La
adolescencia se caracteriza por ser una etapa de importantes cambios a nivel
psicobiológico que se expresan, entre otros, en marcadas variaciones en la
cantidad y localización de la grasa corporal, características fisiológicas,
hormonales, nivel de actividad física, hábitos alimentarios y aspectos
psicológicos que ameritan atención para prevenir el comienzo o persistencia de
situaciones de riesgo cardiometabólico que pudieran influir en su expectativa
de vida(24).
En particular, la concentración
sérica de los diferentes componentes del perfil lipídico y los indicadores
antropométricos presentados en esta investigación han sido de interés creciente
en los últimos años. Los resultados presentados en cuanto al primer grupo de
indicadores resultaron ser más altos a los reportados en estudios como el de Pedrozo
y col.(25), Ramírez y col.(26), Morales y Montilva (27)
y Villalobos y col.(28) en niños y adolescentes argentinos,
colombianos y venezolanos de los estados Mérida y Lara respectivamente;
mientras que estuvieron ligeramente por debajo a los valores de referencia
obtenidos en niños y adolescentes españoles (29). Cabe resaltar que los
valores de Col-T y HDL-C reportados por Kit y col.(30) en niños y
adolescentes estadounidenses de 6 a 19 años de edad son similares a los
conseguidos en este trabajo, sin embargo los valores de LDL-C y Tg fueron
ligeramente superiores.
Por otra parte, las prevalencias en
la alteración de Col-T y LDL-C fueron menores a las reportadas por Kit y col.(30)
en adolescentes norteamericanos de 12 a 15 años de edad en el lapso 2007-2010,
mientras que en los Tg alterados fue mayor y en HDL-C bajo fue similar. Estas
diferencias podrían estar relacionadas con diversos aspectos que caracterizan
el estilo de vida de las poblaciones a las que pertenecen los grupos considerados,
principalmente en características de patrones de alimentación y actividad
física, lo que ameritaría el desarrollo de estudios que incluyan la evaluación
de estos aspectos en los adolescentes.
En otro contexto, las prevalencias
de alteración de los elementos del perfil lipídico reportadas por Uḉar y col.(31)
en niños y adolescentes turcos de 7 a 18 años fueron menores a las conseguidas
en esta investigación, mientras que los valores de Col-T, LDL-C y Tg reportados
por Caamaño y col.(14) en niños mexicanos de 6 a 12 años de edad son
superiores, a diferencia del HDL-C, el cual resultó inferior a los del presente
estudio. Asimismo, Caamaño y col.(14) reportaron valores similares a
los obtenidos en este trabajo, aunque para Col-T se consiguió una proporción ligeramente
mayor. Es de resaltar que si bien la incidencia de HDL-C bajo es inferior al
10%, se observó que una alta proporción de sujetos tenían la concentración
sérica de esta lipoproteína en el rango de limítrofe.
La HDL-C está asociada a procesos
cardioprotectores, pero su concentración disminuida se ha relacionado a
condiciones genéticas del propio sujeto(32, 33), a cambios
hormonales propios de la adolescencia(34) o a un apreciable consumo
de glúcidos simples(35) y baja actividad física(36) lo
que pudiera favorecer el riesgo cardiometabólico.
En cuanto a la prevalencia de peso elevado
con relación a la talla, los resultados contrastan con los reportados por el
Instituto Nacional de Nutrición(37) que señala que la prevalencia de
sobrepeso y obesidad en adolescentes a nivel nacional, es de 12,0% y 9,3%
respectivamente, siendo más evidentes estas diferencias al tomar en cuenta los
resultados referidos al Distrito Capital, 5,37% en sobrepeso y 14,77% en obesidad
contra 24,7% y 7,5% respectivamente en este estudio. Tal diferencia pudiera
estar relacionada con el punto de corte seleccionado por el INN para el
diagnóstico de la obesidad, la cual tomaron a partir del percentil 85. Sin
embargo, también reportan que las mayores incidencias de sobrepeso y obesidad estuvieron
en los sujetos masculinos, al igual que en este trabajo.
