Parasitología
Infestación por Strongyloides stercoralis en una paciente inmunosuprimida, hallazgo de hembra adulta en heces.
Introducción
La Estrongiloidiasis es la
parasitosis del humano por el nematode Strongyloides
stercoralis (Rhabditida, Rhabditoidea; Bavay 1876 ? Stiles y Hassall
1902). Esta parasitosis es endémica en áreas tropicales y subtropicales de todo
el mundo, registrándose también focos en zonas templadas (Ferreira,
1991, Mahmoud, 1996). Se encuentra principalmente en
África, India, Sudeste Asiático, América del Sur, Bangladesh y Pakistán.
(Adedayo et al., 2002) S.
stercoralis es
un nematode intestinal, parásito exclusivo del humano, con un ciclo de vida muy
complejo que alterna una fase de vida libre en el suelo con la fase parasitaria.
La fase de vida libre muestra una notable capacidad adaptativa frente a las
variaciones ambientales y es esencial para el mantenimiento de los focos
endémicos de transmisión. Los huevos eliminados por la hembra parásita originan
larvas rabditoides que caen a la luz intestinal y son expulsadas con las heces.
En el suelo, en condiciones de temperatura templada y humedad elevada, mudan y
evolucionan hacia hembras y machos de vida libre que desarrollan un ciclo
reproductivo heterogónico. Cuando las condiciones del ambiente son
desfavorables, las larvas hijas del ciclo de vida libre y las larvas
rabditoides expulsadas en las heces, se transforman en larvas filariformes
infectantes. Éstas permanecen viables por largo tiempo en el suelo en espera
del contacto con la piel de un hospedero humano; atraviesan la misma, alcanzan
y migran por los vasos sanguíneos hasta el pulmón, donde rompen los capilares,
penetran en los alvéolos, ascienden por el árbol respiratorio hasta la faringe
y son deglutidas llegando al intestino delgado. En el intestino delgado las
larvas se transforman en hembras adultas, penetran en la mucosa y comienzan un
ciclo reproductivo partenogenético (homogónico) con postura de huevos en el
espesor de la misma. Por ser ovovivíparas, casi
inmediatamente después de la expulsión del huevo, se da la liberación de las
larvas rabditoides que pueden llegar al exterior con las heces o pueden
transformarse en larvas filariformes dentro del intestino y así iniciar un
proceso de autoinfección penetrando a través de la pared intestinal
(autoinfección endógena) o por la piel perineal (autoinfección exógena). En
ambos casos migran por los vasos sanguíneos reiniciando el ciclo con pasaje por
los pulmones. El proceso de autoinfección y la reproducción partenogenética
pueden perpetuar el ciclo parasitario durante 30 años o más (Arteta et al.,
2006). La infección es en general
asintomática o paucisintomática. Los síntomas pueden ser de varios tipos,
manifestaciones cutáneas, pulmonares e intestinales, dependiendo de la
localización de las larvas durante el ciclo evolutivo. Los síntomas
intestinales más frecuentes son dolor abdominal epigastrico, diarrea
intermitente o persistente, náuseas, vómitos y anorexia (Botero y Restrepo,
1998). La población parasitaria, la permanencia
de las hembras y larvas en la mucosa, la migración sanguínea y pulmonar, la
capacidad de agresión y otros determinantes del parasitismo, están regulados
por el sistema inmunológico. Cuando este control inmunológico fracasa puede
producirse la diseminación masiva y sistémica de larvas, con colonización y
compromiso multiparenquimatoso (hiperinfección) que puede llevar a la muerte
del paciente. Esta hiperinfección ha sido descrita en numerosos casos de
inmunosupresión relacionada a trasplantes, desnutrición severa, alcoholismo y
en personas con SIDA (Ferreira et al., 1999, Daya et
al., 1999, Orem et al., 2003, Ohnishi et al., 2004, Keiser y Nutran, 2004,).
Particularmente, la administración de corticoesteroides sistémicos precipita la
muda de larvas rabditoides intestinales a filariformes invasoras (Suvajdzic
et al., 1999, Namisato et al., 2004, Patel et al., 2008).
El paso pulmonar masivo de larvas causa microhemorragias intraalveolares que,
con un importante efecto acumulativo, producen neumonitis e insuficiencia
respiratoria, caracterizada clínicamente por distrés respiratorio, falla
multiorgánica y posible muerte. En las series publicadas, la muerte ocurre en
el 50%-60% de los pacientes (Arteta et al., 2006).
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