Psiquiatría
Las huellas del Edipo en la eleccion de pareja
Relaciones fundamentales del ser humano y la elección de pareja
La experiencia clínica psicoanalítica pone en evidencia una y
otra vez que en el inconsciente el pasado se hace presente, y que el ser humano
se va a vincular con la vida según el tipo de relación de apego
que haya tenido con los padres desde el nacimiento, y a esto se sumará
la intensidad y la cualidad de los instintos de vida y de muerte que predominen
en ambas partes. Las características de estas relaciones determinarán
el atractivo por alguien.
Centrémonos
en las tres relaciones fundamentales que tiene el ser humano y que influyen
en la futura elección, no sólo de pareja, sino de la actitud frente
a la vida que se asuma en general, experiencias que quedan en la mente como
huellas, marcas o modelos a seguir.
Nos referimos a:
-
La
primera relación que tiene el bebé con la madre y con el padre
-
La
relación de pareja que hay entre los padres, y
-
La
relación que tiene el hijo (a) específicamente con su madre
y con su padre en el desarrollo de la infancia, pubertad y adolescencia.
La
primera relación que se
tiene es con la madre
A través
del pecho se conocerá la vida, y esta experiencia demarcará el
modo de relacionarse. Las sensaciones físicas-somáticas que sienta
el bebé tendrán su análogo en lo mental, que se estará
gestando a la par. Lo que él sienta, gratificante o frustrante, placentero
o doloroso, constituirá una impronta que quedará en su mente y
en la forma de vincularse con el mundo. Se quedarán dentro de él
como sensaciones buenas o malas que no podrá recordar, pero tampoco olvidar,
y así, actuarán desde su inconsciente.
En los primeros tiempos de vida, un bebé no sabe diferenciar que él
y su mamá son dos personas distintas. Él, el pecho y mamá
se sienten, al inicio de su vida, fusionados en una misma experiencia. Poco
a poco comenzará a percatarse que él es distinto al pecho y a
mamá, comenzando así los sanos procesos de separación e
individuación. Justamente es en la separación donde crecerá
la mente del niño en búsqueda de otros nutrientes para constituirse.
Si esta separación se anticipa (prematuramente la madre la fuerza, o
lo opuesto, si no se estimula porque a los padres les resulta amenazante que
el hijo crezca), se estructurará una mente con escasa capacidad para
hacer vínculos y un prototipo de relación donde el otro se requerirá
para ser y existir.
Progresivamente, en la evolución normal, el bebé se percatará
de que además de mamá existen otros: el papá, los hermanos,
una familia, algo más allá de ellos dos, un tercero (lo cual es
un gran duelo). La presencia del padre será fundamental para ayudar a
este bebé y a la mamá, a la necesaria separación. Con una
presencia amorosa y respetuosa, papá se incluirá para enriquecer
al hijo (a) desde lo que él puede ofrecer distinto a mamá y ayudará
a la madre a retomar sus otros roles y actividades. De no lograrse la entrada
del tercero, la mente de ese niño (a) se estructurará bajo la
premisa de vincularse con el otro en forma posesiva y demandante; la separación,
las diferencias y la exclusión, serán vividas como una gran amenaza.
A futuro estos son los adultos que colocan en la pareja toda la responsabilidad
de bienestar y felicidad, escogiendo al otro para respirar con su pulmón
y moverse con sus pasos.
Si el bebé al nacer cuenta con unos padres que comprendan y atiendan
su indefensión, con una madre y un padre dispuestos a pensar y a representar
con su propia mente los estados mentales internos del niño, con unos
padres capaces de respetar sus necesidades específicas y particulares,
generarán en él la confianza básica para existir, y se
constituirá en su mente un modelo de relación, donde estar con
el otro será una gratísima experiencia amorosa.
Si el bebé en sus primeros momentos de vida se encuentra con una madre
y un padre desconectados emocionalmente, vacíos afectivamente, sordos
a lo que el hijo (a) intenta comunicar, este bebé inevitablemente sentirá
un tipo de ansiedades muy difíciles de metabolizar y procesar, que lo
hará recurrir al uso de maniobras para contenerse a sí mismo y
así, no desintegrarse. Mecanismos inconscientes de defensa -los llamamos
los psicoanalistas- que lo ayuden a lidiar con la soledad, el terror y el desamparo
(estos mecanismos se usarán a lo largo de la vida). Esta experiencia
de soportar desde tan pequeño la ausencia de contención emocional,
de auto- abastecerse psicológicamente, tiene altos costos para el desarrollo
del sí mismo y de la mente, limitando y empobreciendo a futuro la afectividad,
la capacidad para pensar y la capacidad para relacionarse con los demás.
Este tipo de experiencia hace muy difícil confiar en el amor y en la
vida compartida.
El sentido de mostrarles esto es que lo que se aprende en estos primeros tiempos
se repite en las relaciones a futuro.
Lo segundo que
es significativamente importante en las elecciones es la relación de
pareja que existe o ha existido entre los padres
Que el padre asuma
su rol masculino, sea buen proveedor de estabilidad y seguridad, mantenga con
firmeza los límites y las decisiones, ofrezca un modelo de ser hombre.
