René Silva Idrogo
Diletante en los caminos de la vida; hacedor de sus propias sendas
La vida del galeno
Una
vida intensa y llena de inquietudes llevaron a un joven a más de 500
kilómetros lejos de su hogar para comenzar una vida, en donde la medicina
sería el norte, la razón de ser. De Caracas a Maracaibo y de regreso
a Caracas tras la promesa que en 1958, la Universidad Central de Venezuela certificaría
al otorgarle el título de Médico, una promesa que lo devolvería
a su hogar donde ejercería una dilatada y fructífera vida profesional
en la cual más de un camino fue recorrido.
Hoy la medicina
es un título colgado en un lugar privilegiado del estudio de trabajo
de quién ahora se encarga con la misma intensidad y pasión de
trabajar la tierra y criar ganado.
—
Desde muy temprana edad se ha desempeñado en múltiples campos,
pero en específico, ¿cómo fue su vida como médico?
—
Plena y muy intensa. La intensidad ha definido desde siempre la razón
de ser de las cosas que hago y la medicina no ha sido la excepción. Hice
varios post grados, presenté concurso de oposición tras el cual
fui jefe del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Seguro Social
en Ciudad Bolívar, e hice trabajo de investigación científica.
Desde el punto de vista de la consulta privada mi carrera fue plena, al extremo
tal que en una oportunidad mis pacientes ocuparon la totalidad de la hospitalización
de una pequeña clínica con 14 habitaciones.
“La
medicina representó uno de mis grandes éxitos, sin embargo, decido
dejar el ejercicio profesional después de realizar una maestría
en Salud Pública. Tras esos estudios tuve la visión de que la
solución al problema de la salud no se encontraba en el ejercicio profesional,
sino en el ejercicio de la Salud Pública como tal, la salud preventiva.
Con una vacuna, uno puede detener una epidemia y evitar una cantidad de enfermedades
que se traducirían en una suma indefinida de horas/hombre de trabajo
y gastos innecesarios que con el trabajo de Salud Publica, de la prevención,
pueden ser evitados.
—
En una carrera en la que el compromiso entre las manos es algo tan delicado
como la vida humana, ¿qué posición jugó la fe, en
su ejercicio profesional?
—
Los médicos somos fundamentalmente científicos. A nadie se le
puede quitar sus creencias religiosas, mucho menos yo, pero cuando está
una vida en las manos de un médico y este no está bien preparado
para atender aquella contingencia, o no tiene los recursos a la mano, no es
muy probable que un milagro venga a salvarle la vida al paciente. Con una experiencia
tan amplia en el ejercicio de la medicina, algunas cosas he podido ver, pero
ni las puedo definir como producto de la casualidad, ni como verdaderos milagros.
—
¿En qué cree René Silva Idrogo, el médico?
—
Digamos que soy un Libre Pensador. Los que hemos sido criados dentro de la religión
católica, se nos hace muy difícil pensar que haya un ser superior
que esté atento de cada persona en particular, sobre todo por la diversidad
de intereses tan grandes que existen en la humanidad y la contraposición
entre estos. La lluvia por la que un agricultor ruega, puede significar un terrible
daño para otra persona. Honestamente, toda la vida me la he pasado esperando
una señal divina, que hasta este momento no ha llegado.
—
¿Cómo influyó su condición de médico en toda
esta consecución de éxitos a lo largo de su vida?
—
El médico es y será siempre uno de los seres más privilegiados
en cualquier comunidad. Él se pone en contacto con todo, con lo bueno,
con lo malo; con la miseria, con la escasez y con la plenitud. Ser médico
te permite tener acceso a una cantidad indefinible de seres humanos y si tú
te acercas a esos seres humanos, aceptándolos en su verdadera dimensión,
sin ubicarte en una especie de pedestal, sintiéndote próximo a
ellos, ocurre un intercambio de vivencias tan enriquecedor para tu vida profesional
y personal, que dudo que otra carrera pueda ofrecer.
—
Con toda esa experiencia en la vida, si pudiera volver atrás y elegir
nuevamente la carrera que marcaría su vida, ¿volvería a
escoger la medicina?
—
La medicina es la carrera más hermosa que existe sobre la tierra. No
hay una mejor. Diría que la medicina es una de las puertas de entrada
a cualquier sitio de grandeza.
—
Al volver la mirada hacia atrás, vemos un largo camino lleno de logros.
Si pudiera, ¿cambiaría algo de ese camino?
—
Todo lo que le ocurre a un ser viviente a través de su deambular sobre
la tierra es enriquecedor para su vida. En un libro de Luis Buñuel, leí
que un individuo que cumpliese con su trabajo, con su horario, que fuese fiel
cumplidor de sus deberes, que pagase sus deudas y cumpliese con sus obligaciones
familiares, sería una excelente persona, pero jamás sería
un poeta, porque el poeta tiene siempre un toque de locura. Meditando sobre
eso concluí que yo no era poeta, porque mi perfil como ser humano encajaba
mucho en lo que acababa de leer escrito por Buñuel.
“Después,
meditándolo más profundamente me di cuenta que posiblemente sí
lo era, pues en mi vida ha habido una faceta que ha sido sumamente desordenada,
que ha sido mi vida sentimental. He tenido la suerte de haber contraído
matrimonio con maravillosas mujeres, con el agraviante que esos matrimonios
se han disuelto, lo que indica que ‘el malo’ he sido yo. Así
llegué a la conclusión de que yo he sido un instrumento del destino
para que aparecieran sobre la faz de la tierra trece increíbles y maravillosos
muchachos que son mis hijos e hijas”.
“Con
casi setenta años a cuesta, con toda la experiencia que me ha dado la
vida, labrada al lado de mujeres extraordinarias, quienes han conocido mis facetas
como hombre, profesional, escritor y político y en opinión de
ellas, creo que los años y la experiencia me han dado la pátina
suficiente para vivir el paraíso que vivo hoy al lado de mi esposa y
de mi última hija”.
“Este
año serán setenta años, tal vez los ochenta sea una buena
edad para partir a recorrer otros caminos más allá de esta tierra.
Creo que si tengo la buena suerte de morirme en la cama, moriré con una
sonrisa. |