Según Craig y
Faust, 1983, las hembras parásitas de S. stercoralis son delicados gusanos
filiformes translucidos que miden aproximadamente 2,2 mm. de longitud y de 20 a
74 micras de diámetro. El esófago cilíndrico, abarca la tercera parte o las
tres quintas partes anteriores del cuerpo. El extremo caudal es puntiagudo, y
el ano esta situado sobre la línea media ventral, delante y a corta distancia
del extremo caudal. Los dos úteros, con sus oviductos y ovarios, se extienden
en ángulo recto a partir de la vulva, que es corta, uno hacia delante y el otro
hacia atrás. La observación
microscópica de los ejemplares encontrados nos permitió visualizar claramente elementos
importantes del parásito, tales como esófago filariforme, útero, ovarios, vulva
y ano. El hallazgo de huevos característicos de la misma especie a su
alrededor, aseguran aún más, la presencia de S. stercoralis.
Lamentablemente, la inexistencia de una biopsia del intestino delgado, no nos
permite efectuar mayores conclusiones en relación a los hallazgos
anatomopatológicos o trastornos de la mucosa intestinal que pudieron permitir
la liberación de hembras de S. stercoralis a la luz del
intestino delgado, ya que es importante recordar, ésta forma evolutiva se ubica
en los túneles que ellas mismas forman en la submucosa del duodeno, yeyuno e
íleon. Otro dato importante relacionado a la condición de la paciente, es la
existencia de una duodenitis severa durante la Videoesofagastroduodenoscopia,
la cual puede ser atribuida a la Estrongiloidiasis. Según Ruano et
al. 2005, las hembras parásitas habitualmente no se encuentran en heces,
solamente se pueden visualizar en infecciones graves y aunque en esta ocasión
no condujo a la muerte del paciente, si puediesemos considerarlo como un caso de enteritis invasiva por S.
stercoralis. También es importante tomar en cuenta que, según el número
de larvas encontradas al examen microscópico con SSF, se puede clasificar el
grado de infestación que presentaba la paciente, como moderado: 5-20 larvas/mg
heces (Guevara, 1996); grado bastante considerable si recordamos que para el
momento de la revisión de la muestra, la paciente estaba bajo tratamiento
antihelmíntico con Albendazol.
Marchesan et al. 2001, reportan el caso de un paciente que estando bajo
terapia con corticoesteroides, presentó abdomen agudo obstructivo, sepsis y
posteriormente murió, siendo diagnosticado como una enteritis invasiva por S.
stercoralis mediante examen histopatológico. En este caso
es importante destacar que a pesar de las complicaciones de la paciente
(Gastritis por H. pylori, infección con Citomegalovirus y Estrongiloidiasis)
el tratamiento general recibido permitió la remisión de los síntomas y su
egreso del hospital, a pesar del mal pronóstico que representa la presencia de
éste parásito, en un paciente inmunosuprimido. Debe
enfatizarse la importancia de aplicar el medicamento correcto y la dosis
necesaria del antihelmíntico en este tipo de pacientes, pues la droga colocada
en inicio (Albendazol) no es efectiva para estos casos, quedando demostrado con
la existencia de larvas de S. stercoralis en el examen fecal
realizado 6 días después. Una vez iniciado el tratamiento con Ivermectina, la
paciente mejoró y fue dada de alta, quedando pendientes evaluaciones clínicas y
de laboratorio posteriores, para asegurar la cura clínica y parasitológica de
la paciente. Se puede
inferir que la paciente adquirió la infección por S. stercoralis, posteriormente
al transplante; pues ella no mostraba síntomas clínicos relacionados a la
parasitosis, ni presentó eosinofília en la hematología pre-operatoria, por lo
que es difícil que para dicho momento estuviese infectada. Además, por lo agudo
del cuadro que presentó al momento de la hospitalización, podemos asumir que se
infectó después del transplante, aproximadamente un mes antes de la aparición
de los síntomas. Todo ello tomando en consideración, que el ciclo evolutivo
dura como mínimo 17 días, para que las hembras estén instaladas en la mucosa
intestinal (Kozubsky y Archelli, 2004). Por otro lado,
se presume que para el momento de la infección, la respuesta celular de la paciente era relativamente buena, pues
llegó a presentar eosinofília moderada a pesar del tratamiento inmunosupresor;
lo cual se confirmó con la presencia de cristales de Charcot-Leyden en las
heces. Estos cristales se consideran producto de la polimerización de la
lisofosfolipasa que está presente en los gránulos de los eosinófilos y basófilos;
dichos cristales indican eosinofília, con frecuencia resultado del parasitismo
tisular por larvas y huevos de helmintos (Rodríguez Toro, 2004). Se descarta la
posibilidad de contaminación de la muestra fecal con adultos de otra especie o
adultos de vida libre de S. stercoralis porque, en primer
lugar, la muestra fue obtenida dentro de su misma habitación al estar
hospitalizada, sin posibilidades de contaminación con arena y además, porque el
tamaño del adulto recuperado (aprox. 2mm) es mayor que el tamaño de los adultos
de vida libre de ésta especie que alcanzan como máximo 1mm y tienen esófago
tipo rabditoide. Aunque las
diversas complicaciones producidas por S. stercoralis están muy bien
documentadas y existen en la literatura abundantes reportes de casos de
hiperinfección e infección masiva en pacientes VIH-SIDA, transplantados,
inmunosuprimidos, desnutridos, alcohólicos, ancianos y mujeres embarazadas
(Caripidis et al., 2001, Mercado et al., 2001, Sauca et al., 2005, Dovigny et
al., 2006, Patel et al., 2008); no ocurre lo mismo con la presentación de casos
donde el paciente haya expulsado adultos hembras en forma espontánea en sus
heces. No encontramos
evidencias de reportes de este hallazgo en nuestro país, así como tampoco en la
web en artículos relacionados al parásito. Sin embargo, la claridad con la que
fueron observados los órganos internos del parásito (principalmente el esófago
filariforme), el tamaño del mismo y las condiciones de la paciente, nos
permiten asegurar que se trataba de ejemplares adultas de S. stercoralis. Como
conclusión es importante destacar la posibilidad de hallazgo de formas adultas
partenogenéticas de S. stercoralis en heces humanas, aunque sea un hallazgo
bastante inusual. Así como la importancia de descartar la infección por este
parásito, antes de iniciar cualquier terapia inmunosupresora, especialmente en
pacientes de áreas endémicas o de riesgo, aún cuando los pacientes las hayan
abandonado hace mucho tiempo. También es imperativo recordar, que deben
realizarse estudios parasitológicos como control post-tratamiento, durante un
periodo de 3 a 7 meses.