La inmunización es un derecho humano fundamental que los gobiernos han reconocido al firmar una serie de tratados, entre los que se cuenta la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, de 1989. La Convención de 1989 adoptó la definición de atención primaria de salud establecida por los Estados Miembros de la OMS en la Conferencia de Alma Ata, en 1978, reafirmando el derecho de todos los niños a la inmunización contra las principales enfermedades infecciosas. Sin embargo, en muchos países se niega actualmente este derecho a millones de niños.

La inmunización es también una de las intervenciones sanitarias clave para ayudar a impulsar el desarrollo económico y reducir la pobreza. Los niños más pobres son los que tienen menos probabilidad de ser inmunizados y más probabilidad de morir antes de cumplir los cinco años.
Quienes sobreviven y crecen en condiciones de extrema pobreza tienen mayores posibilidades de quedar atrapados en un círculo vicioso de malnutrición, falta de acceso a agua potable, saneamiento deficiente, mala salud, pérdida de la escolaridad y potencial insatisfecho, un legado que probablemente también heredará la siguiente generación.

La inmunización, junto con otras intervenciones sanitarias de bajo costo, puede ayudar a romper ese círculo vicioso. Al prevenir las enfermedades infecciosas y prolongar la esperanza de vida, la inmunización puede ayudar a que aumente la capacidad de los niños para aprender y ganarse la vida como adultos, reduciendo la pobreza y aumentando el potencial de crecimiento económico de los países. Estudios recientes han demostrado que los costos económicos de la morbilidad en los países más pobres pueden ascender a cientos de miles de millones de dólares estadounidenses anuales en pérdidas de PIB. La inmunización puede ayudar a revertir esa tendencia. Además, al combatir las enfermedades infecciosas (el principal factor de las diferencias de esperanza de vida entre ricos y pobres), la inmunización puede ayudar a reducir las desigualdades en términos de salud.

La vacunación infantil es una de las intervenciones sanitarias más rentables, pues por una misma cantidad de dinero invertido, salva más vidas que prácticamente cualquiera de las demás intervenciones sanitarias disponibles actualmente. El costo promedio de inmunizar completamente a un niño con las seis vacunas tradicionales del PAI (contra la difteria, la tos ferina, el tétanos, la poliomielitis, el sarampión y la tuberculosis) es de US$ 25 (incluidos los costos de entrega), una suma muy inferior al costo del tratamiento de un niño que haya sucumbido a enfermedades prevenibles mediante vacunación. Asimismo, la administración
sistemática de inmunización brinda una oportunidad vital para la prestación de otras intervenciones sanitarias, tales como suplementos de vitamina A y yodo para prevenir los trastornos nutricionales. Incluso en países donde el módulo del PAI abarca vacunas más costosas, contra la hepatitis B y Haemophilus influenzae tipo b, la inmunización sigue siendo una de las mejores inversiones en salud disponibles hoy día. La rentabilidad de la inmunización ha quedado demostrada, además, por el rápido aumento de la resistencia a los antimicrobianos, que ha hecho que algunas enfermedades infecciosas resulten cada vez más difíciles (y muchas veces más costosas) de tratar.

La Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización fue lanzada en el año 2000 con la intención de revertir ese declive, revitalizar el compromiso mundial con la inmunización y abrir el acceso a nuevas vacunas que se necesitan con urgencia en los países en desarrollo. La Alianza ha hecho grandes progresos en los últimos dos años y esos esfuerzos deben continuar ampliándose. Cada niño inmunizado completamente contribuye a reducir la vulnerabilidad mundial a las enfermedades prevenibles mediante vacunación. Se espera que las nuevas iniciativas produzcan vastos beneficios para los niños de los países de ingresos medianos y bajos, en particular la reducción en la carga de morbilidad, la perspectiva de una niñez más sana con la promesa de un futuro mejor, el fortalecimiento de los sistemas de salud y de inmunización, y un mayor compromiso entre los políticos y los órganos de decisión para invertir en la salud y, de ese modo, en el desarrollo.

Es mucho lo que se prevé obtener de las vacunas en el futuro. Ya existen vacunas nuevas que han dado pruebas de inocuidad y eficacia. El problema es que a menudo no están disponibles donde son más necesarias. Sin embargo, actualmente el sector público conoce mejor el ciclo de producción de las vacunas y lo que se necesita para salir de este punto muerto, a saber:

• esfuerzos para entender mejor y superar las limitaciones que tienen los fabricantes para hacer las vacunas más asequibles;
  
• definir las opciones más rentables de fabricación de vacunas para los países en desarrollo, incluido el aumento de la capacidad de fabricación de vacunas en esos países;
  
• generar capacidad en los países para optimizar el impacto de las vacunas y reducir los desechos;
  
• asegurar la disponibilidad de mecanismos de financiación creativos y sustentables y planes de adquisición bien coordinados;
  
• fomentar un acceso más equitativo a las vacunas prioritarias, tanto nuevas como antiguas, para los niños que más las necesitan.

Mientras tanto, en el horizonte ya se vislumbran nuevas vacunas que prometen tener importantes repercusiones en la salud. Algunas requieren investigaciones de laboratorio, mientras que otras han llegado a la etapa en la que es posible establecer científicamente su inocuidad y su eficacia mediante ensayos a gran escala.

Se espera que el presente informe haya ayudado a sintetizar el estado actual del conocimiento sobre las vacunas en el mundo y las grandes y crecientes xpectativas que han despertado estas herramientas de la salud pública. Los esfuerzos para asegurar un uso más amplio de las vacunas ya disponibles y el descubrimiento de vacunas nuevas dependerán en gran medida del éxito de las nuevas iniciativas encaminadas a estimular el interés y la demanda pública, fomentar una voluntad política más firme, alentar y apoyar la investigación científica, y catalizar y sustentar los recursos financieros necesarios.