Acumulado Enero - Diciembre 2023 (93 - 96) 93
ISSN 1317-987X
 
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Psiquiatría
La necesaria subjetividad de la psiquiatría basada tanto en evidencias como en narrativas

Medicina Basada en Narrativas

Comencemos por la definición de "narrativa" que aportan dos psiquiatras de Madrid, Fernández Liria y Rodríguez Vega (18): "La narrativa es un genero literario que tiene como objeto producir emociones en el lector mediante el desarrollo de una trama (una relación de sucesos significativos) que evoca un mundo, en el que participan unos personajes, definidos por esa misma trama". Ellos se adscriben al grupo de los que consideran que las psicoterapias pueden ser entendidas en los términos y con los conceptos con que nos referimos a la actividad narrativa, o sea, una comunicación verbal en la que modificamos la narrativa estancada del paciente, transformándola en otra. Subrayan que cada escuela de psicoterapia tendrá sus propias narrativas y medios de reestructurarlas y, sobre todo, que la óptica de las narrativas se inscribe en el polo opuesto a la pretensión de un tratamiento manualizado para cada categoría diagnóstica, pues pretende adecuarlo a cada pareja terapeuta- paciente.

Inmediatamente los que abogan por hechos y verdades rigurosamente comprobadas saltarían cuestionando la objetividad de una narrativa compartida entre dos y, en efecto, tienen razón pues es subjetiva y en buena medida no puede dejar de serlo. Aquí entramos en otra disputa dialéctica como la de mente versus cerebro, que es la disputa entre relativismo versus realidad. Y es que la teoría relativista o perspectivista que considera que la realidad existe, pero es moldeada por quien la observa y relativa al que la percibe, se ha convertido en paradigma de la post-modernidad.

Ahora, ¿significa esto que cualquier narrativa que construya la díada terapéutica es válida, incluso si el proceso llega a constituir un delirio compartido por ambos? Algunos dirán que sí, apegándose estrictamente a la relatividad de lo percibido. Otros consideramos que hay algo más que narrativa en nuestro trabajo y que no se trata de sustituir la narrativa estancada del paciente por cualquier otra, sino que el manejo de la técnica, incluyendo el análisis de la transferencia, contratransferencia, mecanismos de defensa, resistencias, actuaciones, repeticiones compulsivas, etc. permiten alcanzar un mejor balance entre objetividad y subjetividad que aún siendo relativo, permita continuar el proceso dialéctico de tesis - antitesis (como diría Lacan) que creciendo en espiral, permita la construcción sucesiva de nuevas verdades que a su vez evolucionan hacia otras. Y esto es lo que diferenciaría una narrativa basada científicamente de cualquier narrativa azarosa y de un delirio compartido, pues en estos casos el proceso se estancará en una narrativa repetitiva - como el delirio del psicótico - o se sustituirá la "mentira" del paciente por otra "mentira", quizás más tolerable pero que impedirá continuar la evolución.

En esto es difícil no caer en una postura ambigua, pues no se trata de decir "yo creo que la narrativa psicoterapéutica es subjetiva pero intento hacerla objetiva". Algunas veces este discurso esconde una secreta desvalorización de la subjetividad inherente a la psicoterapia, mal disimulada detrás de una apariencia de orgullo de ciencia social o humanística, que aspira al objetivismo para estar a la altura de ciencias más exactas.

La tendencia natural (esquema dual) es a colocarnos en uno u otro extremo del espectro en estas cuestiones polares y, por supuesto, el que se ubica del lado de la ciencia que trata de lo que líneas más arriba se calificó como "evidencia científica cuya veracidad y exactitud estén rigurosamente comprobados" se siente poseedor de la verdad y muchas veces mira con actitud displicente al que se las ve con aspectos de la ciencia menos posibles de ser rigurosamente comprobados. Pero a éste último no le es fácil resistir la presión de demostrar a como de lugar que no es menos riguroso ni científico, lo cual se convierte en un problema cuando se intenta reducir aspectos abstractos o por su esencia subjetivos a datos objetivables, medibles y replicables. Por ejemplo, Gabbard (19) explica que realizar una serie de preguntas con instrumentos de evaluación estandarizados promueve a menudo resistencia en pacientes con trastornos de la personalidad y la información generada carece de utilidad para valorar las interacciones terapéuticas, por tanto sigue siendo un reto traducir los datos de la transferencia y contratransferencia a los criterios sistemáticos de diagnóstico.

Aún las ciencias más exactas tienen elementos nada despreciables de subjetividad y más aún la que trata con la variabilidad e individualidad del ser humano como lo es la psiquiatría y la psicología. Entonces el asunto, nada fácil, es discriminar lo objetivable con relativa precisión de lo que es subjetivo y reconocer la complejidad y complementariedad de ambos polos, sin tratar de "elevar" lo subjetivo a las alturas de lo objetivo, como si realmente representase a la oveja negra de la familia científica.

Sin embargo, tampoco creo que podemos rendirnos a una especie de nihilismo que por considerar que en la realidad hay mucha subjetividad, renuncie a todo intento de sistematizar una técnica que permita encontrar aspectos objetivables. Cuando se siguen criterios técnicos, aunque nuestra elección de determinada técnica sea subjetiva, tenemos algunos referentes que nos permiten valorar y comparar determinadas variables del encuentro terapéutico y ello limita la pura subjetividad del terapeuta o el cómodo eclecticismo donde "todo vale por el bien del paciente". En este sentido, en el artículo antes mencionado Gabbard (19), a pesar de que pone en duda la fiabilidad de los instrumentos en trastornos de personalidad, cita el trabajo de Betan y col (20) según el cual los fenómenos de la contratransferencia pueden medirse de forma clínicamente sofisticada y psicométricamente sólida.

