A pesar de las mejoras significativas en la atención
prenatal, durante la última década la tasa de muerte fetal se ha mantenido
estática en aproximadamente 5 por cada 1.000 nacidos vivos(66).
Aunque se han identificado algunos factores de riesgo como la paridad,
tabaquismo, origen racial, embarazo prolongado, o haber presentando alguna
complicación en embarazos previos; muchas muertes fetales ocurren sin ninguna
razón discernible, y por lo tanto se clasifican como inexplicable, que se
malinterpreta con frecuencia para atribuir a estos mortinatos también son
inevitables(67).
En el estudio de Pagani y Col.(64) se
encontró que el aumento del IP en el DOA entre las 19 y 23 semanas de gestación
aumentaba significativamente el doble el riesgo de presentar un óbito fetal posterior
a las 36 semanas del embarazo (OR= 1,55 [IC95%= 1,21 – 1,98]; p < 0.001);
siendo más fuerte la asociación entre el IP aumentado y la disminución de los
movimientos fetales al termino del embarazo en aquellas gestantes que tuvieron dicha
complicación (p < 0.001). De igual manera, en el estudio efectuado por Singh
y Col.(67) con más de quince mil participantes, se encontró que la
elevación durante el segundo trimestre de los índices del DOA, se encontraba fuertemente
asociado con la muerte fetal, incluso
mucho más que los factores de riesgo convencionales, encontrándose que las embarazadas
con índices por encima del percentil 90 tenían un riesgo de muerte fetal siete
veces superior (39,41 por 1.000) que aquellas con índices menores o iguales al
percentil 90 (5,36 por 1.000); aunque mostró una baja sensibilidad, presentó un
VPN elevado (95,73%) lo cual permite utilizarlo como método de pesquisa.
Por su parte, Lacovella y Col.(68),
midieron el IR de la arteria uterina durante el término del primer trimestre
gestacional, determinando que su elevación por encima del percentil 90 era un
factor de riesgo para óbito fetal después de las 34 semanas de gestación OR= 2,61;
IC95%= 1,13 – 6,03); asociación que superaba a aquellas factores de riesgo
convencionales como la edad materna, paridad e IMC, lo que implica que estos
factores se traducen en un aumento del riesgo de muerte fetal, causando
disfunción placentaria.
Sin embargo, aunque en la investigación realizada
por Poon y Col.(69), la medición del IP durante el segundo trimestre
fue significativamente más alta en los embarazos que se complicaron con óbito
fetal que en los que terminaron con un nacido vivo, su medición no resultó útil
cuando esta complicación no se presentaba asociada a PE, desprendimiento
placentario o bajo peso para la edad gestacional. Este hallazgo coincide con el
resultado presentado en el trabajo de Smith y Col.(70), quienes
encontraron un mayor riesgo de óbito fetal, debido a éstas causas placentarias,
en las gestantes con un IP mayor al percentil 90 (HR ajustado= 5,5; IC95%= 2,8 -
10,6) y aquellas con muesca bilateral (HR ajustado= 3,9; IC95%= 2,0 – 7,8);
convirtiéndolo en un buen predictor de la muerte fetal hasta las 32 semanas de
gestación (sensibilidad 58%, especificidad 95%, razón de probabilidad 12,1)
pero pobre en la predicción de esta complicación en embarazos a término
(sensibilidad 7%, especificidad 95%, razón de probabilidad 1,3).
Consideraciones finales
Como puede verse el DOA constituye un método
diagnóstico no invasivo el cual permite predecir el desarrollo de
complicaciones gravídicas que repercuten notoriamente en la salud del binomio
materno-fetal, aumentando los indicadores de morbimortalidad materna y
perinatal. De manera que el DOA representa un método relativamente sencillo y
económico con el cual se podría identificar oportunamente a las pacientes con
riesgo de desencadenar tales entidades, con lo cual se facilitaría la selección
de aquellas gestantes que ameriten una vigilancia materno-fetal más estricta,
la realización de otros métodos más precisos o la implementación de
terapéuticas que permitan ejercer una prevención primaria durante la gestación.
Por tanto, debería recomendarse la realización
rutinaria del DOA como método de pesquisa, sobre todo en los países en
desarrollo, debido a la alta prevalencia de la mortalidad y la morbilidad por
complicaciones de la alteración de la placentación Así pues, esta técnica
diagnostica constituye una herramienta imprescindible a aplicar y estudiar con
mayor profundidad, sobre todo en países como Venezuela donde las estadísticas
en salud sexual y reproductiva son alarmantes, de modo de poder disponer de
herramientas de bajo costo que puedan perfectamente ser reproducibles en los
centros públicos de salud materna a fin de contribuir a la solución de estos importantes
problemas de salud pública como lo son la PE, el PP y la RCIU.