Acumulado Enero - Diciembre 2022 (93 - 96) 93
DOI:10.70024 / ISSN 1317-987X
 
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In Memoriam
 





Un Maestro de excepción: Doctor Félix Pifano Capdevielle(1912-2003)

De vuelta al terruño


En 1936, retorna al lar nativo y al seno del campesinado a investigar las enfermedades de los trópicos que truncaban vidas, atacaban a los cuerpos y arrebataban esperanzas. Es designado Jefe de Servicio de Medicina Interna del Hospital San Agustín de San Felipe y allí permanece entre 1936 y 1939. Entra y sale del Hospital para recorrer pueblos y aldeas, y en ese inmenso laboratorio de la naturaleza, aprende con la ayuda de su agudo ingenio y su vocación para el trabajo, sobre patologías hasta el momento exóticas que urgían develación. Nota diferencias y disimilitudes entre lo asentado en sus libros por los científicos franceses y describe lo que percibió como una medicina “nostra” y regional: Nuestra tierra, nuestros hombres, sus idiosincrasias y las noxas que les enfermaban, no eran similares a las descritas en otras latitudes. Ese mal, tan acendrado y tan frecuente en el conglomerado médico de nuestros tiempos, de copiar al pie de la letra experiencias de otros climas sin antes digerirlas, rumiarlas y adaptarlas a nuestra realidad, no fue aflicción que acogotara a Pifano. Lo de él era autóctono, novedoso y no se parecía a más nada...

El Doctor Enrique Tejera es designado Ministro de Sanidad en 1836 y crea la División de Malariología, a cuya cabeza coloca al Doctor Arnoldo Gabaldón. Pifano lo acompaña a ver en el terreno el trabajo de la Fundación Rockefeller en Costa Rica y el Canal de Panamá. Allí permanece varios meses. A su regreso, es designado Jefe de Campaña en los Valles de Yaracuy y es proveído de un laboratorio para este fin, que además utiliza para comprender la endemiología regional. ¿Pero cómo vivir solo? Un hombre para ser completo necesita de una mujer con quien compartir alegrías y tristezas, para que le acompañe como la sombra al cuerpo, para que se amalgame a su ser y sean así un sólo tejido, una sola sangre, una sola carne. El pintoresco pueblo yaracuyano de Guama le regala el aroma de la flor de su vida, Angelita Cordido, a quien desposa el 18 de noviembre de 1936. Para cumplir con un deber de vida y tener un incentivo más por el cual vivir y por el cual luchar ¿Qué mejor que hacernos inmortales trayendo una descendencia al mundo? Vendrían entonces en sucesión sus cuatro amados hijos, Edmundo, Hernán, Alicia y Emilia. ¡Ahora si es verdad que Pifano tiene los aperos completos para iniciar la labranza de la vida!

Introducción
Primeros años cobijados por la provincia
Un provinciano en la capital
De vuelta al terruño
Para enseñar y ser enseñado
En exilio voluntario
“Dador feliz”
Huella indeleble
Referencias

NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





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