La edad preescolar se caracteriza por disminución en la
velocidad de crecimiento y la ganancia de peso, lo que implica menor requerimiento
calórico y se manifestará con disminución del apetito e interés por los
alimentos. Su desarrollo psicomotor le permite adecuada manipulación de los
cubiertos y es una época en la que se deben crear hábitos alimentarios
saludables. Son neofóbicos y monótonos, por lo que rechazan nuevos alimentos y
siempre quieren ingerir los mismos alimentos.
En el escolar continúa un ritmo de crecimiento lento y
constante, se inicia el dimorfismo sexual y ocurre un rebote de adiposidad,
requisito para el esencial para el brote puberal. La influencia de los pares,
el ambiente escolar y el estilo de vida familiar determinan la conducta
alimentaria. Su sentido de la independencia lo lleva a defender sus
preferencias, lo que determina calidad y cantidad de la dieta.
La adolescencia es un período de riesgo nutricional, ya
que los requerimientos están aumentados y los hábitos nutricionales suelen ser
inadecuados (omisión de comidas, alto consumo de comida chatarra y bebidas
recreativas).
Tomando en cuenta estas características, se recomiendan las siguientes estrategias:
Reconocer adecuadamente señales de hambre y saciedad
Proporcionar tamaños de las raciones apropiadas para cada
edad.
Preparar las comidas en casa, comer en un ambiente
agradable, libre de conflictos y distractores.
Ofrecer una dieta variada, evitar la monotonía.
Involucrar al niño en la elaboración del menú.
Estimular los hábitos de higiene.
No premiar ni castigar con alimentos.
Asegurar el desayuno
Limitar el uso de bebidas carbonatadas, alimentos ricos
en colesterol y grasas trans. No se
recomienda agregar sal y azúcar a los alimentos.
Vigilar el consumo de micronutrientes.
Estimular el consumo de alimentos ricos en fibra.
Convertirse en ejemplo de hábitos alimentarios saludables
para los hijos.