Julio-Septiembre 2011 47
ISSN 1317-987X
 
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Artículos
 



Nutrición
Trastornos de conducta alimentaria en estudiantes de primer Año de Medicina.

Introducción

Los trastornos del comportamiento alimentario (TCA) se han convertido en la actualidad en una amenaza frecuente y lesiva para el individuo, cuyos efectos pueden ser tanto físicos como psicológicos; por lo tanto la alimentación se ha convertido en un pilar fundamental para el bienestar integral del individuo, ya que sus desórdenes, pueden ser tanto por exceso como por déficit que lo afectaran de manera sustancial en un futuro. Afectan preferentemente a adolescentes del sexo femenino, con una relación entre hombres y mujeres de 1:10. Su incidencia ha aumentado en los últimos 20 años en el mundo occidental, pasando a ser de 0,37 a 6,3 por año y 100.000 habitantes(1-3)

Los TCA constituyen un grupo de trastornos mentales caracterizados por una conducta alterada ante la ingesta alimentaria o la aparición de comportamientos de control de peso, esta alteración lleva como consecuencia problemas físicos o del funcionamiento psicosocial del individuo, la actual clasificación de los TCA incluye: la anorexia nerviosa (AN), la bulimia nerviosa (BN) y otras alteraciones clasificadas como trastorno de la conducta alimentaria no especifica (TCANE) (4)

Detectar a tiempo la presencia de conductas y actitudes que orienten a pensar que existe un TCA, implican beneficio para quienes las manifiestan. Esto permitiría evitar que un grupo de la población desarrolle en un futuro posible TCA, el cual una vez instalado, tiene un proceso que es difícil de manejar para llegar a su total remisión.

Las múltiples líneas de investigación sobre los posibles factores etiopatogénicos en los TCA llevan a la consideración multicausal de estos trastornos; se han considerado factores como: psicosociales(5), socioculturales(6), familiares(7), psíquicos(8), endocrinos(9), e incluso hasta genéticos(1,10). Sin embargo, según Silva(11) “existe una escasa relación entre los TAC y el nivel socioeconómico”.

Ahora bien, en la actualidad, los estudiantes universitarios ingresan a las carreras siendo aún adolescentes. Este es un periodo de la vida caracterizado por una gran cantidad de modificaciones tanto a nivel físico, psíquico, emocional y social, es una época crucial para el proceso de maduración, además de ser una etapa de mucha contradicción: deseo de afecto y rechazo; de independencia y necesidad de protección; rechazo de la institución y deseo de estructura. Estas grandes contradicciones que se reflejan en la adolescencia tienen repercusión sobre los hábitos alimentarios de cada individuo, adoptando conductas como la omisión de comidas, el consumo de grandes cantidades calóricas, ingesta de alimentos poco variados, entre otros (12). Sobre todo, estudiantes universitarios suelen expresar preocupación por la imagen corporal, la forma del cuerpo, el tamaño corporal, y control de peso(13)

Señalan estos autores, que el comportamiento del adolescente está influenciado por factores externos como lo son la familia, los amigos, los medios de comunicación, valores culturales y experiencias, al igual que factores internos como el desarrollo psico–social, conocimiento, necesidades fisiológicas y salud; todo ello regido por la necesidad de elegir su propia identidad, aunque sea a costa de rechazar la alimentación familiar y seleccionar otros tipos de dieta ya sea como acto de rebeldía pudiendo desarrollar como consecuencia algún tipo de desorden alimentario que puede conducir a un estado de malnutrición que finalmente puede asociarse a enfermedades crónicas en la vida adulta.

