Son pocos los estudios realizados únicamente en población adulta (6,14,19)
ya que en su mayoría son los niños y adolescentes los más expuestos y
afectados por las parasitosis intestinales; sin embargo, al evaluar estudios en
población general se observan elevadas prevalencias de parasitosis en estos
grupo etarios (1,2,17,21,27,28). A través de los exámenes
parasitológicos efectuados, se pudo evidenciar una prevalencia general de infecciones
por organismos parásitos donde se incluyen tanto especies patógenas como
comensales del hombre del 77,16% (152/197); de los cuales 76 (38,58%)
correspondían al sexo femenino y 121 (61,42%) al masculino. Estos resultados son
similares a los referidos en diversas poblaciones a nivel internacional(2,3,7),
nacional(26-28) y regional (17,18,20,21); sin embargo,
existen estudios que muestran porcentajes de prevalencia menores al encontrado en
esta investigación(15,29,30). Tales variaciones podrían explicarse
por la diferencia en las metodologías diagnósticas empleadas, condiciones socio
económicas e higiénico sanitarias de las poblaciones estudiadas, entre otras.
Predominaron los casos de
individuos poliinfecctados (53,3%) sobre aquellos que presentaron una sola
especie de organismo (cromista, protozoo o helminto) (23,86%), ésta situación
es apoyada por diversos estudios (2,20), sin embargo, la literatura
también refiere trabajos que señalan a las parasitosis prevalentes en una sola
especie afectando a los individuos (14,19,27). Devera y cols. (31)
señalan en un estudio realizado en niños y adultos de una comunidad urbana un 50%
de mono y 50% poliparasitados. Ésta situación pudiera explicarse porque los
adultos al igual que los niños están en contacto con agentes contaminantes que
presentan una o varias formas evolutivas infectantes lo que conlleva a la
presencia de parasitosis.
En Venezuela, las tasas de
prevalencia de las amibas integrantes del complejo Entamoeba son desconocidas ya que no se aplican métodos diagnóstico
adecuados para su diferenciación (32,33). En la mayoría de los
países solo se utilizan exámenes con microscopía de luz que se basan en la
identificación de los estadios del parásito (quistes y trofozoítos), cuya
morfología es idéntica entre las tres especies del complejo. Sin embargo, la
especie patógena puede visualizarse en tejidos invadidos por el proceso
infeccioso. También a partir de cultivos in vitro mediante
identificación de isoenzimas se pueden diferenciar las cepas patógenas y no
patógenas, así mismo, por la determinación de componentes antigénicos
(adhesinas) y por pruebas de biología
molecular, se puede diferenciar Entamoeba histolytica de Entamoeba dispar (34).
La prevalencia del complejo Entamoeba fue de 55 casos (27,9%),
considerándose elevada para la población estudiada. Los porcentajes de dicho
complejo varían de acuerdo a diferentes factores, tales como las técnicas
utilizadas para su determinación, la edad de la población y zona de estudio,
entre otros. Adicional a lo anterior, las investigaciones que emplean técnicas
específicas como ELISA y PCR tienden a arrojar porcentajes altos, debido a la
sensibilidad de estas pruebas y a la muestra utilizada, además de permitir la
diferenciación entre las especies; en contraste, al emplear técnicas
convencionales como la microscopía, se podrían reportar falsos negativos por
errores de identificación del personal que lo diagnostica (32,33).
En este orden de
ideas, al comparar estos resultados con los obtenidos por otros estudios, se
encuentran valores de prevalencia tanto superiores (7,20) como inferiores a los de esta investigación (7,8,19,26,28,29),
incluyendo reportes por debajo del 1% (14,15,27) hasta la
inexistencia de este agente en las comunidades (31,35).
Comparando
la prevalencia de los parasitados con el complejo Entamoeba de acuerdo al género, se puede evidenciar que el sexo
masculino ocupó el mayor porcentaje, obteniendo un 17,26%, lo cual coincide con
pocos estudios (14,19,28), ya que en gran parte de las investigaciones
consultadas éste predomina en el sexo femenino. Sin embargo, el análisis
estadístico no reveló diferencias significativas al relacionar el parasitismo
por el complejo Entamoeba con el
sexo, lo que sugiere que no existe una condición propia de esta variable que
predisponga a la parasitosis, y que ambos géneros mantienen costumbres similares.
Reportes similares han sido indicados por otros autores (31,35). A
diferencia de nuestros hallazgos, Agudelo y cols. (2) señalan asociación estadística entre sexo y parasitosis,
específicamente en el hallazgo de E. coli
y uncinaria las cuales fueron mayor en el sexo femenino y masculino
respectivamente.
