos para su evaluación rechazando el rigor del método científico.
Adicionalmente, la anticiencia puede comulgar con teorías conspirativas. Los movimientos anticientíficos se han relacionado con el fomento del extremismo político y la desconfianza en los tratamientos médicos.
Para ser consecuentes con el método científico debemos señalar algunas de las actividades que promueve la anticiencia:
Desinformación y “Infodemia”: La “infodemia” se refiere a la propagación masiva de noticias falsas o engañosas, que contribuyen con el aumento de la anticiencia. La falta de acceso a la información veraz y la confusión consecuente han alimentado la desconfianza en la ciencia;
Miedo y Ansiedad: La incertidumbre y el miedo durante la pandemia han llevado a una mayor ansiedad en la población. Las personas pueden buscar respuestas rápidas e inexactas científicamente, dando lugar a la aceptación de afirmaciones pseudocientíficas o negación de hechos científicos establecidos. No obstante, este compromiso con las necesidades de salud mental debe ir acompañado de una mayor inversión a nivel mundial;
Polarización y Desconfianza en las Instituciones: La polarización política y la desconfianza en las instituciones también han influido en la percepción de la ciencia. Algunos grupos han politizado la pandemia y han rechazado las recomendaciones científicas, que favorecen la anticiencia; Necesidad de Educación Científica: Para contrarrestar la anticiencia, es crucial fomentar la alfabetización científica. Las instituciones educativas y los medios de comunicación, incluyendo las redes sociales, deben trabajar juntos para proporcionar información precisa y comprensible. Además, los científicos deben comunicar a la sociedad sus resultados de manera sencilla para el público en general, evitando el lenguaje infantil.
En resumen, la pandemia puso de relieve la importancia de la comunicación científica efectiva y la necesidad de abordar la desinformación de manera proactiva. Como sociedad, debemos seguir confiando en la ciencia basada en evidencia y la ciencia traslacional promoviendo la comprensión crítica de los problemas planetarios.
Felix J. Tapia Editor Científico |