Hoy en día los trastornos alimentarios constituyen un problema de salud pública, tanto por su gravedad como por su prevalencia. Silva(11) afirma que en EEUU los TCA afectan a un estimado de cinco millones de mujeres cada año, igualmente un incremento considerable en Europa Occidental, mientras que en países sudamericanos se cuenta con poca información. Por otro lado, Keel et al(14) aseguran que del 1 al 15% de todas las personas en edad universitaria tienen síntomas bulímicos. Estos trastornos se dan principalmente en mujeres jóvenes y adolescentes (15), de clase social media-alta(16), con una prevalencia en las bulímicas que va desde 1,1 a 4,2% y entre 0,3 y 3,28 para la AN(15), y el diagnóstico de la AB por lo general se da después de los 18 años, mientras que la AN coincide con la menarquía y los 15 años.(11)

Es de considerar que gran parte de los casos permanecen como subclínicos ya que existen individuos que presentan actitudes y comportamientos de riesgo, pero no reúnen los criterios necesarios para ser clasificados como patológicos, en esta zona de transición se encuentra el grupo de riesgo(7).

Peláez et al (17) estudiaron la prevalencia de TCA en una muestra representativa de 1.545 alumnos de am­bos sexos de 12 a 21 años matriculados en colegios, institutos y universidades de la Comunidad Autóno­ma de Madrid. procedimiento aleatorio trietápico. La tasa de prevalencia global de TCA fue del 3,43%. En mujeres, la tasa de prevalencia fue del 5,34% (0,33% AN; 2,29% BN). En varones, fue del 0,64% (0,00% AN; 0,16% BN).

Por su parte en México, un estudio realizado por Lora y Saucedo(18) en mujeres de 25 a 45 años de edad, encontró que 79% reportó insatisfacción, de las cuales 70% quería adelgazar, pese a casi la mitad se encontraban en normopeso, mientras que 43% de las satisfechas tenían bajo peso. Posteriormente, Álvarez, et al(19), hicieron una investigación en mujeres de entre 34 y 46 años de edad; concluyen que la interiorización del ideal de delgadez y la insatisfacción se asociaron con más motivación para adelgazar, atracón y sentimientos negativos posteriores, pero sólo estos últimos correlacionaron con un mayor peso corporal.

En este mismo año, Fandiño et al(20), realizaron estudios sobre los factores que afectan la alimentación en una muestra de estudiantes universitarios de Cali; se les aplicó un cuestionario sobre comportamiento alimentario. Reportaron que 39,7% de los estudiantes tenían altas probabilidades de desarrollar algún trastorno alimentario con una relación hombre–mujer 2:1, evidenciando la asociación de factores como género femenino y deseo de perder peso. Otros autores establecen esta relación 2:1 en sus resultados(21,22), o similares para ambos géneros (23)

En Venezuela, Rivero y Vivas(24), examinaron la presencia de conductas y actitudes de trastornos de alimentación y la susceptibilidad a factores socio culturales en estudiantes universitarios. En su publicación, mostraron resultados comparativos entre los años 1995, 1997 y 2004. Observaron que en 1995, de 170 mujeres, 10 (5,88%) estaban en riesgo mientras que en el año 1997, aumentó a 8.33% de las mujeres y 0.46% de los hombres, podían tener tendencia a padecer de algún trastorno. Por último, para el 2004, reportaron 8.84% de las mujeres y 4,94% de los hombres con dicha predisposición. La conclusión fue que las personas en riesgo para trastornos de la alimentación eran las que tenían mayor influencia de factores socioculturales.

La creciente prevalencia de estos desordenes alimentarios, las dificultades para un tratamiento exitoso y la escasez de datos que permitan conocer la situación actual de dichas afecciones en Venezuela nos hace pensar en la siguiente interrogante ¿Cual es el riesgo que tienen de padecer estos trastornos los estudiantes que ingresan a la escuela de medicina de la Universidad de Carabobo en el año 2009? Para determinar este riesgo fueron distribuidas las personas evaluadas por edad y sexo, estrato socio-económico, diagnóstico antropométrico, así como también la identificación de los factores de riesgo asociados a estos trastornos alimentarios (AN) y (BN)

Trastornos de conducta alimentaria en estudiantes de primer Año de Medicina.
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NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





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