Julio-Septiembre 2011 47
ISSN 1317-987X
 
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Casos Clínicos
 





La violencia y sus efectos

Introducción

Melanie Klein, lapidaria, sostenía que el odio precede al amor; radical afirmación que sólo podríamos suscribir si aceptáramos como cierta la teoría metapsicológica de las pulsiones de vida y muerte, según la cual, a partir de los mecanismos de escisión y deflexión, el bebé realiza una primera y fundante operación defensiva con el fin de protegerse de su propia destructividad. De este modo, al proyectar la pulsión de muerte para salvaguardar al yo de la amenaza aniquilatoria implícita en dicha pulsión, convierte en persecutorio y hostil, odiado y temido, al objeto primordial (clivado y parcial).
Pero son, como sabemos, los sucesivos intercambios del bebé con este primer objeto, los que se encargarán de confirmar o, por el contrario de atenuar, neutralizar y/o modificar esta percepción hasta paulatinamente arribar, si el recorrido no presenta grandes complicaciones, a la integración de los aspectos buenos y malos del objeto. Es sólo a partir de allí que su innata capacidad de amar queda habilitada y con ella la de confiar, creer e ilusionarse.
El asunto no es meramente pulsional. La precaria imaginería de la mente del bebé requiere, sin duda, de la presencia real y e(a)fectiva de una madre ”suficientemente buena” para auxiliarlo en los procesos de organización y equilibrio psíquicos necesarios para su desarrollo y crecimiento. ”Portavoz” es como ha llamado Piera Aulagnier a la figura encargada de esta función, donde lo pulsional encuentra soporte y traducción(1).
Pero, inexorable, el síntoma hace su puesta en escena. Como formación de compromiso, se desliza inadvertidamente, entronizándose con todo su esplendor y majestad. Se instala a sus anchas, como infiltrado en una fiesta a la que no fue invitado y en la que termina no sólo aceptado, sino bien recibido por unos anfitriones quienes recelosos al principio, se resisten más tarde a que el extraño abandone la sala.
Estoy convencida de la importancia y el peso que tienen la cultura y lo social en la forma en que el síntoma, inherente a la naturaleza y condición humanas, se nos presenta. Coincido con los que opinan que todo síntoma es reflejo de la época y circunstancias en las que se inscribe; las marcas culturales son innegables, a ellas debe su rostro y sus ropajes. Pero sigo pensando que los conflictos psíquicos determinantes de la aparición del síntoma, continúan siendo los mismos que hasta ahora conocemos y que derivan básicamente, para decirlo de manera muy reducida, del modo específico en que logran organizarse pulsiones y defensas alrededor de los ejes narcisístico y/o edípico del sujeto.
El conflicto que lleva al sujeto a buscar ayuda, se origina en su interior, parte de sí mismo, de sus experiencias tempranas, de la modalidad de los vínculos establecidos, de su singular modo de vivir la sexualidad, etc. El entorno, la realidad externa, es una buena excusa para dejar escapar los demonios.
La clínica aún no me ofrece datos que revelen alteraciones de otro orden u origen. No he podido encontrar otras razones para ubicar los condicionantes psíquicos de las llamadas patologías contemporáneas, neomorbilidades, neosexualidades, etc.
Los tiempos que vivimos, llamados por algunos como “hiperrealistas” (Baudrillard), “hipermodernos” (Lipovetsky) o “posthumanos” (Lyotard), habiendo perdido vigencia el concepto de “postmodernidad”, están caracterizados por una violencia desbordada y desbordante, una prisa y huída hacia delante que no deja espacio para el ocio, para la postergación, la espera, la contención y la reflexión. La pulsión es el imperativo dominante y todo vale para su satisfacción, mientras tanto, el otro como semejante ha dejado de importar. ”Su majestad el bebé” ha cumplido mayoría de edad.
Las relaciones virtuales amenazan con sustituir el contacto directo, físico y personal entre las personas, el sexo es más rentable y seguro que el amor y el desmoronamiento de las viejas instituciones y los antiguos ideales, son fenómenos de extensión creciente que aún no dan lugar a nuevos y estables modelos de pensamiento y relación.
En este contexto de aceleradas mutaciones sociales, la familia ha sufrido también sus consecuencias y ha cambiado por tanto su forma tradicional de concebirse y conformarse.
Como analistas nos encontramos en un atolladero: nos enfrentamos con nuestros mismos y clásicos instrumentos a nuevos y variados desafíos. Para los que trabajamos con niños y adolescentes el reto es aún mayor, ya que son mayores y más heterogéneas las variables incluidas en nuestra práctica y que involucran no sólo al paciente, sino también a su grupo familiar, escolar, social, etc.
Nuestra tarea como analistas, de favorecer la discriminación entre realidad interna y externa y coadyuvar a la integración del yo del paciente, en el propósito de que éste pueda acceder a una mejor calidad de vida, con menos sufrimiento, se convierte en un ejercicio de extrema exigencia y de gran dificultad en los actuales momentos. La situación es mucho más grave en contextos donde la violencia externa e interna terminan solapándose y confundiéndose.
Me he preguntado, cómo logra estructurarse el yo, en tanto instancia fronteriza que se constituye a partir de las demandas y exigencias de las realidades internas y externas, en medios sociales que, aunque no en guerra, son atravesados por otros tipos de violencia… “¿Qué individuo es el que surgirá de este parapléjico presente?.... ¿Qué fenómenos metapsicológicos operan en la mente de nuestros niños?... ¿Cómo afectan su psiquismo el rumor y la amenaza permanentes?”. La angustia señal corre el riesgo de perder su función y transformarse en angustia real.
En la Caracas de hoy la inestabilidad y el miedo han penetrado nuestros hogares. La casa ha dejado de ser el refugio seguro en una sociedad intransitable, desguarnecida y secuestrada por el hampa, la conflictividad política y la persecución.
A continuación presentaré dos viñetas a partir de las cuales abordaré los puntos expuestos hasta aquí.
Ambos niños de 10 años, son llevados a mi consulta por presentar miedos diversos e importantes signos de ansiedad que les impiden quedarse a solas, les ocasionan trastornos del sueño y les hacen sentir en peligro constante de ser robados o secuestrados.


La violencia y sus efectos
Introducción
J y su “sadismo”
Las inhibiciones de M
Una reflexión
Referencias

NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





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