Octubre-Diciembre 2005 25
ISSN 1317-987X
 
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Opinión
El Hombre y la Ciencia

Inicios de Gabaldón

Como todo estudiante en busca de paradigmas, sabíamos de la obra y trayectoria del Profesor Gabaldón pero fue en septiembre de 1953 cuando tuvimos el honor de ser recibido por él en la Dirección de Malariología en Maracay. Entonces, premonitoriamente, nos obsequió un ejemplar de la Gaceta Médica de Caracas, del año treinta, donde había publicado la lista de los protozoos hasta entonces señalados para nuestro país. Comprendimos entonces el mensaje. Cuatro años más tarde nos obsequió los dos volúmenes de la monumental obra de Charles Wenyon, Protozoology.

En el primer trabajo hallé la búsqueda del norte por el hombre en su andar, oteando en los senderos del pasado su propio derrotero. En el segundo y con marcas breves al margen de muchas de las mil quinientos páginas de aquellos clásicos volúmenes, hallamos énfasis puesto en los capítulos sobre amibas y flagelados y en menor grado, a juzgar por el escaso número de notas, en los parásitos maláricos.

El Profesor Gabaldón, en 1927, había leído Wenyon en profundidad. La obra había sido editada un año antes.

Detectamos así una cierta línea de arranque o de continuidad que parte desde el pensamiento y la obra de Pasteur, a través de las generaciones de los Mesnil y Wenyon, para llegar hasta Gabaldón. A través del Profesor Garnham, nuestro mentor en la Escuela de Higiene de Londres, hemos sentido también el impacto de la solidez de ese pensamiento, del rigor de esa lógica y de la entereza por la disciplina, sin pausas.

En nuestro emergente país y en la búsqueda de soluciones científicas para sus problemas de Salud Pública, el Profesor Gabaldón se ubica también en una línea de acción que hemos titulado "Exilio, suicidio... silencio" (Diario Los Andes, 9 de Julio de 1987, Valera), con motivo de cumplirse los ciento diez años del natalicio de Rafael Rangel, hallamos en la reflexión, un hilo de grandezas tendido en la trilogía Beauperthuy- Rangel-Gabaldón. El primero, nacido en la primera década del siglo XIX, intuyó en Cumaná el papel de los mosquitos como transmisores de fiebres intermitentes y remitentes (Compt. Rend. Acad. Sci.,14: 692-693) y se frustró en sus desvelos por crear un centro hospitalario para el tratamiento de la lepra en nuestro país. La Guerra Federal, a pesar de haberle distinguido como Cirujano Mayor del Ejercito en 1859, no impidió que once años más tarde su proyecto fuese llevado a la Guayana Inglesa donde siete meses más tarde, el 2 de Septiembre, moría Beauperthuy fulminado por una apoplejía. Allá quedaron sus restos.

Seis años después del deceso de este sabio que antecedió a Finlay y a Reed, nacía en Betijoque Rafael Rangel, para iniciar la estirpe científica trujillana. Fue Rangel el Beauperthuy del mestizaje, el niño nacional, el pionero de nuestra Parasitología. Si ayer fue un exilio, ahora el destino creador se debatirá en la decisión del suicida, y como una voluntad que se negara a morir, el mismo año del infortunado deceso de Rangel, nace en Trujillo el hijo de Joaquín Gabaldón y de Doña Virginia Carrillo, para concretar, sobre la perspicacia de Beauperthuy y la tenacidad de Rangel, la obra sanitaria mas grande de nuestro país: la erradicación de la malaria, causa primaria de mortalidad que había fulminado mas venezolanos que los caídos en la Guerra de la Independencia o perecido por los odios de la Guerra Federal.

Así hemos visto al Prof. Gabaldón, dentro del rigor científico de Pasteur y con la clarividencia de Beauperthuy.

La "Nota histórica sobre los Protozoos señalados en Venezuela", que nos fuera obsequiada por el Dr. Gabaldón, resume un total de 97 especies de protozoos, 28 de los cuales habían sido descubiertos en nuestro país por este eminente protozoólogo. Entre 1928 y 1930, como ayudante en el Laboratorio de Bacteriología y Parasitología y bajo las tutorías de los profesores Enrique Tejera y Rafael Rísquez, realiza varios trabajos de investigación. Su estudio sobre Herpetomonas muscarum, de porte wenyoniano, le sirve de tesis para optar al título de Bachiller en Filosofía. Con la mosca doméstica como sujeto de observación, el microscopio y las coloraciones citológicas de Pappenheim y de Heidenhain, describe e ilustra con detalle el ciclo de este flagelado. Incursiona infructuosamente en el medio de cultivo a base de agarsangre para aislar al protozoo.
 
