El encuadre, mi constancia como figura concreta y con voz propia, quizás mi genuino interés en ayudar a Alicia y penetrar la díada madre-hija, junto con las movilizaciones que se fueron dando en cada personaje, fueron paulatinamente abriéndome camino y permitiéndome la entrada, hasta hacerme cada vez más visible y audible para ambas. Al año de tratamiento ya la madre había salido de las sesiones y había iniciado, aceptando mi sugerencia, un proceso terapéutico individual.
Para esa fecha, los síntomas somáticos de Alicia habían desaparecido en su mayoría y el trabajo terapéutico prosiguió en medio de lo que yo denominaba un ?campo minado?, físico y mental, en la vía hacia la elaboración de ansiedades narcisísticas y edípicas, la consolidación de un yo más cohesionado y discriminado, la construcción de un espacio mental para la simbolización, y la ampliación de relaciones objetales menos parciales.
En esta segunda etapa se desplegó en el ámbito transferencial la modalidad de vinculación descrita con relación a sus objetos originales, pudiéndose así trabajar estos aspectos en el aquí y ahora de la situación analítica. Sin embargo, su paso del preescolar al nivel básico agregó una nueva dosis de exigencia externa ante la cual Alicia comenzó a fracasar una y otra vez: su rendimiento académico decayó de manera notoria, su comportamiento social se fue estrechando y su recién ganada autoestima se fue debilitando. Mediante evaluaciones escolares y psicológicas, un nuevo diagnóstico recayó sobre Alicia: déficit de atención, el cual resultó incomprensible e inmanejable en un principio por los padres, quienes, frente a este diagnóstico, desarrollaron altos niveles de angustia.
Comenzó otro período de exámenes, evaluaciones, tratamientos psicopedagógicos y neurológicos que hicieron revivir en todos las aun no resueltas fantasías de daño y destrucción.
Habla de nuevo el padre: "¿se trata de un déficit intelectual? ¿es retardada?". La madre corrige: "Es lenta, pero inteligente. Habrá que cambiarla de colegio, pero no a uno de mongólicos".
Entretanto, Alicia descubría un camino más idóneo para la tramitación de sus angustias: el juego y la fantasía. Inició un juego de pacientes y doctores donde los roles se alternaban constantemente. Alimentaba bebés enfermos, castigaba duramente a "bebés malos" y comenzó a verbalizar su rechazo a la maternidad y todo lo relacionado con ella: "nunca me voy a casar, no voy a tener hijos, los hijos son malos, hacen daño, rompen por dentro" cuando sea grande me cortaré las tetas y me haré un pipí enorme con ellas. Voy a ser varón".
¿Estaría la fantasía de daño referida a su ser mujer? ¿Estaría dañada su identificación con la madre?, o quizá ¿la posibilidad de fantasear el deseo del padre?