En los últimos 25 años se han propuesto dos
definiciones de convulsión febril. Una por el National Institutes of Health (NIH),
en 1980, la más conocida y citada. La otra ha sido presentada por la
International League Against Epilepsy (ILAE), en 1993. La NIH, define la
convulsión febril como un episodio que aparece en la lactancia o primera
infancia, se presenta entre los tres meses y cinco años de edad, asociada con
fiebre, pero sin evidencia de infección o causa intracraneal definida. Mientras
que la ILAE define la convulsión febril como una crisis que ocurre en el niño
desde el primer año de edad, asociada a enfermedad febril no causada por una
infección del Sistema Nervioso Central(1).
Esta patología se presenta de dos maneras. En primer
lugar tenemos, la convulsión febril simple, también llamada típica o benigna.
Esta se expresa en forma breve, con una duración no mayor de 15 minutos, no
deja secuelas y ocurre sólo una vez en 24 horas en un niño febril, con
temperatura mayor o igual a 38°C. En estos casos no hay evidencias de infección
intracraneana ni disturbio metabólico severo. Los movimientos del niño son
tónicoclónicos y la crisis suele resolverse de forma espontánea. Y, en segundo
lugar, está la convulsión febril compleja, también llamada atípica o
complicada. En estos casos la crisis se presenta con una duración superior a
quince minutos, es una crisis focal, puede repetirse en 24 horas, deja secuelas
transitorias o permanentes en un niño sin compromiso neurológico previo ni
historia anterior de crisis febril(2).
Las convulsiones febriles, en el 90% de los casos, se
presentan entre los seis meses y tres años de edad y son más frecuentes en los
niños de género masculino y de piel negra. Existen muchas controversias en
relación con el mecanismo fisiopatológico que las desencadena; se ha planteado
que la fiebre altera el umbral epiléptico, originando un desequilibrio metabólico,
vascular y electrolítico con el subsiguiente consumo de oxígeno, glucosa y
acidosis secundaria, todo ello mediado por la inmadurez de la neurotransmisión
a nivel central (3).
Si la primera convulsión es compleja o si el niño
tiene alguna patología del Sistema Nervioso Central
el riesgo de desarrollar epilepsia aumenta y si ambos factores están presentes
el riesgo se eleva muchos más. Las estadísticas han demostrado que la
probabilidad de desarrollar epilepsia es mayor en los casos de niños que presentaron
convulsión febril focal, prolongada y repetitiva. Además, se considera que la
hipoxia y la isquemia generadas durante una convulsión febril prolongada son
los factores responsables de desarrollar esclerosis del lóbulo temporal, que luego sirve como sustrato
patológico para las crisis parciales complejas (4).
La experiencia en el conocimiento de esta patología
nos informa que la predisposición genética contribuye a la ocurrencia de la
misma, lo cual queda sustentado por estudios de conexión genética de varias
familias en los que se descubrió el gen de las crisis febriles ubicado en el
locus 19p y 8q del cromosoma 13 y 21, demostrando en algunas familias un patrón
de herencia autosómica dominante. Por lo demás, cualquier evento capaz de
producir fiebre es potencialmente un factor de riesgo para presentar una
convulsión febril (5).
De acuerdo a la etiología la causa más común de fiebre
es la infección viral; el número de episodios febriles, la historia familiar de
convulsión febril y la temprana edad de
la primera convulsión son factores de riesgo significativos para futuras
recurrencias de convulsión febril (6).
Una tercera parte de los niños que sufren una
convulsión febril tendrá alguna recurrencia. Se ha corroborado que los
antecedentes de convulsión febril o epilepsia incrementan significativamente el
riesgo de ésta y aquellos pacientes que tienen la primera convulsión febril
antes de los 15 meses de edad, historia
familiar de convulsión febril y epilepsia presentaran recurrencia. También ha
llegado a identificarse diversos factores potencialmente asociados a un mayor
riesgo de presentar epilepsia posterior, como la edad de la primera convulsión
febril, menor de 15 meses, historia familiar de epilepsia y el porcentaje de
convulsiones complejas (7).
Una investigación realizada en nuestro país el año
2006, intentó relacionar las crisis
epilépticas febriles y los niveles de hierro en los pacientes pediátricos, se
concluyó que los niveles de ferritina sérica fueron significativamente más
bajos en el grupo de los casos que en el
grupo control, lo cual sugiere que la depleción de las reservas de hierro
podría relacionarse con una mayor probabilidad de presentar crisis epilépticas
febriles en la infancia(8).
La convulsión febril
es una patología que tiene alta incidencia en la población infantil venezolana. Un porcentaje
variable de pacientes con convulsiones febriles, experimentan otro de estos
eventos, y otro porcentaje en menor cuantía puede presentar luego epilepsia.
Además es necesario plantearse la interrogante y diferenciar si la convulsión
febril es secundaria a la fiebre o es la manifestación inicial de epilepsia. Es por ello que se plantea la realización de
esta investigación con la finalidad de
determinar las características de la convulsión febril en pacientes que
acudieron a consulta de neurología pediátrica en el Hospital Docente
Asistencial Dr. Raúl Leoni en el año
2010.