José León Tapia. La ciencia descansa en su palabra
Fecha de recepción: 31/12/2000
Fecha de aceptación:
31/12/2000
La medicina lo atrapó desde su infancia para luego entrelazarla con la creación literaria. Desde su Barinas natal, logró su empeño y modernizó la práctica profesional. En 2004 declinó el Premio Nacional de Literatura aturdido por el clima de conflicto que ha dominado a Venezuela en los últimos tiempos y para preservar su obra de connotaciones políticas nunca buscadas por él. En conversación con su nieta mayor se descubre como un eterno nostálgico.
Abstract Medicine caught him in his childhood, to stretch out with literary creation. From his native Barinas, he got the determination to modernize professional practice there. In 2004 he declined the National Prize of Literature stunned by the climate of conflict that has prevailed in Venezuela in the last times and to preserve his work from political connotations never intended in his mind. In conversation with his elder granddaughter he is discovered as an eternal nostalgic.
Fantasmas de la infancia
"Compromiso grande es ese de ser médico, así lo he sentido muchas veces al darme cuenta de que después de adquirirlo, es indispensable cumplirlo a cabalidad si se quiere mantener la dignidad de la palabra empeñada". JLT, El Compromiso de ser médico
“De hematuria se murieron dos tíos míos; de perniciosa, tres primos hermanos, sin contar infinidad de amigos y compañeros de escuela que agonizaban de pronto sin haber cumplido quince años”. Tal era el panorama que describe José León Tapia en Los Años del olvido, conjunto de relatos que se mantuvieron inéditos hasta 1989 con la publicación de sus obras completas. En realidad, desde julio de 1963 esperaban en su gaveta.
Retoma la historia: “Ni la perniciosa ni la hematuria tenían curación y por eso el pueblo se sintió tan contento la tarde cuando llegó un doctor extranjero quien, según decían los rumores, traía unas ampolletas italianas para terminar con el fantasma de la muerte”. En realidad, el doctor Addimandi logró salvar enfermos, pero no a Laura Contreras: “Me solidaricé con él en su derrota”, escribe Tapia al narrar la despedida de una de sus primas. Episodios como éste fundaron en él la simiente de la vocación. El doctor intentó tanto cuanto pudo, pero el paludismo resultó más fuerte.
Más de cuarenta años después, descansa José León Tapia en bata y pantuflas en el patio de Santa Inés, la casa donde vive sobreviviendo a la canícula barinesa. Allí toma fresco para entonces, recordar: “En mi familia y en mi pueblo no existían médicos. Un tío abuelo llamado José María Tapia Iriarte era quien tenía conocimientos empíricos para resolver los problemas urgentes. Eso era por los alrededores de 1935”, quizás sería luego de que el doctor Addimandi cambiara Barinas por Roma.
Tapia Iriarte tenía una botica. Y en ella, todo se resolvía. Aunque hubo casos de gran dificultad, como aquella vez que tuvo que hacer una amputación de brazo a un muchacho, luego de que le estallara una bola de dinamita envuelta en hilo de pescar. El sobrino estaría presente para observar.
Pero de todos, hubo un lance definitivo: “Vi morir de mengua a un primo de mi padre con una herida de puñal en el abdomen y creo que desde ese momento tomé la decisión de ser médico. Yo debía tener unos diez años de edad. Eso me decidió, sobre todo por la cirugía”. La planta empezó a germinar.
"Así se iba la vida en esos años distantes donde la muerte continuaba llegando sin aviso. Llegaba arropada por la lluvia de pozos estancados, lechos de anófeles, lunares negros en las paredes blancas, alas zumbantes, música de los atardeceres y paludismo en sus aguijones golosos de sangre". JLT, Evocaciones en lejanía
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