Originalmente descritos por Weber in 1854(11),
los TCG son relativamente infrecuentes y casi siempre benignos. Inicialmente,
fueron denominados mioblastomas de células
granulares por Abrikossoff(1), quien describió una lesión en la lengua
con supuesto origen a partir del músculo estriado.
Los TCG suelen aparecer con mayor frecuencia en
cavidad oral, lengua y tejido subcutáneo. En el tracto gastrointestinal, su localización
más frecuente es esófago, seguido por duodeno, ano y estómago (5,9,12),
donde son detectados de forma incidental durante estudios endoscópicos como
lesiones submucosas redondeadas y pardas, que rara vez superan los 2 cm de
diámetro y se revisten de mucosa de aspecto normal. Pueden encontrarse a
cualquier edad, pero son más frecuentes entre la cuarta a quinta décadas de la
vida y predominan en mujeres (13).
Los TCG esofágicos usualmente son solitarios, muestran
una incidencia equivalente a 0,0019 - 0,03% entre todos los tumores 14 y se localizan en esófago distal en el 50 - 65%
de los casos, esófago medio en el 20% y esófago proximal en el 15 - 40%. En 10%
de los casos son lesiones múltiples, con compromiso simultáneo frecuente de otros órganos
gastrointestinales o piel (15).
Los gránulos citoplasmáticos de las células
tumorales se corresponden con autofagosomas que se forman para la digestión de
la membrana celular ó representan derivados del aparato de Golgi (12,20).
Vered y col. (16) han
planteado dudas acerca de la naturaleza neoplásica de los TCG, al suponer que
se corresponden más bien con un proceso metabólico reactivo. Por otra parte, los
estudios inmunohistoquímicos han revelado una elevada afinidad de las células
neoplásicas por la proteína S100, enolasa neuronal especifica, laminina y varias
mieloproteínas, de allí que se considere el origen a partir de la célula de
Schwann (10,15). También se
ha demostrado la inmunopositividad para CD56, CD68, PGP9.5, alfa-inhibina,
NKIC3 y MITF (17).
Dada su ubicación submucosa y bajo riesgo de
ulceración y hemorragia, las biopsias endoscópicas superficiales en TCG pueden
resultar sólo en mucosa normal y, por tanto, ser insuficientes para el
diagnóstico histológico. Cuando suficientes, el diagnóstico diferencial puede
resultar complejo y se debe realizar con una serie de entidades de naturaleza
neural/neuroendocrina que puedan afectar al tracto gastrointestinal, como lo
son schwannomas, neurofibromas y perineuromas, así como otras lesiones reactivas,
neoplásicas ó infecciosas caracterizadas por proliferación histiocítica ó histiocitoide,
donde se incluyen quistes submucosos, acantosis glucogénica, pólipo
inflamatorio, papilomas escamosos, leiomiomas, lipomas y hamartomas (15,18).
Histológicamente, los TCG se describen como
lesiones bien circunscritas, localizados dentro de la submucosa y constituidos
por nidos de células histiocitoides. El
citoplasma es abundante, eosinófilo, granular y PAS positivo resistente a la
digestión diastásica. Los núcleos son pequeños, uniformes y redondos. Figuras
mitóticas, pleomorfismo nuclear y necrosis son infrecuentes. El estroma muestra
haces de colágenos entremezclados con las células tumorales y puede contener un
infiltrado inflamatorio a predominio de linfocitos. También se han reportado
hialinización extensa del estroma y presencia de calcificaciones distroficas
focales, así como cambios reactivos de la mucosa adyacente (15,18).
Los TCG generalmente son benignos, aunque se
han descrito variantes anómalas y malignización hasta en 1,5 a 2,7% de los
casos (12-19). Fanburg-Smith
y col. (20) han propuesto ciertos criterios para
clasificar y predecir el potencial maligno de los TCG. Los atributos
que se asocian con malignidad incluyen: recurrencia local, crecimiento rápido,
tamaño mayor de 4 cm, necrosis, celularidad tumoral fusiforme, atipias
citológicas, actividad mitótica alta, núcleos vesiculosos con nucléolos
prominentes y elevada relación núcleo/citoplasma (20), así como índices
de inmunomarcaje mayores de 50% para la proteína p53 y 10% para el antígeno
Ki-67 15,20. Los TCG que cumplan con al menos tres de
estos criterios se clasificarían como neoplasias malignas.
La ecoendoscopia representa la mejor prueba
diagnóstica para el TCG, que suele presentarse como una lesión sólida hipoecóica
homogénea, que prolifera desde la submucosa y puede afectar otras capas de la
pared (12). El diagnóstico diferencial se debe realizar
principalmente con el lipoma y el leiomioma, cuyas características
endosonográficas son completamente distintas (21).
La mucosectomía endoscópica es un procedimiento
eficaz y seguro, que permite realizar un análisis histológico de la totalidad
de la lesión, con un costo inferior y menor morbimortalidad en comparación con
la alternativa quirúrgica(23). La mayoría de las resecciones
endoscópicas de los TCG resultan curativas, aunque se han publicado casos de recurrencias
locales (18).
En la actualidad, no existe un acuerdo uniforme
acerca de cómo debe ser el seguimiento de los pacientes afectados por TCG. Aún
cuando la mayoría de estos tumores son benignos, se recomienda realizar un
seguimiento estrecho de los pacientes con controles endoscópicos periódicos.
Algunos autores recomiendan efectuar una endoscopia anual para el seguimiento
de las lesiones asintomáticas menores de 1 cm. Si la lesión es grande y
sintomática, se prefiere el tratamiento endoscópico (láser, coagulación con
argón plasma, biopsias múltiples, mucosectomía) al quirúrgico (22).