Otros estudios en grupos de niños,
niñas y adolescentes de diferentes localidades de Venezuela desarrollados por
Paoli y col.(15), Mederico y col.(38), Morales y Montilva(27)
y Pérez y col.(39); señalan también prevalencias de sobrepeso y
obesidad inferiores a las obtenidas en los adolescentes evaluados, diferencias
que también pueden estar influenciadas con el uso de distintos puntos de corte
y al estilo de vida particular de cada grupo estudiado. Sin embargo, el
apreciables porcentaje de déficit de peso en las adolescentes y el exceso de
peso en los adolescentes coincide a lo reportado por Morales y Montilva(27)
y Pérez y col.(39). Esto evidencia la necesidad de unificación de
criterios para el establecimiento de niveles de prevalencias en el diagnóstico
de los riesgos considerados así como el desarrollo de investigaciones más
completas que incluyan otros aspectos.
En otros países de Latinoamérica la
prevalencia de exceso de peso también se ha observado de manera regular. En adolescentes
argentinos(25) se ha señalado un sobrepeso de 11,5% y 3,4% de obesidad. Para adolescentes
cubanos entre 15 y 19 años de edad, participantes en la II Encuesta Nacional
sobre Factores de Riesgo (2001)(40) se reporta un 20,3% (sobrepeso y
obesidad), en tanto que en Brasil, Lunardi y Petroski(41) señalaron en
niños con edad promedio de 11 años, luego de categorizar el IMC por la propuesta
de Cole y col.(21), una prevalencia de exceso de peso de 19,8%
(14,7% sobrepeso y obesidad 5,1%), siendo en todos los casos las prevalencias
de sobrepeso inferiores a las reportadas en este trabajo y similares para la
obesidad.
Para niños mexicanos, Caamaño y col.(14)
refieren un sobrepeso de 21% y 13% de obesidad por el uso de los puntos de
corte propuestos por Cole y col.(21); mientras que Posada-Sánchez y
col.(16), con los mismos puntos de corte, consiguieron que 4,7% de
niños y 5,7% de niñas eran obesos y el sobrepeso fue observado en 18,3% de los
niños y 24,3% de las niñas. Suárez-Ortegón y col.(42) reportaron una
prevalencia de exceso de peso para la edad en adolescentes colombianos de 14,5%
por el uso de los valores de referencia propuestos por el Centro de Control y
Prevención de Enfermedades (CDC, siglas de nombre en inglés); mientras que
Rosini y col.(43) en estudio realizado en niños y adolescentes
brasileños consiguieron una prevalencia de sobrepeso y obesidad de 33% y 11,5%
respectivamente, utilizando los valores de referencias propuestos por la
Organización Mundial de la Salud (OMS).
Por su parte, Ogden y col.(44)
señalan que la prevalencia de obesidad en niños y adolescentes de 2 a 19 años de edad de los Estados Unidos
entre el 2011 – 2012 estuvo en 16,9%; mientras que la prevalencia de sobrepeso
y obesidad en adolescentes de 12 a 19 años, rango de edad similar al de los
sujetos de esta investigación, fue de 34,5% y 20,5% respectivamente, las cuales
están por encima a las prevalencias reportadas en este trabajo.
Por otra parte, la mayoría de las
investigaciones realizadas en niños y adolescentes con relación a la situación
del IMC no resaltan la condición de bajo peso, el cual podría dar un panorama
más completo del estado nutricional de los jóvenes. En este trabajo se observó
que 11,5% de las adolescentes cursaban con bajo peso, lo cual ameritaría mayor
investigación ya que las adolescentes pueden ser más propensas a sufrir
trastornos de la imagen corporal y de la alimentación que podría tener efectos
nocivos sobre su salud.
