Psiquiatría
Las huellas del Edipo en la eleccion de pareja
Casos clínicos y Conclusiones
Casos clínicos
Si en la mente de una madre el padre es descalificado y atacado, y si además
el padre no defiende su rol y no se hace afectivamente presente, una hija difícilmente
podrá admirar y valorar a un compañero: inconscientemente escogerá
una pareja donde se repetirán estas pautas de descalificación
con todo el sufrimiento que ello conlleva. Si el padre ha maltratado a la madre,
o le ha sido infiel, habrá tendencia a repetir una hstoria parecida,
a pesar del rechazo que conscientemente se pueda tener. Si se trata de un padre
alcohólico, irresponsable o depresivo, le será muy difícil
a la hija contar con un hombre firme, fuerte y capaz de progresar en la vida,
salvo que se tome conciencia y se asuman los esfuerzos que se requieren para
transformar estas herencias familiares. A veces predomina la rabia por estas
realidades y se escoge pareja buscando todo lo contrario, por oposición;
el riesgo es que, si es la rabia la que motoriza la elección, inconscientemente
saldrá por algún lado el conflicto.
En relación
al tema, la caricaturista argentina Maitena logra integrar excelentemente en
su trabajo “Mujeres Alteradas”, qué es lo que quiere la mujer:
“La mujer lo que quiere es un príncipe azul que la rescate de la
monotonía, que le resuelva todos sus problemas, que no pidan ni necesiten
nada, que sea buen mozo y millonario, que la traten como una reina…”,
terminaba su caricatura, expresando “que los príncipes azules no
existen”. En otra de sus caricaturas expresa: “Esa vieja costumbre
que tenemos las mujeres de quedarnos enganchadas de un hombre” (que también,
por supuesto, ocurre en el varón), decía: Si tu padre fue maravilloso,
¿jamás podrás encontrar un hombre que se le parezca?…Si
tu padre fue un desastre, ¿siempre vas a elegir hombres que te amarguen
la vida?... Si tu padre estuvo ausente, ¿vas a buscarlo en cada par de
pantalones que tengas cerca?... Si tu padre ya es mayor, ¿hasta cuándo
vas a seguir siendo una niña?
Veamos dos ejemplos que ilustran el tema:
Sabine,
una paciente que intentó un análisis, profesional exitosa, se
sentía atrapada en una relación de cinco años donde estaba,
según ella, muy enamorada de él, pero la pasaba “muy mal”.
Él era venticinco años mayor, profesional; en los últimos
tiempos alcoholizado, muy deprimido. Finalmente se había separado de
su esposa y de sus tres hijos, con gran culpa. Él no le permitía
a ella estar en público ni presentarla a su familia. Él decidía
cuándo estaban o no juntos, de manera que a ella le tocaba siempre esperar
por él para moverse en la vida. Esto la hacía sufrir mucho. Cuando
tratamos de comprender el por qué de ese tipo de elección, se
explicaba -al reconocer que ella había sido abandonada por su padre-
un importante personaje público, que no la reconoció como hija.
Había nacido de una relación de amantes, que se terminó
cuando la madre salió embarazada de ella. El padre era casado, pertenecía
a una clase social alta, tenía hijos que Sabine, investigando, sabía
quienes eran. La madre era extranjera, humilde y se dedicó a trabajar
para darle a ella sustento y educación, había muerto hacía
cinco años, con lo cual ella se sintió desesperadamente sola,
no había familia por ningún lado. ¿Cómo elegir una
buena pareja en estas condiciones?... Si bien Sabine intentó en dos oportunidades
asumir su tratamiento analítico, no pudo. Vía telefónica
interrumpió, después de unos cuantos meses, expresando que era
demasiado doloroso para ella ver esas verdades, y que de verlas y separarse,
se quedaría más sola, con lo que no podía, al menos “por
ahora”. Prefería su situación que la soledad.
