En el presente estudio se trabajó con un grupo
heterogéneo de pacientes, mismos que presentaron al menos una convulsión febril
en el curso de un proceso infeccioso extracraneal. Dichos pacientes difieren
por el agente causal de la infección, aspectos genéticos, eventual recurrencia
y antecedentes familiares y propios del niño.
La convulsión febril constituye una de las principales
causas de consulta en emergencia pediátrica, bien sea por la preocupación de
los padres ante la ansiedad que genera o por su repercusión en la calidad de
vida de quienes la padecen.
El comportamiento de las convulsiones febriles en
relación al género y edad de inicio de presentación fue analizado. En los
resultados obtenidos hubo mayor predominio del género masculino con 25
pacientes, que constituye el 59.52% del total de los casos. Este hallazgo
concuerda con lo señalado en la literatura(3,6,9). En relación a la edad de presentación, en los
resultados obtenidos se observó mayor frecuencia de la convulsión febril en el
rango de edad comprendido entre 2 y 3 años (83,33%). Coincidiendo con trabajos previos que
señalan mayor incidencia en aquellos niños y niñas en edades comprendidas entre
6 y 72 meses de edad, con un pico de máxima incidencia entre los 19 y 24 meses
de edad(7).
De la misma
manera, se explica
que las crisis febriles dependen de la edad, siendo raras antes de los 9 meses
de edad y después de los 5 años. La edad de comienzo tiene un pico entre los 14
y los 18 meses, y la incidencia se aproxima al 3 ó 4% de los niños pequeños(10).
La convulsión febril se desencadena con mayor
frecuencia cuando la temperatura se encuentra entre los 39 - 40°C, observándose
en 28 pacientes del total. Este resultado difiere de los obtenidos por Lozano y
Santos(11) quienes refieren que la temperatura más habitual en que
tienen lugar las convulsiones febriles se sitúa entre 38 - 38,5°C y que sólo es
mayor de 39°C en el 7% de los casos. De manera similar Behrman et al.(10) muestran que
la convulsión febril coincide con una rápida
subida de temperatura y, en general, aparece cuando la temperatura
alcanza los 39°C o más.
El evento convulsivo se presentó en la mayoría de los
casos (37) en el primer día de fiebre, coincidiendo con reportes anteriores(9)
donde la convulsión febril es más frecuente en las primeras 24 horas del
cuadro febril y en menor proporción después de 24 horas.
En cuanto se refiere a la clasificación de las
convulsiones febriles, 28 pacientes presentaron convulsión febril simple (66,67%), con respecto a 14 casos (33,33%)
que presentaron convulsión febril compleja. Dicho resultados coinciden con lo reportado
que la convulsión febril simple es la más común en un 76%, seguida de la
compleja en 24%.(9)
De los 42 pacientes estudiados, 27 presentaron recurrencia,
similar a lo descrito previamente(1,4) donde señalan que aproximadamente la
mitad de los niños y niñas que han tenido una convulsión febril presentan al
menos una recurrencia. Un 30%, una segunda, un 15 - 20%, una tercera y un 5
-10% más de tres. Aunque el pronóstico de las crisis febriles suele ser
favorable, de un 2 - 4% de los niños con crisis febriles presentan
posteriormente epilepsia, definida como convulsiones recurrentes.
Algunas
convulsiones febriles prolongadas podrían dañar el desarrollo del cerebro,
causar epilepsia e inclusive la muerte. Hay un riesgo cinco veces mayor de
muerte súbita durante los 2 años después de la primera convulsión febril, pero
el riesgo absoluto es muy bajo. Aquellos
pacientes que desarrollaron epilepsia, con historia familiar de
convulsión febril o con predisposición genética a las convulsiones febriles
tienen mayor riesgo de presentar de forma inexplicable muerte súbita(12).
En relación a la causa infecciosa que desencadenó la
fiebre, la infección respiratoria superior e inferior fue la más frecuente en
ambos géneros; afectando a 29 pacientes, suma que representa el 69,05%. Tales
resultados concuerdan con los resultados de otras investigaciones(2)
donde la comorbilidad más frecuente fue la infección del sistema respiratorio,
seguida de la infección gastrointestinal. Sin embargo no siempre es así, pues ha sido
reportado que la gastroenteritis fue la causa principal de fiebre, seguida de
infección respiratoria y causas idiopáticas(5).
En relación a los antecedentes familiares y riesgos
biológicos personales, el 26,2% presentó historia familiar de convulsión febril
y epilepsia. Al
respecto inferimos que no es una enfermedad congénita, por lo tanto podemos
concluir que cualquier niño o niña tiene riesgo de presentar una convulsión
febril.
Estos
resultados difieren de otros reportados(1,2) pues para estos existe
un componente genético en la etiología de la convulsión febril y reafirman que
un niño o niña con un familiar de primera línea con convulsión febril tiene un
riesgo de 4 0 5 veces más alto que la población general.
Los factores genéticos influyen considerablemente en
la propensión a presentar convulsiones febriles. Aproximadamente un 40% de los probando tienen, al menos un
pariente de primer o segundo grado afectado y el riesgo de tener hermanos
afectados supera en cuatro veces al de la población general(4). El
14,3% presentó antecedentes de alto riesgo biológico, siendo la sepsis la más
frecuente de éstos (9,5%). No encontrándose estudios estadísticos comparativos.
