Octubre-Diciembre 2002 13
ISSN 1317-987X
 
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Artículos
 



Psiquiatría
El puente entre el observar y el explicar. Subjetividad y objetividad en el pensar científico y su relevancia en las psicoterapias

El poder fabuloso de la "convicción"

Los procedimientos y campos de la ciencia son modestos y no aceptan como válidos, sentados y probados a ningún postulado del estilo del "yo creo". Pero cuando nuestras creencias están disfrazadas de ciencia, nos tornamos en defensores de la fe en contra de cualquier aplastante evidencia de nuestro error. Entramos aquí en el enfrentamiento entre las razones de fe y las de ciencia. Si bien la ciencia deja de lado los razonamientos de fe y tampoco pretende invadir al campo de las creencias, los campos de las creencias si tienden a invadir y contaminar al de las ciencias y a hacerse pasar por ellos.

En la medicina contemporánea, como quizás en nuestra cultura actual, muchos tipos de pensamientos de fe han resurgido con fuerza. Es común la creencia del público en general que las sustancias llamadas naturales son beneficiosas para el organismo, mientras que las que surgen de laboratorios son dañinas. Hay anuncios aprobados y que cuentan con la aceptación bondadosa del público, en los cuales se insiste, por ejemplo, que un preparado de vitamina C natural es mejor que otro que de la misma molécula generada en un laboratorio. De igual manera, los envenenamientos por hongos, el origen natural de alcaloides como la morfina, cocaína, etc., o la existencia conocida de infinidad de venenos naturales de origen animal, vegetal o mineral, no es suficiente como para hacer al creyente algo más parco en sus aseveraciones.

Teorías y cuerpos de disciplinas médicas han surgido basadas en creencias y han resistido los embates de la lógica científica.

La observación de la capacidad de la quinina de inducir una ligera elevación de la temperatura de quienes la ingerían, aunada al hecho de su efecto beneficioso en los pacientes con fiebres palúdicas, llevó a un razonamiento ingenuo: algo que eleva la temperatura sirve para curar la fiebre. Así empezó el razonamiento de Hahnemann reviviendo la ancestral ley de las semejanzas de la antigua medicina china, la de los alquimistas y la de la Edad Media. En su época, pocos eran los conocimientos de Fisiología, Patología, Química, etc. Muchos procedimientos médicos empleados con frecuencia eran, sabemos hoy, muy perjudiciales para los pacientes: ¿podemos imaginar los efectos que una sangría podían tener en un paciente debilitado por una infección crónica? De hecho, podemos afirmar que muchos pacientes se habrían salvado de no ser por las intervenciones de nuestros antepasados médicos. No es de extrañar entonces que un enfoque médico que realmente no dañara más podría dar o permitir al paciente mejores oportunidades de sanarse. Hahnemann probablemente empezó a beneficiar a sus pacientes con sus intervenciones menos dañinas, y por supuesto tuvo éxito en lograr la cura de muchos que habrían muerto sometidos a otros procedimientos. Pero al experimentar con las sustancias naturales encontró que muchas eran tóxicas y dañinas. También observó que si daba una sustancia tóxica a dosis menores, más diluida, disminuía la toxicidad... y por supuesto, que el paciente podría curarse mejor y solo. Pero entonces, dio otro salto de razonamiento y postuló que cuanto menos, mejor. Pero explicó que era mejor, porque la poca cantidad del agente activo era más activa! Y así hizo cada vez mayores diluciones de sus agentes activos. Hoy muchos siguen esta creencia. Principios activos homeopáticos son diluidos de una solución madre al décimo en soluciones hijas hasta una treintena de veces, lo cual suponiendo que la solución madre fuera del 100% de moléculas puras del principio activo, llevarían a una parte del principio en el astronómico número de 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 partes del solvente, que en principio es inerte. Si el solvente fuera agua, la persona tendría que tomar a esa dilución cerca de 30.000 litros de agua para tener cierta certeza estadística de haber ingerido una sola molécula del principio activo. En algunos casos los principios activos son diluidos hasta 200C, lo cual llevaría una molécula del principio por cada 10400 moléculas de agua1. ¡Cuan difícil es suponer que cualquier efecto observado en el paciente sea debido a la acción del principio activo!

Los actuales practicantes de la medicina homeopática en base a estos postulados de hace más de dos siglos, a pesar de los muchos avances en el conocimiento de la química - vale señalar que Hahnemann fue anterior a Avogadro- parecen no tomar en cuenta ninguno de estos razonamientos, o cuando los toman, utilizan un nuevo e ingenioso razonamiento: quizás no es el principio activo lo importante, sino su huella en el agua en que fue diluida... pero parece que esa huella queda en la píldora sin agua y seca que finalmente pueden prescribir al paciente.


110400 es un uno seguido de 400 ceros. No tenemos tantas moléculas en toda la tierra!.

Introducción
El método y el pensamiento científico en el psicoanálisis
E caso de las descargas neuronales
El caso de los rayos de Nancy
La importancia de la elección de la teoría en la explicación de los hechos observables
El poder fabuloso de la "convicción"
El observar, concluir y un experimento de niños
La naturaleza de las proposiciones psicoanalíticas
La necesidad de explicaciones empíricas en el campo de la clínica
Bibliografía

NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





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