Concuerdo con Spence y con Schafer (21) en que éla realidad de los hallazgos en un psicoanálisis es una versión que podría y podrá relatarse de otra manera". Esto explica por qué la narrativa varía de un proceso a otro e incluso en un mismo proceso, y por qué continua modificándose después de haber terminado el trabajo entre analista y analizando durante el proceso de autoanálisis.

Tal como lo veo, siempre existe una subjetividad compartida entre analista y paciente que conducirá a encontrar un sentido, pero que no será necesariamente el único sentido posible. O sea, que se llegará a una `verdad´ que permite la evolución del proceso y el crecimiento, pero que no es una verdad única, incontrovertible e inmodificable, como no lo es la verdad científica.

Como señala María Teresa Miró (22) de la Universidad de la Laguna, parece claro que la narración por sí misma no es necesariamente terapéutica y es una cuestión compleja la forma en que la articulación narrativa produce cambios terapéuticos. En tal sentido, Spence (citado por Bleichmar y Leiberman (23)) dice: "nuestro quehacer no es un simple descifrar o descubrir sentidos de la historia o relatos de nuestros pacientes, como lo podría hacer una disciplina puramente hermenéutica, sino que nuestra subjetividad e interacción con nuestros pacientes hacen posible la reedición de la historia y la creación de nuevas verdades narrativas y subjetivas que realmente modifican la vida de nuestros pacientes".

En psicoanálisis han proliferado las teorías interpersonalistas que han llevado a formar corrientes o escuelas como la constructivista, la interpersonal, la relacional y la intersubjetiva. Estas corrientes tienen similitudes teóricas y algunas diferencias técnicas, aunque algunos, como Hirsch, no las ven.

Siguiendo a Frankel (24), algunas características comunes de este modo de entender el psicoanálisis son:

1:- Existe una realidad interactiva en la que el paciente y el analista se encuentran como sujetos de un diálogo y en la construcción conjunta de significados.

2.- Comparten una teoría central: que la personalidad y la psicopatología son moldeadas por las interacciones; que las relaciones interpersonales se regulan a través de la mutua comunicación inconsciente y, por tanto, igualmente sucede en el análisis; que el analista no es el poseedor privilegiado de la objetividad y que la valoración mutua entre paciente y analista es una meta.

3.- Que fundamentalmente la mente se esfuerza en buscar una conexión relacional y una comunicación, más que en la descarga y en la gratificación de pulsiones.

Sin embargo, coincido con Gabbard (25), en que algunos de los interpersonalistas, y en especial los constructivistas, han puesto un énfasis exagerado en la situación actual entre paciente y analista, mientras han subestimado el impacto acumulativo de una vida con determinado tipo de interacciones con objetos, así como las fantasías intrapsíquicas relacionadas con dichas interacciones. Estas experiencias y los significados de sus relaciones ya están en el paciente antes de ir al analista (tanto como memorias explícitas como memorias implícitas) de modo que los significados intrapsíquicos son alterados hasta cierto punto, pero no radicalmente reescritos de nuevo a causa de la subjetividad del analista. Más aún, considera que a pesar de que la objetividad absoluta no es posible, hay períodos de relativa objetividad en los que el analista puede observar el proceso intrapsíquico del paciente de una manera que le es mucho menos accesible al paciente.

En esta disputa entre los defensores de la metapsicología freudiana intrapsíquica y los de la psicología interpersonal parece también traslucirse la tendencia a usar los patrones de pensamiento dual que antes atribuimos a la dialéctica entre mente y cerebro o entre narrativas y evidencias. También aquí considero que ambas posturas son partes de un todo.

En estos temas no es fácil mantener una postura sin contradicciones. Por ejemplo, Stolorow y Atwood (26) critican a Sullivan, el padre del psicoanálisis interpersonal, por oscilar entre la perspectiva intersubjetiva o mantenerse fuera de la transacción interpersonal y presumir que se hacían observaciones objetivas susceptibles de "validación por consenso". Así como cuestionan lo que este autor denominó "distorsión paratáxica", que es un proceso por el cual la historia personal de una persona deforma las experiencias con otros. Sin embargo, dos páginas después se defienden de las críticas sobre su exagerado énfasis en lo interpersonal señalando que "una persona entra en cualquier situación con un conjunto establecido de principios ordenadores que son la contribución del sujeto al sistema intersubjetivo, pero es el contexto el que determina cuáles de entre la serie de estos principios serán llamados a organizar la experiencia".

Entonces, lo que plantean Storolow y Atwood es que el individuo aporta a la relación sus principios invariantes ordenadores de la experiencia pero la interacción con el otro determina cuales de estos principios históricamente adquiridos son activados y llamados a organizar la experiencia, pues será el contexto quien favorecerá a uno u otro principio.

Yo diría que los principios invariantes son el aporte inconsciente intrapsíquico, aunque ellos insistan en erradicar lo que llaman "el mito de la mente aislada" y lo que intentan destacar es la prioridad del contexto sobre lo intrapsíquico. A mi modo de ver termina siendo como el asunto de determinar si es primero el huevo o la gallina, pues si el otro para mí es mi contexto, yo soy el contexto para el otro, de modo que tanto las invariantes intrapsíquicas del paciente como las del terapeuta crearan el contexto y este a su vez determinará qué principios invariantes de uno y otro son activados y así sucesivamente en continua espiral.



Continua: Conclusiones

Introducción
Medicina Basada en Evidencias
Medicina Basada en Narrativas
Conclusiones
Referencias Bibliográficas

NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





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