Agosto-Octubre 2000 5
ISSN 1317-987X
 
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Artículos
 



Psiquiatría
Psicoterapia psicoanalítica y medicación. Hacia el final de una dicotomía

Triada terapéutica

Poco se ha escrito sobre las complejidades interpersonales generadas por la práctica del tratamiento dividido. Cuando se ha decidido dar al paciente el tratamiento en forma dividida es necesario asumir que la responsabilidad primaria del tratamiento recáera sobre el psicoterapeuta o analista y la medicación sobre el psiquiatra. Sin embargo, esta modalidad solo logrará funcionar en forma óptima si ambos saben lo que hace el otro.

Es de esperar que en el paciente surjan fantasías alrededor de la relación con sus dos terapeutas. La triada terapéutica encierra la posibilidad de generar diversos tipos de transferencias. Siendo positiva, el paciente puede vivir a un segundo terapeuta como el deseo de su terapeuta original de cuidarlo de cualquier forma que sea necesaria, y a la medicación como un intento de armonizar su dolor interno con el caos de su mundo psíquico. Puede además, percibir un grado de mayor seguridad por estar en manos de dos terapeutas y por tanto sentir que recibe un tratamiento superior o especial.

Si la transferencia es negativa, esta puede ser potencialmente destructiva para el tratamiento ya que el paciente puede interpretar narcisistamente la inclusión de un segundo terapeuta como una pérdida de competencia profesional por parte de su terapeuta original o como el resultado de haber sido evaluado como más enfermo o más perturbado. De igual forma, ciertas estructuras de personalidad son propensas a ver la introducción de medicación como un peligro a su autonomía interna.

Devaluar la competencia de su psicoterapeuta y/o sobreidealizar al segundo terapeuta resulta una forma ideal por parte del paciente de usar la escisión de la transferencia como una defensa contra sus conflictos internos. A través de la escisión, uno de los terapeutas recibe las proyecciones que lo convierten en una figura idealizada y compelida a cobijar y proteger al paciente, mientras que el otro terapeuta es devaluado y señalado como el que ataca y rechaza al paciente.

Ya que ambos terapeutas usualmente difieren en género, edad, estilo interpersonal, etc, las identificaciónes proyectivas no deberían sorprendernos. A través de las identificaciones proyectivas el paciente intentará deshacerse de partes intolerables atribuyéndolas a uno de los terapeutas, quien comenzará a comportarse como si las atribuciones del paciente fueran ciertas.

Importantes diferencias de opinión entre el psicoterapeuta tratante y quien da la medicación pueden traducirse en un efecto deletéreo para el paciente, de tal manera que ambos terapeutas tienen el compromiso de respetar la practica de su contraparte manteniendo un espacio abierto a la discusión, el desacuerdo y la autorreflexión. Ambos deben estar dispuestos a retroceder y clarificar las percepciones que de uno y otro el paciente ha presentado. Deberán conformar un frente unificado y sólido, soportando cada uno el trabajo del otro individualmente en su interrelación con el paciente.



Continua: Conclusiones

Introducción
Psicodinamia de la Psicofarmacología
Triada terapéutica
Conclusiones
Bibliografía

NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





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