El aumento en la prevalencia de sobrepeso y obesidad
en niños y adolescentes, en países desarrollados o en desarrollo, es un hecho
que ha causado alarma en la comunidad científica, ya que se ha observado que
desde temprana edad propicia el inicio de una serie de procesos sistémicos que
pudieran desembocar en el incremento a la predisposición de riesgo a sufrir de Enfermedades
Crónicas No Transmisibles (ECNT) durante la vida adulta(1-4). Este
hecho cobra mayor importancia al considerar que una vez establecida la obesidad
en la niñez o la adolescencia es difícil de revertir, por lo que es esencial
monitorear la prevalencia de sobrepeso y obesidad con el fin de planificar
programas para la previsión o evaluar el impacto de políticas iniciadas.
En este contexto, el Índice de Masa
Corporal (IMC) es uno de los indicadores más utilizados en la actualidad como
estimador de la adiposidad corporal; sin embargo, hay que recordar que este
índice por sí mismo no permite diferenciar entre masa grasa y masa libre de
grasa, por lo que un elevado IMC no puede reflejar fidedignamente la
acumulación de tejido adiposo(5,6), por ello la Circunferencia de Cintura
(CC) y el Índice Cintura – Talla (ICT) han sido propuestos como indicadores
específicos del contenido graso ubicado en la zona abdominal, basado en su
mayor relación con la grasa visceral que el IMC(7-9).
Por
otra parte, el establecimiento del nivel de asociación entre variables
antropométricas y cardiometabólicas como indicadores de riesgo de ECNT, se ha realizado
principalmente en adultos(10-12), pero con interés creciente en los
últimos años en investigaciones con niños y adolescentes, presentando en
algunos casos resultados contradictorios(8,13-17); de allí la
necesidad de diagnosticar de manera más eficiente la situación de los factores
de riesgo asociados a estas enfermedades en la adolescencia.
En
este sentido, el uso de indicadores antropométricos como IMC, CC e ICT,
para la detección de riesgo de
anormalidades en marcadores cardiometabólicos en adolescentes ha mostrado relaciones
significativas. Al respecto, Khoury y col. (8), en estudio realizado
en 14.493 niños y adolescentes norteamericanos encontraron que el incremento en
las categorías de ICT estuvo asociado a un incremento de la prevalencia de los
niveles anormales de los factores de riesgo cardiometabólicos. Sujetos
categorizados con sobrepeso y obesidad por IMC con un ICT menor a 0,5 tuvieron
un riesgo cardiometabólico similar al de los sujetos categorizados como
normopeso por IMC; esto los llevó a concluir que, probablemente, el ICT pudiera
ser una importante medida discriminante en la evaluación del riesgo
cardiometabólico de niños y adolescentes, la cual debería ser incluida como
parte del chequeo de rutina de niños con sobrepeso y obesidad.
En
este sentido, el objetivo de este trabajo fue determinar la prevalencia de
alteración en biomarcadores cardiometabólicos, indicadores antropométricos de
adiposidad corporal y su nivel de asociación en adolescentes escolares.