Habría que esperar unos veinte años para disponer de antibióticos, como la nistatina, que controlasen el desarrollo excesivo de la flora contaminante... así pudimos cultivar al mismo flagelado, en 1958 cuando orientábamos una Tesis de Licenciatura en la Escuela de Biología. Herpetomonas muscarum (Leidy, 1856) Kent, 1880 ha sido reestudiada por Rogers y Wallace (J. Protozool, 645-649, 1971) quienes le han distinguido dos subespecies, una en la Musca domestica (H. muscarum muscarum) y otra en Phornia regina (H. muscarum ingenoplastis), con distintos poderes infectantes para sus respectivos insectos hospedadores.
Ninguna de estas especies produce quistes, lo cual sugiere que Gabaldón estuvo trabajando en las moscas con una mezcla de flagelados intestinales que incluyó algún parásito perteneciente a otro género. Al año siguiente y mientras hurga el tubo digestivo de sapos, ratas, cobayos y conejos, Gabaldón cultiva con éxito Chilomastix mesnili. Este protozoo del intestino grueso del hombre habia sido descrito por Wenyon (1910, Parasitology, 3: 210) como Macrostoma mesnili, obviamente dedicado al maestro Félix Mesnil.
 
En este trabajo, Gabaldón (Gac. Méd. Caracas, 1-14 pp. 1929) se nos exhibe como un experto conocedor de los medios y condiciones de cultivo para flagelados del intestino. Con persistencia mantiene aislados, por repiques cada tres días y durante cinco meses. Quienes hayan enfrentado las dificultades de este tipo de trabajo podrán apreciar el tiempo y esfuerzos consumidos en esta tarea. A lo visto por Gabaldón en Chilomastix, muy poco se ha añadido a no ser las observaciones sobre ultraestructura hechas por Brugerolle (J. Protozool, 20: 574-585, 1973) en Chilomastix auslastoni del hirudíneo Haemopsis sanguisuga. Se le sigue cultivando en los mismos medios agnotobióticos.
 
Desde la obra de Gabaldón (1930) donde refiere la lista de cinco especies de Chilomastix hallados por él en el sapo, la rata casera, el cobayo, el conejo y el hombre, nada más se ha hecho.La capacidad científica crítica del Prof. Gabaldón, como protozoólogo, se manifiesta otra vez en la elaboración de su Tesis Doctoral: Nota sobre distribución de protozoos intestinales basada en el examen de 2.000 muestras. (Gac. Méd. Caracas, 37: 165-169 y 181-190, 1931).
Hasta entonces y desde los trabajos dirigidos por Rangel, muchas encuestas se habían hecho sobre protozoos parásitos o comensales en el tubo digestivo del hombre; pero en esta contribución lo esencial es la caracterización crítica de cada especie a la luz de las numerosas y contradictorias aportaciones de otros investigadores. Entamoeba histolytica podría confundirse con la E. hartmanni, con los quistes de Endolimax nana y con los de Enteromonas hominis; por otra parte, la confusión reinante en la nomenclatura de las tricomonas pudiera haber conducido a erróneas identificaciones. Todas estas celadas fueron soslayadas con las lecturas críticas de Wenyon o por la experiencia del maestro Enrique Tejera, ojo ducho en descubrir diferencias donde todo pareciera semejante. Las tasas de infección por esos protozoos, en todos estos años, poco han variado.
 
La etiología de la disentería amibiana sigue siendo mal precisada y es peor, caracterizada por inspecciones microscópicas sin siquiera la coloración de Lugol. En la polémica sobre nomenclatura de tricomonas intestinales, el Prof. Gabaldón sostiene que la especie más común entre nosotros es la Tricomonas hominis. T. hominis es hoy en día un sinónimo de Pentatrichomonas hominis (Davaine) aunque en el interminable debate, algunos investigadores continúan sosteniendo al nombre Trichomonas hominis (Davaine). Bronislav Honigberg, en su reciente revisión (Parasitic Protozoa, vol. II, 275-454 pp., editado por J. Kreier, 1978), aspira cerrar el debate simplemente diciendo que Pentatrichomonas hominis es el nombre válido de la tricomonas con 4 + 1 flagelos.

Hasta acá y si el subconsciente no nos traiciona, podríamos trazar nuestra primera aproximación hacia el Maestro. Con visos de imitación hemos incursionado también, tras él, en el mundo de la protistología. A su lista de sus treinta especies hemos añadido otras treinta para las casi doscientas hasta hoy señaladas en Venezuela (Díaz-Ungría, C. Trab. Mimeogr. En Maracaibo, 1979). Si su primer trabajo protozoológico lo fue sobre Herpetomonas, el nuestro lo fue en el mismo género para describir a la H. floresi en un Conicera sp. (Acta Cient. Venez., 5: 127-131,1954). En la cátedra, un conocimiento hecho o dado, por magistral que haya sido expuesto, no crea sensaciones de perplejidad ni de intriga aún cuando sea una lección dictada aún con el mayor brillo. Uno podrá apreciar la claridad del expositor y regodearse con el narcisismo del docente, pero jamás saltaremos desde el banco de escuela o desde el mesón del laboratorio, al desafío del intelecto.

