Un Maestro de excepción: Doctor Félix Pifano Capdevielle(1912-2003)
De vuelta al terruño
En 1936, retorna al lar nativo y al seno del campesinado a investigar las
enfermedades de los trópicos que truncaban vidas, atacaban a los cuerpos
y arrebataban esperanzas. Es designado Jefe de Servicio de Medicina Interna
del Hospital San Agustín de San Felipe y allí permanece entre
1936 y 1939. Entra y sale del Hospital para recorrer pueblos y aldeas, y en
ese inmenso laboratorio de la naturaleza, aprende con la ayuda de su agudo
ingenio y su vocación para el trabajo, sobre patologías hasta
el momento exóticas que urgían develación. Nota diferencias
y disimilitudes entre lo asentado en sus libros por los científicos
franceses y describe lo que percibió como una medicina “nostra”
y regional: Nuestra tierra, nuestros hombres, sus idiosincrasias y las noxas
que les enfermaban, no eran similares a las descritas en otras latitudes.
Ese mal, tan acendrado y tan frecuente en el conglomerado médico de
nuestros tiempos, de copiar al pie de la letra experiencias de otros climas
sin antes digerirlas, rumiarlas y adaptarlas a nuestra realidad, no fue aflicción
que acogotara a Pifano. Lo de él era autóctono, novedoso y no
se parecía a más nada...
El Doctor
Enrique Tejera es designado Ministro de Sanidad en 1836 y crea la División
de Malariología, a cuya cabeza coloca al Doctor Arnoldo Gabaldón.
Pifano lo acompaña a ver en el terreno el trabajo de la Fundación
Rockefeller en Costa Rica y el Canal de Panamá. Allí permanece
varios meses. A su regreso, es designado Jefe de Campaña en los Valles
de Yaracuy y es proveído de un laboratorio para este fin, que además
utiliza para comprender la endemiología regional. ¿Pero cómo
vivir solo? Un hombre para ser completo necesita de una mujer con quien compartir
alegrías y tristezas, para que le acompañe como la sombra al cuerpo,
para que se amalgame a su ser y sean así un sólo tejido, una sola
sangre, una sola carne. El pintoresco pueblo yaracuyano de Guama le regala el
aroma de la flor de su vida, Angelita Cordido, a quien desposa el 18 de noviembre
de 1936. Para cumplir con un deber de vida y tener un incentivo más por
el cual vivir y por el cual luchar ¿Qué mejor que hacernos inmortales
trayendo una descendencia al mundo? Vendrían entonces en sucesión
sus cuatro amados hijos, Edmundo, Hernán, Alicia y Emilia. ¡Ahora
si es verdad que Pifano tiene los aperos completos para iniciar la labranza
de la vida! |