Que la madre se haga cargo de su rol femenino, maternal, se haga respetar, sea
constante en la enseñanza y en la crianza y, pueda ofrecer un modelo
de ser mujer. Yque los padres puedan hacer equipo para lograr la mejor calidad
de vida posible para la familia, resultará una brújula útil
para transitar la existencia, un modelo valioso que le permitirá al hijo
(a), claridad en sus procesos de identificación.
La capacidad de la pareja de padres de compartir y disfrutar como pareja sexual,
además de pareja de papás, será un ejemplo de relación
que le permitirá al hijo poder discriminar el lugar amoroso que como
hijo le corresponde. Contar con un modelo de unión amorosa, respetuosa,
donde exista admiración y valoración mutua, en el que prevalezca
la disposición a pensar y a reflexionar la vida, será un referente
importante para construir a futuro un adecuado proyecto de pareja donde exista
además una sexualidad adulta plena.
El reconocimiento por parte del niño (a) de la relación de los
padres entre sí, une su mundo psíquico y le permite participar
en un mundo compartido en que pueden existir diferentes relaciones. La capacidad
de visualizar una relación amorosa entre los padres proporciona las bases
para creer en un mundo seguro y estable. Si el vínculo entre los padres
percibido en amor y odio puede ser tolerado en la mente del niño, le
proporcionará un prototipo para relaciones interpersonales adecuadas.
Que los padres puedan observar, mirar y reconocer al hijo (a), es una condición
para poder mirarse a sí mismo en interacción con los otros y considerar
otros puntos de vista, conservando el propio.
Aquellos que nacen en una no-pareja inevitablemente tendrán serias dificultades
para confiar en el amor y para erigir un proyecto de vida donde prevalezca la
armonía y el bienestar.
En este sentido, hablamos de la superación del Edipo cuando se ha aprendido
a aceptar a los padres:
- Con
sus aspectos buenos y no buenos
- Diferentes
a sí mismo
- A
tolerar la exclusión cuando están unidos y,
- A discriminar
sus roles sexuales de pareja y de papás.
Estas son condiciones necesarias para seleccionar una pareja adecuada.
El tercer aspecto fundamental que explica qué
tipo de elección de pareja se realiza, lo constituye la relación
específica que el hijo o la hija tiene con su madre y con su padre en
la infancia, pubertad y adolescencia
A través
del juego infantil, los niños expresarán los modos como procesan
en su mente las preferencias por mamá o por papá, lo cual también
dependerá de la calidad de afecto que papá o mamá ofrezcan.
En un proceso evolutivo normal, será común observar el deseo de
un varón por tener una novia como mamá o, en la hembra, tener
un novio como papá. Serán los ejercicios preparatorios para la
futura elección de pareja.
Que un padre o una madre, dosificadamente, permitan el juego “como si”
fuera el novio más valiente o la novia más bonita e inteligente,
le permitirá al niño y a la niña sentirse valorados y aceptados,
experiencias que contribuyen a consolidar la identidad del sí mismo.
Si un padre o una madre hacen de esta demanda edípica una burla o un
rechazo rígido (por mal manejo de sus ansiedades o por falta de amor),
el concepto sobre sí mismo y la autovaloración del hijo (a) se
verán mellados, un maltrato que deja lesiones difíciles de revertir.
Si un padre o una madre se pasan al otro extremo y ofrecen vínculos cargados
de erotismo y seducción, generarán confusiones que, a la larga,
influirán negativamente en las relaciones que tenga. En otros casos,
si los padres toman al hijo o a la hija como centro único de sus afectos
y necesidades, será muy difícil para este hijo (a) atreverse a
escoger pareja, pues individualizarse y separarse tendrá el “altísimo”
costo de perder el amor de los padres, del que se depende aún. Las madres
depresivas y narcisas -y los padres con estas características- no toleran
la autonomía del hijo o la hija, envidiando su frescura y vitalidad.
Suelen emplear la manipulación y la culpa, aspectos con los que es muy
difícil batallar.
Otro es el caso del padre perfecto o el de la madre hiperatenta que anticipa
las necesidades de los hijos sin permitir que estos desarrollen sus propios
recursos, convirtiéndolos en inútiles para la vida. De esta manera,
el vínculo que establecerá este hijo o hija será de mucha
dependencia, y se basará más en las iniciativas y control del
otro que de sí mismo. En la adolescencia es común observar cambios
significativos en la expresión del afecto de padres y madres que se asustan
con el crecimiento de los hijos y toman distancia, abandonándolos, desatendiéndolos
o agrediéndolos. Este tipo de cambio crea confusiones que generan dolor,
malestar y resentimiento, ingredientes que luego se utilizarán para “cocinar”
una relación cuyo sabor resultará amargo.
Podríamos seguir presentando muchos más ejemplos, pero lo que
se desea ilustrar es cómo el Edipo de los padres, sus deseos y conflictos
inconscientes, influyen significativamente en las elecciones de pareja que hacen
los hijos a futuro. |