Las cuatro contribuciones del Prof. Gabaldón hechas en la edad de los veinte años le han puesto en contacto, no solamente con una «Protozoolgy» inquisitiva y escrita para incitar al estudio concreto, sino con las figuras más relevantes en el conocimiento contemporáneo: Kofoid, Calkins, Hegner, Schourenkowa, etc. Sus manos han trajinado el American Journal of Hygiene y el Bulletin de la Societé de Pathologie Exotique, obras primarias de lo que sería mas tarde la Biblioteca del Instituto Nacional de Higiene... hoy en día lamentablemente reducida en sus adquisiciones.

El hacer y leer desatan avidez por el vivir en conocimiento. Al joven médico Gabaldón no le basta con lo hecho; se dirige entonces hasta Hamburgo para hacer el curso de Malariología en el instituto creado por el Profesor Bernhard Nocht. Figuras como Giemsa, Reichenow, Martini y Fulleborn integran el Estado Mayor de aquel plantel, donde la bata inmaculadamente blanca con plateados botones, deambula con marcial paso en el aire de los corredores.

- Guten Tag, Herr Professor... Bitte!

El impacto de aquella estadía a orillas del Elba, con cargueros humeantes y su algarabía marinera detenida en los ventanales del edificio gris, está minuciosamente expuesta en la crónica que el Prof. Gabaldón redacta para la Gaceta Médica de Caracas (39: 186-194, 203-205 y 219-222, 1931). Releerla nos ha despertado recuerdos de Saint Pauli, la parroquia de la Grosse Freiheit, con la vida nocturna de un Zillerhall que jamás cerró sus puertas cerveceras. Y otra vez, tras su huella, treinta años después, Investigador Visitante en el mismo Tropen Institut.
 
Nada había cambiado para entonces; en el sótano donde estaba el taller de microfotografia, se hallaba ahora el microscopio electrónico y los laboratorios de virología. Pocos meses después que Gabaldón ingresara al Tropen Institut, moría el Prof. Fulleborn el 9 de Septiembre de 1933. Similar desconcierto nos produjo, al llegar, la muerte del Prof. Eduardo Reichenow en 1961; de él podríamos haber aprendido mucho sobre protozoos. La intención de Gabaldón en hacer el Curso de Malariología a dictarse en Junio y no el de Tropenkrankenheiten que se dictaba en el último trimestre, revela ya la decisión tomada por el joven investigador. Nos relata, de entonces y con grandes detalles, un algo que va a ser obsesivo: el impacto que le dejó haber observado el desarrollo de Plasmodium praecox en Culex pipiens, estudiado in vivo.
En estos últimos años, ya retirado de sus lides de Vencedor de la Malaria, le hemos oído repetir, con medio siglo de distancia, esta frase: «Es con prácticas semejantes, a mi parecer, que puede uno salir al campo, consciente de su misión, a hacer investigaciones epidemiológicas de malaria en mosquitos, y efectuar un trabajo eficiente» (Junio de 1932). El relato sobre ese curso contiene información pretérita que cada día, en nuestros tiempos, cobra mas y mayor vigencia. Del Prof. Muhlens aprende a diferenciar los parásitos maláricos y a medir intensidades de parasitemias. Con lujo de detalle expone la coloración con azul de metileno boricado, muy útil ahora que un medio litro de Giemsa ha alcanzado precios inimaginables.
 
Exquisito es su relatorio sobre quimioterapia antimalárica; nos informa sobre la inyección intravenosa de quinina, en infusión que hoy como ayer, sigue siendo un arma heroica contra Plasmodium falciparum. Los Drs. Hecht y Veise versaron sobre los Anopheles vectores y sobre fisiopatología de la malaria respectivamente. Impactante debió ser la clase del 17 de Junio que dictara el Prof. Giemsa sobre su método de coloración y que el joven Gabaldón reseña con precisos detalles. La epidemiología y control de la malaria fueron material para las conferencias del Prof. Fulleborn y fue el Prof. Martini, al final, quien disertó e hizo demostraciones sobre control biológico de larvas de mosquitos y sobre su ecología y etología.
 
El curso, del 1º de Junio al 4º de Julio, dejó tan indeleble huella en el Prof. Gabaldón que éste, con su no común intuición nos lo describe emocionado: ?Por la claridad en exposición de cada conferencista, por la abundancia de diapositivas que acompañaban a cada lección, por lo muy bueno de sus trabajos prácticos en los que se esforzaban a enseñarnos a conocer lo normal y anormal de los parásitos maláricos, de las anormalidades sanguíneas, y la fauna anofelina, debo terminar diciendo que considero a este curso verdaderamente magnífico?.(loc.cit., 1931).

