Los
acontecimientos actuales reflejan que Staphylococcus
aureus representa una de las principales causas de morbi-mortalidad para el
hombre en el mundo (1). Su potente actividad infecciosa, virulencia,
versatilidad y marcada patogenicidad lo convierte en uno de los principales
agentes que ocasionan diversas patologías en el ambiente intra y extrahospitalario(2,3).
Presenta una resistencia importante a las condiciones ambientales normales; es
capaz de sobrevivir hasta tres meses en un cultivo a temperatura ambiente,
además provoca procesos infecciosos en piel, tracto respiratorio, genitourinario,
septicemia, impétigo y shock tóxico. A esto se le suma la capacidad del
microorganismo de encontrarse como flora habitual en fosas nasales, piel y
faringe sin desencadenar patología alguna, pero constituyendo un riesgo
epidemiológico, ya que puede transmitirse de un individuo a otro, conociéndose
esta condición como portador asintomático(4), así mismo esta
bacteria es considerada un gran problema de salud mundial por la dificultad que
implica el tratamiento, además de su alta incidencia y prevalencia en los
ambientes hospitalarios (5-7). A lo largo del tiempo, S. aureus ha desarrollado diferentes
mecanismos de supervivencia, entre los que se encuentran, la resistencia a los
antibióticos y la capacidad de formación de biopelículas, mostrando así su
habilidad de adaptarse al entorno (4,8).
En cuanto a la
resistencia frente a los antibióticos, en S.
aureus, se han descrito varios mecanismos, entre ellos, la producción de
enzimas betalactamasas (plasmídicas, inducibles y extracelulares), la aparición
de modificaciones que impiden la llegada del fármaco al punto diana (mutaciones
de las porinas o alteración del sistema de transporte), la alteración del propio sitio blanco (como
la alteración a nivel del ARNr 23S y de la modificación de la proteína fijadora
de penicilinas PBPs transformada a una proteína adicional denominada PBP2a
codificada por el gen mecA (4, 6, 9 – 12).
En adición a lo
expuesto, se suma la capacidad de S. aureus
de formar biopelículas, las cuales son agrupaciones microbianas de constitución
compleja caracterizadas por células que están adheridas a un substrato vivo o
inerte, pertenecientes o no a un mismo género, en donde existe una alteración
de fenotipo en relación con la tasa de crecimiento y transcripción génica (13-15).
Esto le confiere a las bacterias cualidades para sobrevivir que no
desarrollarían en su estado individual, favoreciendo la permanencia de la
bacteria en el hospedador y
desarrollando cronicidad en los procesos infecciosos. Por tanto, está
directamente relacionada con el aumento de la resistencia antimicrobiana (16,17).
Todo esto
gracias a la presencia de una matriz de sustancias poliméricas extracelulares
que está constituida por agua, proteínas, ácidos nucleicos y exopolisacárido,(13,18)
siendo este último diferente para cada género bacteriano y en ocasiones para cada
especie, en el caso de S. aureus el
exopolisacárido está conformado principalmente por poli-N-acetil-glucosamina (13,15).
Esta matriz actúa como una barrera física y química que imposibilita la llegada
de concentraciones adecuadas de antibiótico a la bacteria (13).
Esta investigación pretende asociar la capacidad
de formación de biopelículas en aislados de Staphylococcus
aureus según la susceptibilidad antimicrobiana y su procedencia clínica.