Marisol estaba casada
con alguien que la maltrataba y quería divorciarse cuando acudió
a mi consulta muy deprimida, con ideación suicida, pero no podía
ni sabía separarse. Había sido una niña prodigio que dedicó
mucho tiempo a destacarse en un área, el reconocimiento público
era fundamental para ella, sin ello, no era nadie, su sí mismo estaba
colocado en la opinión externa y no dentro de sí. Su padre reforzó
mucho que fuera famosa, si ella no lo lograba, él no la querría,
por lo cual ella dedicaba horas del día para practicar, mantenerse en
la cúspide y, especialmente, ser querida por el padre. El costo de lograrlo
fue no tener espacio para una infancia normal, no hubo amigos ni mucho tiempo
para el juego. La pareja de padres giraba en función de mantener el éxito
de la hija, no era una pareja que funcionara como tal, cada uno tenía
su amante fuera del matrimonio, pero promulgaban la moral y las buenas costumbres.
Hasta los 18 años esta niña había dormido en la cama de
los padres, de allí salió para un matrimonio sin claridad en su
decisión. Él era un profesional exitoso y famoso, a quien ella
había idealizado, la tenía como una empleada que debía
cubrir sus necesidades y a diario la maltrataba. Ella era toda una actriz disimulando
estar bien, pero en el fondo estaba llena de muchísimo odio y, frente
al maltrato físico del esposo, finalmente decidió, con mucha dificultad,
separarse. Le daba gran culpa dejarlo solo (él, por su parte, le hizo
la separación bien difícil). Después de meses de inmenso
esfuerzo en su tratamiento analítico logró separarse, comenzó
a sentirse mejor y al tiempo, conoció a alguien que la valoró
y trató amablemente, con respeto, atenciones, detalles e invitaciones
muy especiales. Esto la llenó de tal modo, que inventó la posibilidad
de una relación permanente con él y se obsesionó por la
posibilidad de casarse. Desde el primer momento era claro que el joven no pretendía
mayor cosa con ella, e incluso a los meses, decidió casarse con su novia
de siempre. Esta realidad desorganizó a Marisol y decidió vengarse
de él, haciéndole la vida imposible (logró meterse en los
e-mails de él y su pareja, obtenía información privada
con la que se atormentaba, inventó reuniones para estar donde ambos se
encontraban, etc.). Después de pensarlo y de planificar varias cosas
que no resultaron exitosas para separarlos, decidió tener un novio “para
vengarse”, y armó su nuevo matrimonio con un muchacho que parecía
buena gente, todo en función de que el amigo supiera que ella no estaba
sufriendo. ¿Qué puede esperarse de todo esto?
Conclusiones
Sabemos
que a causa de la inmadurez propia de la juventud, se puede escoger una pareja
inadecuada. No obstante, es posible reparar esta situación en una nueva
elección, siempre y cuando exista la disposición a mirar el mundo
interno, conocerlo, comprenderlo, aceptarlo y transformarlo.
En una misma relación
de pareja, es posible elegir y tener un mejor vínculo. Esto será
posible si hay la capacidad y la disposición para tolerar y aguantar
malestar, mientras se define qué es lo que requiere cambio y, si buscan
juntos, las maneras de modificar aquellos aspectos que empobrecen dicha relación.
De esta forma, podrán fortalecerse las bases del vínculo, construirse
nuevos proyectos, renovarse los intereses, las ilusiones, el amor y la pasión.
El amor se crece en esa experiencia de tener la libertad de elegir pareja dentro
de la misma pareja.
Mientras no tengamos
concientes “nuestro edipo”, elegirá nuestra historia familiar
o solamente nuestro inconsciente. Tomar conciencia, analizar y trabajar emocional
y mentalmente lo que ello implica, será la oportunidad de ser dueños
de nuestro presente y de nuestro destino.
En la relación
que se establece con el analista o con el terapeuta, existe la posibilidad de
vivir un nuevo vínculo que deje diferentes huellas y alumbre nuevos caminos.
La nueva experiencia de relación de contención emocional y mental,
ofrecerá nuevas introyecciones e identificaciones, dando oportunidad
al crecimiento y a la evolución, lo cual repercutirá favorablemente
en las relaciones humanas.
Finalmente, desde
el lugar de padres, nos toca la responsabilidad de comprender y conocer cuánto
influye “el Edipo” en la estructuración de la mente y en
la vida de los hijos, para transformar aquellos aspectos que perjudiquen su
desarrollo emocional y mental y fortalecer aquellos aspectos buenos que estimulen
la búsqueda del conocimiento y la verdad, y así, dejarles unas
mejores huellas en su tránsito por la vida. |