Enero-Marzo 2016 65
ISSN 1317-987X
 
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Casos Clínicos
 




Tumor de Células Granulares de la Unión Esófago-gástrica: A Propósito de un caso, con Revisión de la Literatura

Discusión

Originalmente descritos por Weber in 1854(11), los TCG son relativamente infrecuentes y casi siempre benignos. Inicialmente, fueron denominados mioblastomas de células granulares por Abrikossoff(1), quien describió una lesión en la lengua con supuesto origen a partir del músculo estriado.

Los TCG suelen aparecer con mayor frecuencia en cavidad oral, lengua y tejido subcutáneo. En el tracto gastrointestinal, su localización más frecuente es esófago, seguido por duodeno, ano y estómago (5,9,12), donde son detectados de forma incidental durante estudios endoscópicos como lesiones submucosas redondeadas y pardas, que rara vez superan los 2 cm de diámetro y se revisten de mucosa de aspecto normal. Pueden encontrarse a cualquier edad, pero son más frecuentes entre la cuarta a quinta décadas de la vida y predominan en mujeres (13).

Los TCG esofágicos usualmente son solitarios, muestran una incidencia equivalente a 0,0019 - 0,03% entre todos los tumores 14 y se localizan en esófago distal en el 50 - 65% de los casos, esófago medio en el 20% y esófago proximal en el 15 - 40%. En 10% de los casos son lesiones múltiples, con compromiso simultáneo frecuente de otros órganos gastrointestinales o piel (15).

Los gránulos citoplasmáticos de las células tumorales se corresponden con autofagosomas que se forman para la digestión de la membrana celular ó representan derivados del aparato de Golgi (12,20). Vered y col. (16) han planteado dudas acerca de la naturaleza neoplásica de los TCG, al suponer que se corresponden más bien con un proceso metabólico reactivo. Por otra parte, los estudios inmunohistoquímicos han revelado una elevada afinidad de las células neoplásicas por la proteína S100, enolasa neuronal especifica, laminina y varias mieloproteínas, de allí que se considere el origen a partir de la célula de Schwann (10,15). También se ha demostrado la inmunopositividad para CD56, CD68, PGP9.5, alfa-inhibina, NKIC3 y MITF (17).

Dada su ubicación submucosa y bajo riesgo de ulceración y hemorragia, las biopsias endoscópicas superficiales en TCG pueden resultar sólo en mucosa normal y, por tanto, ser insuficientes para el diagnóstico histológico. Cuando suficientes, el diagnóstico diferencial puede resultar complejo y se debe realizar con una serie de entidades de naturaleza neural/neuroendocrina que puedan afectar al tracto gastrointestinal, como lo son schwannomas, neurofibromas y perineuromas, así como otras lesiones reactivas, neoplásicas ó infecciosas caracterizadas por proliferación histiocítica ó histiocitoide, donde se incluyen quistes submucosos, acantosis glucogénica, pólipo inflamatorio, papilomas escamosos, leiomiomas, lipomas y hamartomas (15,18).

Histológicamente, los TCG se describen como lesiones bien circunscritas, localizados dentro de la submucosa y constituidos por nidos de células histiocitoides. El citoplasma es abundante, eosinófilo, granular y PAS positivo resistente a la digestión diastásica. Los núcleos son pequeños, uniformes y redondos. Figuras mitóticas, pleomorfismo nuclear y necrosis son infrecuentes. El estroma muestra haces de colágenos entremezclados con las células tumorales y puede contener un infiltrado inflamatorio a predominio de linfocitos. También se han reportado hialinización extensa del estroma y presencia de calcificaciones distroficas focales, así como cambios reactivos de la mucosa adyacente (15,18).

Los TCG generalmente son benignos, aunque se han descrito variantes anómalas y malignización hasta en 1,5 a 2,7% de los casos (12-19). Fanburg-Smith y col. (20) han propuesto ciertos criterios para clasificar y predecir el potencial maligno de los TCG. Los atributos que se asocian con malignidad incluyen: recurrencia local, crecimiento rápido, tamaño mayor de 4 cm, necrosis, celularidad tumoral fusiforme, atipias citológicas, actividad mitótica alta, núcleos vesiculosos con nucléolos prominentes y elevada relación núcleo/citoplasma (20), así como índices de inmunomarcaje mayores de 50% para la proteína p53 y 10% para el antígeno Ki-67 15,20. Los TCG que cumplan con al menos tres de estos criterios se clasificarían como neoplasias malignas.

La ecoendoscopia representa la mejor prueba diagnóstica para el TCG, que suele presentarse como una lesión sólida hipoecóica homogénea, que prolifera desde la submucosa y puede afectar otras capas de la pared (12). El diagnóstico diferencial se debe realizar principalmente con el lipoma y el leiomioma, cuyas características endosonográficas son completamente distintas (21).

La mucosectomía endoscópica es un procedimiento eficaz y seguro, que permite realizar un análisis histológico de la totalidad de la lesión, con un costo inferior y menor morbimortalidad en comparación con la alternativa quirúrgica(23). La mayoría de las resecciones endoscópicas de los TCG resultan curativas, aunque se han publicado casos de recurrencias locales (18).

En la actualidad, no existe un acuerdo uniforme acerca de cómo debe ser el seguimiento de los pacientes afectados por TCG. Aún cuando la mayoría de estos tumores son benignos, se recomienda realizar un seguimiento estrecho de los pacientes con controles endoscópicos periódicos. Algunos autores recomiendan efectuar una endoscopia anual para el seguimiento de las lesiones asintomáticas menores de 1 cm. Si la lesión es grande y sintomática, se prefiere el tratamiento endoscópico (láser, coagulación con argón plasma, biopsias múltiples, mucosectomía) al quirúrgico (22).


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