Medicina tropical, internet y las corrientes actuales en la comunicación biomédica
Internet, ¿él no va más en actualización?
Aun cuando en un principio, Internet distribuye sus bienes casi instantáneamente, los "estándares de la industria manufacturera" de estos bienes a veces no cumplen todos los deseos. En la vida real, las versiones impresas por lo general están disponibles antes que las versiones electrónicas, contrario a lo que se predica, por ejemplo, bajar artículos a texto completo, en Formato de Documento Portable (PDF) de Acrobat, puede llevar tiempo si no está disponible una red de búsqueda académica avanzada. La durabilidad genera otras interrogantes, en términos de tecnología [ej. la desactualización de equipos y programas (Davidoff, 2000)] y de política [ej. el acceso continuo garantizado y el archivo adecuado, como lo plantea el proyecto JStor (Butler, 1999b)].
Para finalizar, deberíamos considerar la condición de los países en vías de desarrollo. Los optimistas realmente creen que Internet pronto llenará el vacío de información (LaPorte, 1997), los pesimistas temen que sólo servirá para agrandar el vacío. Proveer una infraestructura adecuada es ampliamente aceptado, y se están planeando nuevas iniciativas para lograrlo (Butler, 1999a), con certeza, los países en vías de desarrollo se beneficiarán del gran aumento de posibilidades para la comunicación (personal y pública) y el acceso a toda clase de servicios de alerta. No está claro si el público general tendrá acceso a revistas electrónicas con texto completo y a un módico precio, a menos, claro está, que surjan políticas filantrópicas especiales, como los programas existentes para la distribución de revistas impresas (Pakenham-Walsh y Smith, 1997); tecnológicamente hablando, estas políticas parecen bastante viables, por ejemplo, podría autorizarse acceso gratuito o reducir las tarifas de suscripción a direcciones de redes de computadoras desde lugares específicos del mundo. Este tipo de soluciones ya se están implementando (Butler, 1999a).
Obviamente, todavía se realizarán muchos avances, sin embargo, en vez de contentarnos con profecías, deberíamos realizar un análisis crítico de lo que tenemos actualmente y no de lo que tendremos en el futuro. Podríamos concluir que aunque una gran cantidad de información útil está disponible en Internet desde 1995, las revistas reseñadas por colegas y buenas bibliotecas institucionales (electrónicas o no) seguirán siendo el modelo a seguir para la transmisión del conocimiento científico en el futuro próximo, pero quizás como bibliotecólogo tengo prejuicios.
Agradecimientos: el autor agradece a A. Dillen, M. De Vos y a S. Dorabjee por su lectura crítica del manuscrito y sus útiles sugerencias. |
Aun cuando en un principio, Internet distribuye sus bienes casi instantáneamente, los "estándares de la industria manufacturera" de estos bienes a veces no cumplen todos los deseos. En la vida real, las versiones impresas por lo general están disponibles antes que las versiones electrónicas, contrario a lo que se predica, por ejemplo, bajar artículos a texto completo, en Formato de Documento Portable (PDF) de Acrobat, puede llevar tiempo si no está disponible una red de búsqueda académica avanzada. La durabilidad genera otras interrogantes, en términos de tecnología [ej. la desactualización de equipos y programas (Davidoff, 2000)] y de política [ej. el acceso continuo garantizado y el archivo adecuado, como lo plantea el proyecto JStor (Butler, 1999b)].
Para finalizar, deberíamos considerar la condición de los países en vías de desarrollo. Los optimistas realmente creen que Internet pronto llenará el vacío de información (LaPorte, 1997), los pesimistas temen que sólo servirá para agrandar el vacío. Proveer una infraestructura adecuada es ampliamente aceptado, y se están planeando nuevas iniciativas para lograrlo (Butler, 1999a), con certeza, los países en vías de desarrollo se beneficiarán del gran aumento de posibilidades para la comunicación (personal y pública) y el acceso a toda clase de servicios de alerta. No está claro si el público general tendrá acceso a revistas electrónicas con texto completo y a un módico precio, a menos, claro está, que surjan políticas filantrópicas especiales, como los programas existentes para la distribución de revistas impresas (Pakenham-Walsh y Smith, 1997); tecnológicamente hablando, estas políticas parecen bastante viables, por ejemplo, podría autorizarse acceso gratuito o reducir las tarifas de suscripción a direcciones de redes de computadoras desde lugares específicos del mundo. Este tipo de soluciones ya se están implementando (Butler, 1999a).
Obviamente, todavía se realizarán muchos avances, sin embargo, en vez de contentarnos con profecías, deberíamos realizar un análisis crítico de lo que tenemos actualmente y no de lo que tendremos en el futuro. Podríamos concluir que aunque una gran cantidad de información útil está disponible en Internet desde 1995, las revistas reseñadas por colegas y buenas bibliotecas institucionales (electrónicas o no) seguirán siendo el modelo a seguir para la transmisión del conocimiento científico en el futuro próximo, pero quizás como bibliotecólogo tengo prejuicios.
Agradecimientos: el autor agradece a A. Dillen, M. De Vos y a S. Dorabjee por su lectura crítica del manuscrito y sus útiles sugerencias. | |