En cuanto a los indicadores de
obesidad centralizada los valores medios de CC encontrados están por debajo del
promedio reportado por Vargas y col.(45) en niños y niñas de 13 a 18
años de edad del municipio Maracaibo del estado Zulia, siendo mayor la
diferencia en las niñas. Un comportamiento similar se observó en relación con
el trabajo de Mederico y col.(38) en niños y adolescente de Mérida. Por
su parte, Hidalgo y col.(46) en una investigación en población
pediátrica de tres regiones de Venezuela reportan que la CC de sujetos entre 15
y 19 años de edad, sin diferenciar por sexo,
fue de 73,7 ± 9,4 cm, valor que es similar al reportado en este trabajo
para los adolescentes, pero mayor al de las adolescentes. En otro contexto, Li
y col.(47) señala valores de CC e ICT y prevalencias de obesidad
abdominal por estos indicadores, en niños y niñas de 12 a 17 años de edad más
altos a los observados en este trabajo.
En una revisión de investigaciones
sobre la prevalencia de obesidad abdominal en adolescentes realizada por de
Moraes y col.(48) encontraron un rango que varió de 3,8 a 51,7% de
adolescentes en países en desarrollo. De acuerdo con los autores, tal variación
se debió, principalmente, a la utilización de diferentes puntos de corte para
determinar obesidad abdominal por el uso de la CC. En el caso de los
adolescentes estudiados este porcentaje de obesidad abdominal se ubicó en 7,9%
tomando como punto de corte el percentil 90 para esta variable en el grupo
considerado. Es de resaltar que este porcentaje se vio incrementado al
considerar el ajuste de esta variable por la estatura (ICT), el cual es un
indicador reciente que ha mostrado mayor independencia para capturar el posible
riesgo de alteración cardiometabólica en niños y adolescentes(49). Sin
embargo, Arnaiz y col.(50) en investigación realizada en niños y
adolescentes chilenos concluyeron que el ICT y el IMC expresados como puntaje Z
predicen igualmente el riesgo cardiometabólico en niños y adolescentes.
Posiblemente
debido a la existencia de diferentes referencias y puntos de corte utilizados
para diagnosticar exceso de peso y obesidad abdominal en niños y adolescentes,
los resultados arrojados por los distintos estudios son muy variados y no permiten identificar un
patrón consistente en el comportamiento de las variables estudiadas, lo cual
evidencia la necesidad de continuar monitoreando sistemáticamente el
comportamiento de las mismas en poblaciones de niños y adolescentes para poder
tomar acciones preventivas adecuadas, adaptadas a grupos particulares.
Por otra parte, la variación de los marcadores
cardiometabólicos al compararlos con las categorías de las variables
antropométricas y la asociación establecida por medio de análisis de
correlación, refleja un comportamiento similar al reportado en adultos(51,52),
pero sin llegar a ser significativa en la mayoría de los casos, posiblemente
por efecto del tamaño de la muestra. Sin embargo, cabe destacar que las
diferentes categorías de IMC e ICT presentaron variación significativa en
algunos marcadores cardiometabólicos, principalmente los índices aterogénicos,
los cuales mostraron coeficientes de correlación significativa con los
indicadores antropométricos de adiposidad en los adolescentes, lo que pudiera
estar indicando que la adiposidad ejerce efectos adversos equivalentes en los
factores de riesgo vascular desde etapas tempranas de la vida hasta la adultez,
principalmente en los hombres.
Debido a las apreciables
prevalencias observadas en exceso de peso y obesidad abdominal, relacionados
con los componentes del perfil lipídico e índices aterogénicos limítrofes, se
podría sugerir que la muestra de adolescentes evaluados se ubica en una
categoría de riesgo moderado para ECNT, riesgo que podría agravarse de
persistir hábitos de riesgo en los estilos de vida asumidos.
La ampliación de este tipo de
estudio, en número de sujetos y diversidad de variables consideradas, ayudaría a
disponer de evidencias objetivas para la formulación de programas de promoción
de estilo de vida saludable para adolescentes que redunde en la disminución del
riesgo asociado a ECNT y contar en un futuro con adultos más sanos y con mayor
nivel de satisfacción y productividad personal y social.
AGRADECIMIENTO
A los adolescentes y sus
representantes que accedieron a participar en la investigación, así como al
personal docente del colegio El Carmelo. Investigación financiada por el
Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Central de
Venezuela (PG - 0908247-2011/1 y PI – 058131-2011/1).