El
estudio de esta parasitosis se remonta a comienzos del siglo XX y corresponde
fundamentalmente a tesis de grado de médicos veterinarios que abordaron la etiología,
el tratamiento, las pérdidas económicas, el diagnóstico, y un acercamiento a la
prevalencia e incidencia obtenidas principalmente en las plantas de sacrificio.
En estos trabajos se describió la presencia de la enfermedad en las principales
zonas lecheras de Colombia de los departamentos de Nariño, Cauca, Valle,
Antioquia, Caldas, Tolima, Cundinamarca y Boyacá. Sin embargo la incidencia de dichos
trabajos en la actividad ganadera al parecer ha sido nula(24).
Incluso,
una exploración adicional que se hizo con documentación de las últimas décadas
del siglo XX nos sugiere que pese a la alta incidencia de la enfermedad en
ganado lechero de regiones de clima frío, las investigaciones realizadas sobre
la fasciolosis no han tenido impacto en el diseño y desarrollo de programas
para su prevención y control(24).
Las
primeras publicaciones sobre el estudio en humanos, se hicieron en 1955 y 1969
respectivamente. En ellas los autores llaman la atención sobre los riesgos de
adquirir la enfermedad por las condiciones sanitarias en que vive la población,
en especial el agua de consumo, sumado a los datos de prevalencia obtenidos de
mataderos que referenciaban la distribución de la distomatosis hepática por
todo el territorio nacional llegando a 80% en algunas regiones(24).
Se
presentan a continuación algunos datos sobre la fasciolosis en nuestro país, obtenidos
de trabajos de investigación entre el año 2000 y 2010. Es importante señalar
que la estimación más reciente, reportada en el año 1996, de los costos anuales
para el sector pecuario fue de $12483 millones de pesos(25). No
obstante, es necesario realizar investigaciones para medir el verdadero impacto
socio-económico de esta parasitosis, en la medida que la enfermedad no se ha
controlado y que en su conjunto los padecimientos parasitarios son responsables
de las mayores pérdidas económicas en la ganadería colombiana. Dado su carácter
endémico, presentación subclínica y baja mortalidad, frecuentemente no se
considera ni evalúa su impacto económico. La concurrencia de parasitismo
gastrointestinal, hemoparásitos y ectoparásitos, tiene el mayor impacto
negativo sobre los indicadores productivos y reproductivos y explican en buena
parte la ineficiencia de muchos sistemas pecuarios.
En
el sector pecuario, un estudio de campo reportó una prevalencia de 90% en ganado
bovino en haciendas ganaderas del valle de San Nicolás, que comprende los
municipios de Rionegro y La Ceja, en el oriente antioqueño(26).
Una
investigación llevada a cabo en el matadero municipal de Pamplona, Norte de
Santander, en ganado bovino procedente de Boyacá y de los Santanderes encontró una
prevalencia total de 9,18% (27).
En
humanos, un estudio realizado en el Valle de San Nicolás, en el Departamento de
Antioquia, reportó una prevalencia serológica de 4,9%. El estudio a su vez
refiere el reporte de 24 casos de fasciolosis desde el año 1953 (28).
Algunos
datos preliminares hallados por nuestro grupo de investigación en zonas
endémicas de la provincia de García Rovira ubicada en Santander, dan cuenta de prevalencias
por examen coprológico de 30,93% y 51,47 % en bovinos y ovinos respectivamente;
mientras que por serología mediante ELISA se encontró positividad entre 75 % y
85% (datos sin publicar).
No
obstante estos y otros estudios sobre fasciolosis en nuestro país, el
conocimiento sobre la distribución temporal y espacial y el impacto económico
de esta parasitosis en la producción animal, es escaso y fragmentario, siendo aún más exiguo en humanos. Esta situación
tiende a ser subsanada gracias a los trabajos realizados en el PECET (Programa
de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales) desde la década pasada; y el
aporte de nuevos grupos de investigación para ampliar el conocimiento.
Con
los resultados de las investigaciones realizadas y las que están en curso se busca
sensibilizar a instituciones públicas y privadas para que presten mayor
atención al problema y financien la investigación en diferentes tópicos del
problema, con el objetivo de plantear políticas de control y prevención.
La necesidad de implementar medidas
de control en torno a zoonosis relacionadas con trematodos y transmitidas por
alimentos, ha sido enfatizada por diversas instituciones entre las que se destacan,
el Instituto de Tecnólogos de Alimentos; el Panel de Expertos sobre Seguridad
Alimentaria y Nutrición(29); y la 14ª Reunión interamericana a nivel ministerial en salud y
agricultura(30). En la “Tercera
Reunión Mundial de Socios para el Control de Parásitos”, las trematodosis
transmitidas por alimentos fueron agregadas a la lista de helmintosis
importantes por su gran impacto en el desarrollo humano(31).
Las evidencias disponibles,
sugieren que la emergencia y reemergencia de fasciolosis en humanos, está relacionada
con diversos factores. En primer lugar, se menciona la habilidad tanto del trematodo
como de los Lymneidos que actúan como hospederos intercalados, de moverse y
adaptarse a nuevos hospederos y reservorios; lo mismo que a colonizar nuevos
ambientes y diseminarse.
En
la actualidad la globalización de la economía como fenómeno político, económico
y social facilita el flujo internacional de animales y provee por tanto al parásito
como a los caracoles condiciones adecuadas para su diseminación. De otro lado, el uso indiscriminado de antiparasitarios, contribuye a la distribución de la resistencia antihelmíntica.