De Alemania siguió hacia Italia ese mismo año de 1931. Al conocimiento teórico-práctico adquirido en las clases en Alemania, va ahora a añadir la vivencia de la lucha antimalárica en un país de la Europa meridional, abatido secularmente desde los tiempos de Aníbal por el flagelo de la malaria. Le recibe el Prof. Missiroli para entonces el Director de la Estación Experimental que subvencionan el Gobierno italiano y la Fundación Rockefeller. Si a Hamburgo llegó incitado por Enrique Tejera y Jesús Rísquez, a este teatro de la acción llega por recomendación del Prof. Muhlens.

El inquisitivo médico de veintidós años, atiende a todo e indaga sobre todo. Estrategia y táctica. Le vemos prepararse para asumir su misión de Comandante en la lucha por venir. Toma minuciosa cuenta de las metodologías en uso: planos de localidades endémicas a escala 1:20.000 para precisar en y en sus alrededores, los criaderos artificiales y naturales permanentes o temporales; el registro meteorológico con termo-higro y anemometría; la cinética de la difusión malárica a través de los índices esplénicos y parasitarios; la incidencia malárica, su control por quimioterapia y su relación con la dinámica de la abundancia anofelina; las apreciaciones de índices ooquísticos y esporozoiticos; la recolección de larvas y el control de criaderos con arsenito de cobre o con aceite de petróleo; el instrumental y los equipos.

En la primera visita de campo estuvo acompañado por Julio Raffaele, el mismo que en 1935, trabajando con esporozoitos de P. praecox, pusiera en duda la afirmación de Schaudinn en 1902, sobre el desarrollo directo del parásito malárico tras la invasión de los glóbulos rojos por esporozoitos.

Estuvo donde hoy se levanta el aeropuerto Leonardo da Vinci, en el Fiumicino; allí hizo su primer contacto directo con la organización y con sus registros. Tras estas tres horas preliminares, pasó varios días en Cerdeña, en los caseríos de Maccarese y Mussolinia, asentamientos campesinos que la dictadura fascista organizara para contener la emigración de los pobres campesinos isleños, mas desolados que los del sur de la península. En Maccarese las condiciones sanitarias, apartando las características de sus cultivos y costumbres, le evocarían nuestra endemia malárica y la pobreza del hombre de nuestros llanos desolados, con su miseria, la malaria y el latifundio. El intelecto del joven protozoólogo esta así equipado con fresca información recabada de los propios maestros en el arte de la ciencia y se ha enriquecido con la experiencia vivida en la escuela de Juan Bautista Grassi.

Regresado a Venezuela y actuando en San Fernando de Apure como Médico de Sanidad, en el decurso del 1932 a 1933, se percata de las discordantes condiciones fisioecológicas y climáticas entre nuestros llanos y las penillanuras italianas. Sus observaciones sobre el comportamiento y los hábitos picadores de Anopheles albitarsis, en una travesía fluvial diurna, entre San Fernando y Guasdualito (Gac. Méd. Caracas, 40: 72-75, 1933), le convencen que no solamente existan diferencias entre los ambientes físicos, que requerían un mayor esfuerzo intelectual para su correcta comprensión, sino en el comportamiento mismo de los mosquitos transmisores, totalmente diferentes.
 
Las concordancias entre abundancias larvarias y actividad picadora de mosquitos tan rítmicos en un medio marcadamente estacional, se desvanecían en la época seca llanera y retomaban su ferocidad en pleno período de lluvias. Esta breve estadía, por otro lado, le permitió explorar los hábitats de mosquitos en territorios tan disímiles como los llanos de San Fernando y el pie de monte trujillano. Todo señalaba nuevas y más complicadas condiciones ambientales.

Tal vez se diluyó entonces, en contacto con la realidad natural de estas Tierras de Gracia la posible euforia nacida para elaborar prejuicios. Quizás se dio cuenta de las necesidades de una mejor conciencia experimental; qué no bastaría un mes con los mejores maestros alemanes ni la contundente vivencia en la realidad malárica del país de los Grassi, Feletti, Bigmani y Bastianelli. En 1933, el Dr. Gabaldón decide partir hacia los Estados Unidos y, entre 1933 y 1936 permanece en la Universidad de Johns Hopkins donde cursa un Doctorado en Higiene con énfasis en Protozoología.



Continua: Consolidación

Prof. Arnoldo Gabaldón, Protozoólogo
Inicios de Gabaldón
Consolidación
Consagración
Reinicio

NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





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