Se encontró que el Diazepam debe ser el fármaco de
elección. El uso de la vía rectal o intravenosa para el tratamiento de la
convulsión tiene sus inconvenientes. La primera es incómoda para el paciente y
la segunda es una técnica difícil y compleja de aplicar al momento de la crisis febril, por lo que se
considera la vía bucal una alternativa igualmente efectiva y fácil de usar. La ventaja de la vía
retrolabial es que permite reducir el tiempo para iniciar el tratamiento y es
más seguro por alcanzar el efecto deseado más rápido. El riesgo de una reacción
adversa medicamentosa fue más elevada con el uso de Diazepam intravenoso que
retrolabial, lo que demostró que le Diazepam administrado por ésta vía es bien
tolerado y más seguro(13).
El
Electroencefalograma fue realizado a 4 pacientes, reportando en su totalidad
normalidad del trazado. No se recomienda la realización del
electroencefalograma después de la
primera convulsión simple, ni la realización de dicho estudio en aquellos
pacientes con crisis febriles complejas porque no ofrece información útil(14).
En el estudio de un niño con convulsiones febriles
simples, el electroencefalograma tiene valor limitado. Son frecuentes las
anomalías inespecíficas, como la lentificación sobre todo en las primeras 24 a
48 horas después del ataque y no tiene ningún significado pronóstico. En los
niños con convulsiones febriles complejas el electroencefalograma suele mostrar
una lentificación focal pero suele normalizarse en el plazo de una semana(4).
La Academia Americana de Pediatría recomienda la no
realización del electroencefalograma en la evaluación de rutina de un niño con una primera convulsión febril.
El electroencefalograma realizado durante la primera semana que sigue a una
convulsión recoge una lentificación basal que
desaparece con posterioridad. En la evolución se observan anomalías
paroxísticas en el 15 – 20% de las convulsiones febriles. Estas anomalías no
tienen valor predictivo de riesgo de recurrencia de convulsión febril o de
riesgo de desarrollar posteriormente una epilepsia, ni siquiera en niños con convulsiones
febriles compleja(1).
Se ha propuesto que después de una crisis febril
simple no está indicada la realización del electroencefalograma porque
se obtendría un registro normal o no epileptiforme(10). Un
tercio de los pacientes registran un enlentecimiento durante unos días en la
primera semana tras la crisis y otro tercio de los mismos se puede encontrar en
su evolución anomalías paroxísticas focales o generalizadas que difícilmente
pueden correlacionarse con el desarrollo de epilepsia posterior.
Un Electroencefalograma está indicado en las crisis
febriles atípicas o en un niño con riesgo a desarrollar epilepsia. Los factores
de riesgo para desarrollar epilepsia como complicación de las convulsiones
febriles son: Antecedentes familiares de epilepsia, primera crisis febril antes
de los 9 meses de edad, una crisis febril atípica o prolongada, retraso en el
desarrollo y una exploración neurológica anormal.
Se valoró
el grado de idoneidad de la práctica pediátrica en el manejo de las convulsiones
febriles en la infancia, por medio de una revisión bibliográfica estructurada y
explícita, para obtener las mejores pruebas científicas sobre adecuación
publicadas en bibliografía biomédica. Este estudio elaborado en España, reveló
que hay poca información sobre el grado de adecuación de la práctica clínica a
la evidencia científica en el manejo de las convulsiones febriles. Ejemplo de
ello: el insuficiente o excesivo uso de anticonvulsivantes en las crisis,
realización injustificada de punciones lumbares, analíticas sanguíneas,
estudios de neuroimagen y electroencefalogramas(14).
Conclusiones
La convulsión febril, es más frecuente en el género
masculino (59,52%), predominando en el grupo etario comprendido entre 2 y 3
años de edad. El evento convulsivo
se presenta en la mayoría de los casos en el transcurso del primer día de
fiebre, cuando la temperatura febril alcanza los 39°C. El tipo de convulsión
febril más frecuente es la simple representada por el 66,67% y el 64,0% de niños con convulsión
febril presentaron recurrencia tanto simple como compleja.
La causa principal desencadenante de la convulsión
febril en el 69,05% de los casos fue la infección respiratoria superior e
inferior. El 14,3% de los pacientes presentaron antecedentes familiares de
convulsión febril y el 11,9% historia familiar de epilepsia; siendo la sepsis
el riesgo biológico más frecuente
comprobado en los niños con convulsión febril en 9,5%.
Recomendaciones
- A
todo paciente que haya sufrido una convulsión febril se le debe realizar
un protocolo de estudio, con el fin de descartar patologías del Sistema
Nervioso Central.
- Es
conveniente también fomentar los controles neurológicos posteriores al
primer episodio convulsivo febril cuando así lo requiera.
- Se
recomienda realizar campañas educativas que concienticen a los padres respecto a las consecuencias que
acarrean para los niños las fiebres muy altas. Hay que insistir que
cualquier manifestación de fiebre es evidencia de una enfermedad que debe
considerarse como un signo de alarma ante el cual se debe responder con
prontitud.
- Se
le debe informar a las madres de los niños acerca de la importancia de
conocer el procedimiento para la toma de la temperatura rectal por ser la
más fidedigna
- Es necesario explicarle a los padres que la
convulsión febril no deja secuelas permanentes en el niño.