La tuberculosis (TB) continúa siendo un grave problema de
salud pública, A nivel mundial es la principal causa de muerte entre las
enfermedades infecciosas, con 8.000.000 de casos nuevos y 2.900.000 muertes
anuales. Aproximadamente, un tercio de la población ha sido afectada por el Mycobacterium
tuberculosis por lo que representa
el 6.7% de las muertes en los países del tercer mundo(1). La
incidencia de infección es muy variable según las regiones. Para Latinoamérica
va del 0.5% al 1.5% y su descenso anual promedio es del 5% aproximadamente (1,2).
Aunque la TB es predominantemente una infección que afecta a los pulmones,
puede hacerlo casi a cualquier aparato y sistema de la economía orgánica
celular. El pericardio, como
cualquier órgano de la anatomía humana no es la excepción, este puede verse
afectado por TB bien sea por contigüidad (habitualmente a partir de ganglios
mediastínicos) o por vía hematógena, solo o junto con otras serosas. La
afectación pericárdica puede limitarse a una alteración serofibrinosa,
evolucionar a un cuadro de pericarditis constrictiva o bien llegar a producir
un auténtico taponamiento cardíaco que afecte la vida del paciente (2).
La
primera descripción de pericarditis data de los tiempos de Galeno (200 años d.
C.), quien la denominó hydrops pericárdico, luego en el siglo XIX el médico
vienés Rokitansky, identificó a la tuberculosis como una causa de pericarditis
después de haber efectuado 30. 000 autopsias (2).
La
pericarditis tuberculosa (PTB), constituye casi la única localización de la
tuberculosis del corazón; en si es una enfermedad extremadamente rara, es,
por lo general secundaria a la tuberculosis de alguna otra parte del
organismo; pueden existir tres
vías: 1) Propagación directa desde la vecindad (tuberculosis del pulmón, la
pleura y de los ganglios). 2)
Difusión por vía linfática a partir de los ganglios, y 3)
Vía hematógena (2,3).
Es una manifestación extrapulmonar rara, que
se encuentra en aproximadamente en el 1% de las autopsias por tuberculosis
(TBC) y en el 1-2% de casos de TBC pulmonar (4,5). La PTB es todavía una entidad frecuente en muchos países de África, Asia y
Sudamérica, es la causa más frecuente de pericarditis, llegando a
representar casi el 70% de los casos en algunas áreas geográficas de África,
mientras que en países desarrollados esta representa tan solo el 4% de los
casos de pericarditis; diferencias epidemiológicas atribuibles a la infección
por el VIH, reportándose que hasta el 81% de los sujetos con PTB son VIH
positivo (4,5,6).
El
compromiso pericárdico ocurre habitualmente por diseminación linfática
retrógrada, desde los linfonodos paratraqueales, peribronquiales y
mediastínicos, o por diseminación hematógena desde un foco pulmonar primario,
pudiendo clínicamente manifestarse como derrame pericárdico, pericarditis
constrictiva o un patrón mixto (5).
Esta es una complicación infrecuente, cuya mortalidad, de
80 a 90 % cuando no se suministra el tratamiento antibiótico adecuado, puede
disminuir hasta 12 a 17 % con el tratamiento adecuado. La PTB representa,
aproximadamente, el 1 a 4 % de las pericarditis agudas, el 7 % de los casos de
taponamiento cardíaco y el 6 % de los de pericarditis constrictiva diagnosticadas
en pacientes (5), aunque su incidencia puede ser muy superior en
poblaciones con alta prevalencia de tuberculosis (6).
Su
mortalidad alcanza el 90 % si no se diagnostica y se trata adecuadamente como
resultado en la fase aguda debido al taponamiento cardíaco (6,7,8), pero
este porcentaje se reduce a 12 % con el diagnóstico y el tratamiento oportuno
por lo tanto su pronóstico es favorable (6). Se ha descrito la
asociación de tuberculosis pulmonar con pericarditis tuberculosa en 1% a 2% de
los casos (8, 9,10,11).