Anteriormente
conocida como ablactación, se refiere a la alimentación distinta a la leche humana
que recibe el lactante, y que se ofrece para complementar sus nutrientes. Oportuna: iniciada en el momento justo, cuando
las necesidades de energía y nutrientes sobrepasan las que se pueden
proporcionar con lactancia natural exclusiva y frecuente.
Adecuada: que provea energía, proteínas y
micronutrientes suficientes para satisfacer las necesidades nutricionales según
la edad del niño y adaptados a su realidad cultural, social y económica.
Segura e inocua: preparada, almacenada y
servida de forma higiénica.
Perceptiva: brindada con afecto, respetando las
necesidades del niño y atendiendo a las señales de apetito o saciedad.
La edad óptima para iniciar la alimentación
complementaria es a los 6 meses, ya que además de existir un aumento de los
requerimientos energéticos, el niño ha alcanzado madurez neurológica,
gastrointestinal y renal.
Madurez
neurológica:
los reflejos relacionados con la alimentación presentes en las diferentes
etapas pueden interferir o facilitar la introducción de los alimentos. A partir
del cuarto mes se pierde el reflejo de extrusión o protusión de la lengua,
mejorando además la coordinación de labios y mandíbula. Desde el sexto mes el
niño se sienta, lleva manos y objetos a la boca, abre la boca y se estira hacia
la persona que lo alimenta, sonríe mostrando interés por los sólidos o aleja la
cabeza de la comida mostrando saciedad.
Madurez
gastrointestinal:
se alcanza a partir del cuarto mes, cuando la producción de enzimas alcanza
niveles óptimos. La amilasa pancreática está ausente al nacer y se produce
hacia el cuarto "“ sexto mes de vida, igualmente ocurre con la lipasa y
proteasas pancreáticas. Además antes del cuarto mes la mucosa intestinal es
permeable a moléculas grandes no hidrolizadas con capacidad antigénica lo que
contribuye a las alergias alimentarias. La inmunotolerancia digestiva se
alcanza al sexto mes por la colonización, desarrollo y calidad de la flora
gastrointestinal.
Madurez renal: a partir del cuarto mes
mejora la filtración glomerular y la capacidad de concentración, lo que permite
a los seis meses tolerar una mayor carga de solutos.
Aumento de los
requerimientos:
se manifiesta por cambios en el patrón
de alimentación: el niño pide comida más frecuentemente, se despierta de
noche con hambre, no se satisface después de mamar activamente más de 8 veces
al día, aumentan los requerimientos de hierro.
Técnica y
aspectos prácticos:
Los alimentos complementarios se introducen gradualmente,
se recomienda un alimento nuevo por vez, con cambios cada 3 días para detectar
posibles intolerancias.
La leche materna debe mantenerse y en aquellos niños no
amamantados o que reciben lactancia mixta se debe ofrecer fórmulas de
continuación fortificadas con hierro.
El niño debe sentarse y recibir los alimentos con
cucharilla.
El orden de introducción de los alimentos sigue un patrón
cultural, en Venezuela se inicia con tubérculos (apio, ocumo, ñame, papa, yuca
y plátano), hortalizas (auyama, zanahoria) y carnes licuadas en forma de sopas.
La cantidad y consistencia se aumenta según la edad (licuados-puré y sólidos).
También se ofrecen a partir del 6º mes las frutas no
cítricas en forma de puré o jugos en cantidad no mayor a 4-6 onzas al día, ya
que un consumo mayor se relaciona con déficit pondoestatural y diarreas.
Las frutas cítricas (naranja, mandarina, piña, fresa,
limón, guayaba, tomate, mora, parchita) se introducen en mayores de 1 año, por
ser muy alergénicas.
Los cereales sin gluten (arroz y maíz) se inician como
papillas a los 6 meses, si se agregan a la fórmula su dilución debe ser 5%. Los
cereales con gluten no deben introducirse tempranamente antes de los 4 meses ni
después de los 7 meses, excepto en casos de antecedentes familiares de alergia
al gluten, se iniciarán entre los 9 meses y 1 año.
Algunos vegetales como espinacas, remolachas y acelgas se
recomiendan en mayores de 1 año por el riesgo de metahemoglobinemia, ya que en
ocasiones estos vegetales acumulan los nitratos de los fertilizantes que se
transforman en nitritos por acción de flora intestinal.
El huevo se introduce después de los 6 meses, comenzando
con ¼ de la yema bien cocida y aumentando progresivamente la cantidad. La clara
debe iniciarse después del año por ser la fracción más alergénica.
El pescado se recomienda a partir de los 8 meses por la
dificultad de conseguirlo fresco, en niños con antecedentes de alergias debe
esperarse hasta el año.
Las leguminosas también se introducen a los 8 meses en
forma de puré, ya que el caldo no tiene valor nutritivo.
No debe añadirse sal a los alimentos, ya que su contenido
natural satisface los requerimientos y el consumo excesivo se relaciona con
hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares en el adulto.
No se recomienda el consumo de azúcar y golosinas, pues
son causantes de caries y hábitos inadecuados que se relacionan con obesidad y
diabetes.
La miel no industrializada no se recomienda hasta los 2
años por el riesgo de botulismo.
Deben evitarse alto consumo de los ácidos grasos
transhidrogenados. Igualmente no se recomiendan las leches descremadas en
menores de 2 años.
Se recomienda que los alimentos sean preparados en el
hogar, pero si no se cuentan con adecuadas condiciones de higiene pueden
emplearse los procesados, conociendo su valor nutricional, el contenido de
azúcar, estabilizantes, saborizantes que deben especificarse en las etiquetas.
Entre los 7 y 9 meses el niño puede tomar alimentos con
la mano y llevarlos a la boca, así como tomar en taza o vaso.
Al año de edad el niño puede ingerir alimentos sólidos y
debe estar integrado a la dieta familiar, sentarse a la mesa con los demás e
iniciarse en el uso de los cubiertos.
DESTETE
Es el cese de la lactancia materna lo que implica cambios
en la forma de relacionarse la madre y el hijo, por lo que debe darse cuando
ambos estén preparados, alrededor de los 2 años. El destete natural debe
ocurrir de manera gradual entre el primer y tercer año de vida, puede iniciarse
por decisión de la madre, motivos laborales, disminución de la producción de la
leche y lentitud en el crecimiento del niño. Debe evitarse en situaciones de
crisis o cambios de la rutina familiar. El destete representa una pérdida para
el niño por lo que debe acompañarse de manifestaciones de afecto, para que el
niño no lo interprete como un rechazo de la madre.