La
enfermedad en los humanos se presenta en áreas donde se establecen ciertas circunstancias
tales como: coincidencia de hospederos susceptibles e intercalados, y las condiciones
ecológicas favorables para algunos estadios del parásito y del caracol(32).
En
áreas donde F. hepatica es endémica
en humanos, los resultados de campo, lo mismo que estudios multidisciplinarios,
indican que el agua, lo mismo que los alimentos indirectamente contaminados por
ella, especialmente vegetales, u objetos que actúan como vías de transmisión (utensilios
de cocina) o exposición (por ejemplo durante el lavado de ropas en aguas
corrientes) explican en mayor o menor grado la enfermedad en humanos,
dependiendo de sus condiciones ambientales en diferentes áreas endémicas(32,33).
Aun
cuando la enfermedad en humanos se presenta principalmente en áreas donde hay animales
domésticos afectados, la prevalencia e intensidad no guarda siempre una relación
directa con la de ellos. Se
ha demostrado que la distribución y epidemiología en humanos tiene particularidades
que no se pueden asimilar del todo al modo como ocurre en animales (32-34).
En el hombre, su
presentación está influenciada por algunas prácticas culturales tanto en el
manejo del ganado como en el consumo de vegetales y agua expuestos a la
contaminación. Estas y otras circunstancias, muestran la complejidad de la
enfermedad y una clara vinculación de múltiples factores ambientales envueltos
en su proceso evolutivo(4,35).
A
partir de resultados nosogeográficos en áreas endémicas de la parasitosis humana
en diferentes regiones del mundo, se ha encontrado que los bien conocidos
patrones epidemiológicos, no siempre explican de manera satisfactoria la
transmisión de la fasciolosis. Así, cuando se estudia la enfermedad en un
área determinada, los patrones tradicionales deben ser tomados como un punto de
partida antes de proponer medidas de prevención y control sin conocer y comprender
las características específicas del área en consideración(4,35).
Para
desarrollar adecuadas estrategias de prevención y control, construidas sobre la
realidad, debe incrementarse el conocimiento sobre la epidemiología local o
regional de la enfermedad. Es necesario explorar y profundizar sobre un área y
su entorno para identificar factores de riesgo a menudo ignorados, cuando se
trabaja sin un abordaje integral. Para acometer la aproximación que requiere
esta determinación multidimensional, es conveniente utilizar conceptos de
nosogeografía y epidemiología de paisaje. Este abordaje ecológico de la
enfermedad identifica factores asociados e incrementa la comprensión de los
mecanismos de mantenimiento, circulación y distribución de los agentes, que
explican su cadena de transmisión.
En
primer lugar, surge el concepto del nido natural o nidalidad. Para diferentes
parasitosis, pueden identificarse paisajes naturales de la enfermedad
denominados nidos. Ellos corresponden a escenarios, en los cuales se dan las
condiciones ecológicas, físicas, bióticas que garantizan la persistencia,
manutención y circulación, tanto del agente, como en el caso de F. hepatica, de los hospederos intercalados.
Desde estos territorios nosogénicos, mediando la intervención del hombre, a
través de la crianza y transporte de animales, el establecimiento de cultivos,
la construcción de depósitos de agua o sus canalizaciones, se vehiculiza el
agente y sus hospederos hacia otras áreas y regiones antes no afectadas. Las
enfermedades que presentan estrictos límites geográficos dentro de un
ecosistema o una serie de ecosistemas, son consideradas como enfermedades con
nido natural. Cuando las enfermedades son transmitidas por vectores o
interviene un hospedador intercalado, su distribución se halla restringida a
fronteras geográficas más precisas que otras enfermedades. Esto es porque el
ecosistema tiene que satisfacer las necesidades tanto del huésped como del hospedero
de manutención(36).
Partir
de la caracterización de los focos, es un buen camino, sin embargo no exento de
dificultades debido a la capacidad de los Lymneidos de ocupar diferentes tipos
de cuerpos de agua, como los pequeños cursos de agua, canales naturales y
artificiales, las emanaciones del subsuelo de poca profundidad, capas
freáticas, ríos grandes y pequeños, zonas de inundación, pozos poco profundos,
estanques, piscinas, fuentes artificiales, áreas de inundación, lo mismo que
aguas limpias marcadamente eutróficas. Lymneidos se encuentran generalmente en
los cuerpos de agua estancada o con flujo mínimo de agua y muy rara vez en las
aguas vivas, como después de una intensa lluvia(3).
Para
interpretar el papel de estos nidos, en la epidemiología de la enfermedad, es necesario
extender la investigación, hacia la comprensión de los fenómenos relacionados
con la actividad humana en las áreas en las cuales se establece la relación. En
áreas sin sustanciales variaciones de clima ni de otros factores ambientales
físicos, eran los factores asociados al manejo de los animales los que
determinaban la distribución espacial de F.
hepatica(37). Esto significa que es necesario caracterizar e
interpretar a su vez el papel de los agroecosistemas, esto es, de los paisajes
intervenidos u ocupados por el hombre en los cuales se da la relación animal–parásito,
generadora de la enfermedad, para después pasar al hombre, generando la
zoonosis.
Esas
circunstancias integran entonces la complejidad del análisis de la dimensión
ambiental que desde un enfoque sistémico, incorpora los componentes físico,
biótico y antrópico. Si bien su concepción es integral; su análisis se
desagrega para tener claridad sobre sus relaciones e interacciones. A
continuación se discurre sobre características y circunstancias de estos
componentes que deberían ser tenidos en cuenta cuando se adoptan estos
abordajes desde la investigación y la intervención.