Con respecto a la edad y la
presencia del complejo Entamoeba, se
evidenció un predominio en el grupo de adultos jóvenes (20 a 39 años) (32/55) con un
58,18%, seguido de los adultos medios (40-65 años) con 32,73% (18/55). Para
analizar esta prevalencia, existen pocos estudios que abarquen sólo población
adulta, ya que la gran mayoría de las investigaciones se refieren a población
infantil. Al comparar con otras publicaciones se encuentran reportes similares,
ya que señalan el grupo de adultos jóvenes como los mayormente afectados,
disminuyendo la presencia de parasitosis a medida que aumenta la edad (15,31).
En referencias donde se determina la presencia del complejo Entamoeba como principal agente
parasitario, se mantiene dicha situación (1,18,20). La prueba
estadística no detectó correlación entre estas variables.
Al evaluar las especies de
protistas y helmintos encontrados se observó un máximo de hasta 6 especies
cohabitando en un mismo individuo; se detectó una alta asociación entre el cromista
Blastocystis sp. y las especies de
protozoarios pertenecientes al complejo Entamoeba (17,77%); así como también la coexistencia con
especies comensales como E. nana (17,26%) y E. coli (15,74%), con las cuales no se demostró diferencia
significativa; sin embargo, las asociaciones entre el complejo Entamoeba con + G. lamblia así como con Ch.
mesnili, una especie protista comensal frecuente donde si se demuestra significancia
al aplicarle la estadística. Previamente ha sido reportado en investigaciones
en la que se hace mención de las asociaciones parasitarias, se observa que el cromista
Blastocystis spp. encabeza la lista
de los organismos unicelulares que realizan infecciones al hombre, asociado a especies
de protozoarios comensales y en pocas oportunidades al complejo Entamoeba (35-39).
En el presente estudio se detectaron
catorce (14) especies de organismos que infectan al hombre y realizan vida
parasita en el, siendo las más frecuentes Blastocystis
spp. con un 50,3% (99/152). Este es un microorganismo que hoy en día sigue
siendo controversial, debido a que aún se desconoce su papel patógeno, aún
cuando se han realizado múltiples estudios clínicos, epidemiológicos,
terapéuticos, morfológicos y genéticos (36-40). La frecuencia de
este chromista el cual está actualmente clasificado dentro de este grupo (41),
al ser comparada con otros autores en el ámbito internacional y nacional
incluyendo el estado Zulia señalan prevalencias que van desde un 20% hasta un
55% (2,3,7,15,19,26,28) lo que demuestra que las fuentes de
transmisión está altamente relacionada con las condiciones de vida y la infección por este no parece restringirse a condiciones
climáticas, grupos socioeconómicos ni áreas geográficas.
Otras especies encontradas en
altos porcentajes fueron Endolimax nana
y Entamoeba coli, quienes se
consideran los comensales más comunes del ser humano. El patógeno G. lamblia solo fue diagnosticado en un
3,6% lo que demuestra que este agente está más asociado a la población infantil
que adulta. Mientras que de los helmintos Ascaris
lumbricoides 16,8% (33/152), Trichuris
trichiura 7,6% (15/152) y Ancylostomideos 6,1% (12/152). Estos
enteroparásitos han sido reportados en otros estudios similares de la región,
donde las condiciones sanitarias deficientes favorecen la diseminación (42).
Con respecto a los coccidios
intestinales se determinó un caso de Cryptosporidium
sp. y un caso de C. cayetanensis lo
que demuestra que son parásitos mayormente asociados a la infección por VIH (26) y la población
estudiada en nuestra investigación a
pesar que no fue el total de estudiados eran individuos aparentemente
sanos. Tal aseveración es apoyada por los estudios de Gonzalez y cols (26)
donde no obtuvieron coccidios intestinales y Agudelo y cols.(2) que
obtuvieron bajo porcentaje de C.
cayetanensis. Caso contrario es demostrado por Cazorla y cols., (28)
encontraron elevadas prevalencias en individuos de todas las edades de Urumaco,
estado Falcón. No se observó diferencia significativa entre las especies
parasitarias identificadas (p>0,05).
Como se puede evidenciar la
prevalencia por el complejo Entamoeba y
otros enteroparásitos en la población adulta estudiada se mantiene en estrecha
relación con la casuística reportada en la literatura, lo que demuestra que las
parasitosis siguen ocupando los primeros lugares entre los microorganismos que
afectan el intestino humano.
Agradecimientos: A
todas las comunidades visitadas que nos permitieron realizar el estudio y al Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de La Universidad del
Zulia (CONDES) mediante el financiamiento del proyecto CC-0489-13.