Los hongos anemófilos, aquellos
cuyas conidias o esporas son dispersadas
mediante el aire atmosférico, son ubicuos, representando
el 98% de los micetos conocidos en la actualidad y esta micobiota puede ser
diferente o igual en determinada región según las condiciones climatológicas. Son microorganismos que aportan numerosos beneficios
en la biodegradación, elaboración
de alimentos, industria, fabricación de antibióticos y de inmunomoduladores (1-8). Sin embargo, también son capaces de causar perjuicios a
la salud cuando, por diferentes factores, se pierde el equilibrio en el
ecosistema y entre ellos se encuentran las micotoxicosis, las micosis y
las reacciones de hipersensibilidad (1,2,9).
Las
reacciones de hipersensibilidad se producen como consecuencia de la inhalación
de partículas fúngicas (alergenos) y la posibilidad de que una persona inhale
estas partículas, tanto en ambientes abiertos como cerrados, es elevada (10).
Los alergenos fúngicos pueden desencadenar en algunos
individuos una gran variedad de reacciones de hipersensibilidad con diferentes
grados de severidad, algunas de ellas son el asma, rinitis, conjuntivitis y en
casos raros, pero más graves, cuadros de inflamación del pulmón llamados
aspergilosis broncopulmonar alérgica (ABPA)(11).
Los
hongos anemófilos también son capaces de ocasionar graves perjuicios en
materiales que contengan celulosa, debido a su producción de enzimas
celulolíticas y las bibliotecas son unos de los
ambientes más susceptibles al deterioro irreversible del material que albergan,
como consecuencia de la diversidad y cantidad de hongos que pudieran estar
presentes gracias a las condiciones físicas y químicas producto del uso de esos
espacios de almacenamiento(12).
Con relación a las investigaciones
realizadas en el área de la aeromicología en bibliotecas venezolanas, en 1996
se informó que los géneros Cladosporium,
Aspergillus y Pencillium fueron los más frecuentes en la biblioteca Nacional de
Venezuela y Aspergillus, Pencillium y Cladosporium, en la biblioteca Maracay(13); en la Universidad de Carabobo, en 1999, se evaluó el
ambiente interno de las bibliotecas del Campus Universitario y los géneros con
mayor predominio de aislamiento fueron Geotrichum,
Cladosporium, Aspergillus (14). El Instituto Venezolano de Investigaciones
Científicas (IVIC) analizó la carga fúngica de la biblioteca “Marcel Roche” en
octubre y noviembre de 2005, siendo Aspergillus
spp., Clasdosporium spp., Penicillium spp. y Acremonium spp. los hongos más aislados(15). En la
biblioteca Juan D. García B. de la Facultad de Humanidades-UCV se investigó la flora fúngica en la Sala
de Publicaciones Periódicas y sus áreas externas, durante octubre 2011 y enero
2012, encontrando que el género prevalente fue Aspergillus seguido de Chaetomium, Cladosporium y Penicillium (16). El estudio
realizado en 2012 en la biblioteca Dr. Joaquín Parra de la Universidad
del Zulia, reveló que el género predominante en
el ambiente interno fue Aspergillus(17).
Recientemente, en marzo de 2014, se determinó la microbiota fúngica, en
la mañana y en la tarde, en la Unidad de Información y Documentación Jorge
Ahumada del CENDES-UCV, en sus ambientes externos e internos donde Aspergillus y Penicillium fueron los géneros fúngicos aislados con mayor frecuencia
en el interior y exterior, respectivamente (18).
El conocimiento de la aeromicobiota
en bibliotecas permitiría conocer la
calidad y cantidad de los agentes fúngicos allí presentes, también aportaría
datos para la evaluación y estandarización de los rangos permitidos de unidades
formadoras de microorganismos fúngicos/m3 de aire para espacios
internos, contribuyendo así a mejorar las condiciones del ambiente en las
bibliotecas lo cual redundaría en un beneficio para los actores que hacen vida
en estos recintos.
Por lo antes expuesto, el objetivo
del presente trabajo fue evaluar la micobiota ambiental de la biblioteca de la
Escuela de Bioanálisis-UCV en la mañana y en la tarde, en noviembre de 2012.